Roxana Páez. La isla fosforescente seguido de Diario de la china

La isla fosforescente seguido de Diario de la china
Roxana Páez
La Plata, Pixel Editora, 2021


La isla fosforescente o de cómo corrió la voz poética
(comedia en un acto)


Más fuerte, apuntador escondido

Desplegar todo lo que hay envuelto en una vida.

De entrada. Exterior. Día,
las vacas, el tractor, el olor
de sus tortillas de pasto.

Una manifestación hacíamos,
un gran barullo,
cada una con su cencerro.

En masa, perdíamos el miedo.

Ellos se hicieron a un lado contra los choclos
para vernos pasar con miedo y admiración.


I

Arriba, desde la sombra que le daba la piedra
podía ver la excavación de un cementerio.

La arqueóloga clasificaba restos de vasijas
bajo una sombrilla entre las tumbas.
Eso sucedía en un baldío. Parecía
una chica cobrando la entrada del parking.

Un rey había sido
enterrado con sirvientes y joyas
en ese mismo terreno. El dueño
de la pensión se ve obligado por el gobierno
en bancarrota a pagar la excavación.

Los viajeros cargan el scooter como un burro.
Atraviesan colinas
camino al sur, lavandas, laureles,
pendientes de olivos en ronda.

Saludan otra vez a las vacas.

Y tocamos los movimientos
con cencerros como una banda municipal.

Esos dos dejaron los cascos.
Y anduvieron por una ruta de tierra
solitaria, para llegar a la bahía.


Giorgula la cantora

Pisé una hormiga que me iba a picar. Y entramos en la panadería vacía. Las moscas ya no venían de noche. Detrás de los vidrios pasteles, mazacotes.

Los que brillaban lo hacían con mil hojas de almíbar en las que sería peligroso escribir sin adherirse.

Compramos dos para mañana. El que tenía mermelada roja para las moscas más golosas con pedacitos de nuez oscurecida como cadáveres de ellas mismas enterrados en un mar rojo y cristalino.

Pero todo valía la pena, porque al amasar Giorgula canta. Y ahora todos conocen en la isla sus versiones de las aguas fosforescentes. Algunos hacen unas nuevas y otros quedan anclados, por ellas y por el efecto de los bollos de Giorgula la panadera.


*

El mar hundido entre las islas bajo el peso
de la luna amarilla. El enorme reflejo
lo aplasta y convierte en pantano.

Al día siguiente lala la lala la
laguna se aviva,
es la fosforescencia de las algas adheridas
a las piedras, bajo el agua que se viste con ellas.

Los barquitos parecen los mismos que ayer
desde aquí arriba, como si fueran adornos
y no medios para pescar, motores de las islas.

El mundo rural está desanimado, los burros,
escondidos. Nosotras nos dejamos ver más bien
por el oído cuando el ensamble de campanas
avanza por la noche detrás de las higueras
cercadas con los olivos.

Muchos pastores, algunos hombres del mar
diario habrán realizado su sueño de vivir
de rentas, al menos el verano prolongado
con esas casitas blancas inspiradas
en las casas austeras verdaderas.

Lo que quiso flotar cae o desaparece.
El barrilete de papel, el globo aerostático.


*

Soy la traductora infiel de lo que escribo.

Las acciones del personaje produjeron
efectos inesperados. Al sufrirlos, accede
al conocimiento de lo que ignoraba.

Fortuna, infortunio, ignorancia, saber.


La vuelta

De repente la visión
me sustrajo de los sonidos.
Ya no llegaban hasta mí.

Los cubiertos, la conversación
tendida bajo las guirnaldas
de luces de colores.

La visión de repente


me guiñó un ojo verde,
el otro seguía rojo.

De pronto sólo había
una luz blanca
que se acercaba
como una locomotora


por el agua.

Venía para llevarnos.


*

Ella escribía todo
lo que se acordaba de lo oído

a veces sin ver las letras
ni la hoja

en un ómnibus sin luz
de mala muerte.

Siempre se pregunta qué
se hizo de ese
cuaderno perdido

que nunca pudo leer.



Diario de la china

Donde el diablo perdió el poncho y la liebre y el zorro se dan las buenas noches


La habían raptado los indios,
remontada de los pelos
sobre el anca de un caballo.

Pero su bisabuelo
fue indio también
y había robado durante un malón
su bisabuela.

Sucedidos, vampiros, chotacabras.

Presagios y estrellas.

Sólo habían sido suave las piedras.


Su soledad subrayó
que fue dueña de sus decisiones,


un planeta en éxtasis
diferente de los otros planetas.
Un conjunto de moléculas en movimiento.

Se va. Se raja. Se rompe.

Hace una semana vio
al zorrito violeta
durmiendo al sol
en el campo, después de correr
en su juego mudo.


Hace 14 días vino el vampiro,
le aleteba un hombro
o la abrazaba por detrás,
desaparecía por un zaguán
y reaparecía como un asalto.


Qusiera ser india mala, pero no le sale
como malón. -En buena ley !

Esta larga ausencia como un exilio
es una absoluta presencia

que el tiempo no altera.

El mundo se me esquiva,
reconstruirlo
día a día,
poema tras poema.

Un verso, un día son la misma cosa
si nacés en movimiento.

Vida minúscula, días diferentes, iguales,
voy a levantar su eternidad!

Ya sé que piensan que soy huinca letrada
imitando a una china. Pero no.


Cuando era chica me hechizaba
una palabra que no entendía.

Cuando leí por primera vez
no entendí nada

y eso me deslumbró.

Me alumbró tal cosa!

Los libros son piedras brillantes.

La noche termina en una negra pizarra,

con restos de tiza.
Y encima de la noche,
un renglón luminoso, fulgurante.

No fui a la escuela.
Espiaba.


De cualquier lugar de dónde sea soy
de aquí.

Como flor de panadero. Inútil
preguntar de dónde viene, si se incrusta
ahí. Siendo planta vuela,
siendo autónoma, busca donde posarse
y desaparecer.


En el bosque percibo
el sonido
de las cosas que van a morir,

los preparativos de un nacimiento.


Criatura negra.

La lengua me da las palabras,
sueños, insultos que ponen a girar
la rueda dentro.

Puedo mirar a los gauchos directo a los ojos,

puedo verlos alzados
en sus bestias galopantes.

Nadie me enseñó a montar
pero aprendí, como a leer, nadar y escribir.

Las vacas sueltas en la tierra son palabras
de un mensaje que no entiendo.

Miro sus ojos negros en medio de la angustia blanca.

Un indio borracho se me acerca
vestido con unas plumas de avestruz.

Se queda en silencio,
apenas me sonríe.
Entre las rendijas aparecen los ojos
medio verdes, escupida de mate.
Mezclado con italiano parece.

Cayó piedra sin llover!
a la rueda donde cebo solitaria.


Selección: José Villa


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