Pequeña cosmogonía migrante/ Yuyachkani, Teresa Orbegoso – Zenaida Cajahuaringa

t_yuyachkani_t_orbegoso1Yuyachkani
Teresa Orbegoso (texto) y Zenaida Cajahuaringa (ilustración)
Lima, Perú
La Purita Carne
2015

 

 

 

 Por Carolina Urbano

Después de su tríptico mestizo, Teresa Orbegoso, poeta incansable en la búsqueda de la palabra y la acción poética, nos presenta ahora, en compañía de la artista Zenaida Cajahuaringa, el poemario ilustrado Yuyachkani, término quechua que significa “estoy pensando”. Palabra e imagen nos llevan por caminos de una forma de ver el mundo: senderos hacia territorios que se recorren como si fuera la primera vez, como muchas veces transita el migrante por el país extraño. Por eso, en el intento de recoger en pocas palabras parte del “espíritu” de este  poemario, hablo de Yuyachkani como de una pequeña cosmogonía migrante.
Cosmogonía porque recorre un espacio originario donde se crea, donde se gesta un universo interno, íntimo, en el que siempre está presente el nosotros. Es una cosmogonía en la que en vez del mito está la metáfora, la imagen visual y textual que llega a la poesía. De ahí que se desplieguen tantas posibilidades: la infancia en la que se explora el mundo externo desde los sentidos, desde la pura intuición, pero también el principio de un viaje o un nuevo lugar de residencia. También puede ser la experiencia de un espacio mental en donde nos construimos todos los días un yo y un otro. No puede pensarse otra cosa en la poesía desde que Rimbaud dijo “yo es otro” (je est un autre). Sin embargo, también existe el “mito de la otredad” que se cierne sobre la América conquistada y avasallada por una cultura que en su extrañamiento por lo diferente no pudo ver la belleza. Ceguera que se perpetúa cada vez que el racismo, la discriminación y la xenofobia dejan su ponzoña entre los propios latinoamericanos.
Desde el pensamiento de Teresa esta cosmogonía poética parte de una premisa: si es americana, es mestiza y es migrante. Es el resultado natural de la interacción con lo que nos rodea, de lo que nos mueve constantemente para hacer parte de un todo.  Así, el texto va de lo íntimo al afuera, a los otros mundos que vuelven a espacios subjetivos para construirse recíprocamente. La niña que viaja por Yuyachkani ha caminado por “los muros de los cuatro mundos / Cada raza un mundo/ cada mundo un pozo”. De ahí que nuestro recorrido no sea idílico ni edénico, sino el principio de la complejidad, de la diferencia, de la pluralidad. Tal diversidad clama a la vez por un nombre, una lengua, una patria en términos de geografía, de fauna, de paisaje. Estos son representados a lo largo del poemario a través de colores y matices, de imágenes integradas en una colcha de retazos, con tonos diluidos y trazos concretos que construyen un todo.
El todo está en el fondo negro, que es la oscuridad, que es la nada, que es la ausencia total del color, es decir, de aquello que está por venir. Es el lugar habitado por dios, iluminado por esa “lámpara de sal intermitente”, lugar en donde “los significados nacen muertos / chocando unos con otros”, ahí donde “somos analfabetos”. El fin, la nada, es un constante renacer, de la misma  forma que lo pensado ya estaba inscrito en nuestros cuerpos, porque hace parte de la historia y la naturaleza colectiva. Por eso pensar también es recordar, así termina el poemario: “Yuyachkani / estarás recordando”. Por  el amplio  espectro del recordar podemos llegar  al mito originario: la  niña, adolescente o mujer, protagonista de Yuyachkani, está acompañada de mariposas, iguanas, gallinas, y en esta convivencia con lo animal, también es trasportada por un humano-pájaro y otras aves cuya presencia nos hace pensar en Inti, el pájaro-mago que el dios Viracocha llevaba consigo.
En la poesía de Teresa hay palabras que respiran por los tejidos más profundos de lo latinoamericano: tierra, carne y fiesta. En un mundo que  quiere diluir las fronteras desde lo virtual, lo incorpóreo, ella prefiere el reconocimiento desde la piel, pues es la raza que se lleva, la palabra que se pronuncia y el gesto que se baila, la experiencia en donde realmente podemos hablar de nosotros.

 


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