Trabajadores, lectores y fantasmas. Juan Desiderio habla de su libro El Templo

Surgida de la observación literaria y de la experiencia de su autor como bibliotecario, la obra El Templo (Buenos Aires, Eloísa Cartonera, 2020) se divide en tres libros, al modo ficcional, como si fueran escrituras encontradas o sobrevivientes. Hay algunas razones por las que el texto puede ser considerado una novela. Entre ellas, la mezcla o la bajada de lo mitológico a lo crónico del presente. También la acumulación de episodios va generando un cambio temporal. No obstante, estos textos en prosa despegan hacia cierta autonomía de la imagen poética. Así, El Templo es una historia que se despliega en el tiempo pero que por otro lado constituye una imagen que está allí para siempre. Tratándose de un texto que se sitúa en una biblioteca, vale el interrogante sobre su improbable clasificación. En esta entrevista, Juan Desiderio, autor de obras radicales de la poesía argentina actual –entre ellas, Argentina, Barrio trucho, La zanjita, Hipnosis, Tos–, se refiere a algunos aspectos de la composición del libro.

José Villa


En los textos de El Templo, y en tus textos en general, suelen aparecer personajes extraños. Contame cómo surgen esos personajes.  

–Los personajes que suelen aparecer en mis textos, en su mayoría son personas reales. Que van apareciendo cuando se habita el espacio en la realidad que se sucede afuera de la zona de confort. Son habitués de El Templo, lectores, trabajadores y alguno que otro fantasma. Las personas que van a una biblioteca, tienen la particularidad de que el trámite que van a realizar allí, no es ni una transacción monetaria ni un turno para un hospital o una compra de frutas y verduras. Es una operación que lleva su tiempo, donde el diálogo es fundamental para poder realizar las búsquedas requeridas por el Lector. Ahí es donde aparecen los personajes, las historias, los interrogantes y asoma el espíritu cuando se entra en confianza.
Desde mis comienzos como tatuador de hojas en blanco, la inspiración me proviene del entorno. No desde la intimidad, de la alegría o el dolor que hay dentro y lo hago catarsis. El afuera conmueve. Y esa conmoción actúa en mi psiquis. Y esa psiquis me ordena retratar en forma subjetiva lo que se presenta ahí, afuera.

Hay un detalle insistente en el lenguaje de los episodios del libro que consiste en el contraste. Describe en un tono y comenta en otro, usa un lenguaje e interviene con otro. Eso genera cierta liberación del humor…

–El contraste siempre fue, desde muy joven y en especial cuando empecé con mis estudios de filosofía, una forma de aprendizaje que me ha servido muchísimo para entender el mundo que me rodea. Esto aparece tanto en mi escritura como también en las canciones que compongo. Algunas veces, lo que parece como contraste es la visión de un objeto o de una situación desde distintos planos. En mi personalidad, existen dos tipos de visiones. Una, desplegada por quien llamo El Sabio, y la otra, desplegada por quien llamo El Rolinga. A los escribas e investigadores los proclama y describe el Sabio. El Rolinga, en cambio, se dedica a las hamburguesas y a lo pintoresco.

Esto también se puede ver como un rasgo de comedia…

–Diría que sí. De movida, siempre vi al libro como un artefacto esotérico. Donde está plasmada la mente de alguien. Un tramo de su inteligencia. Una experiencia. Una sensación, una costumbre. A esto, si le he agregado algún conocimiento esotérico, en especial de Alquimia. Hay mucha mezcla, mucho brebaje, en El Templo.

Y es uno de los secretos del libro. Que se podría bien dividir en tres partes: una experiencia literaria basada en el relato, un libro de bibliotecología y uno de ocultismo.

¿Qué relación establecerías entre la poesía y la articulación de estos universos filosóficos, religiosos y discursivos?

–La poesía está siempre presente en mis escritos. Es como mi sombra. Se entremezcla con estos universos a través de las imágenes, y en algunos casos, adquiere ritmo y velocidad.  

¿Hay una tangencial alusión de la última parte de la obra a la pandemia de 2020?

–No. El Templo fue terminado unos meses antes. ¿Obra de la casualidad?



Más datos del autor y textos del libro en el siguiente enlace de op.cit.: El templo.