I
Lila terminó de cruzar el cañaveral
porta una corona de trenzas, otra
de cintas. Es larga, espiralada
lleva botas azules, las cintas del deseo
ondulan invisibles, caireles delicados
el maletín de oro. En la esquina
canta el fresno, con voz grave
empuja el viento las semillas
castillo de azúcar ocre, vuelan
otras pócimas, canta el fresno
grave alegre despedida: -¡Oh!
pequeñas luces. ¡Oh! dulces
violines. ¡Oh! andariegas
toda la fuerza de céfiro
las lleve al monte, lejos.
III
En el maletín de oro
cartas oxidadas, nuevas
modernísimas de pulsos
eléctricos, casi telepáticas.
Las frases rituales, dicen:
“Mi pequeña santa de
las pléyades (puntos
suspendidos velan)”.
“Mi pequeña oblicua
a destiempo, la defensa
en celo”. “El cuello
de lirio, el cuerpo de
dunas tibio, fibra, sol
luna, salmo, selva”.
Lila las lleva, donde
quiera. En la memoria
extienden sus dedos
se pliegan, o abren
una hermosa tarjeta
con sello postal.
V
En ciertas ramas viven
los tordos azules. En bandas
al despeñar el día, giran
el corazón enloquecido, cajita
rítmica de pulsos, los impulsos
rige un ópalo misterioso
aladas sombras rondan
los parques húmedos
las finas y largas copas
de los pinos, rozan.
En el aire, los surcos
los impensados cursos
fricción de plumas
cuchichean los nidos.
Una melodía, en cambio
perfecta repercute en
los ligamentos ocultos
de las cosas.
XII
El listón de tiempo
del niño maduro
su escena continua
es abrupta, pastor
de los espejismos.
De lejanía asoma
insólito, de frutos
la corona magnética
y dedos de seda.
De una curva
olvidada, asoma
escala el intervalo
la voz ronca vacila.
El delicioso perfil
disímil, linda
lo impropio.
Links
- Editorial Zindo & Gafuri. Sitio
- Reseña. «Romina Freschi sobre Orange de Silvina Mercadal»
- Video. En Estudio Q, lectura y entrevista