Acerca del libro Rosa (Buenos Aires, Gog y Magog, 2021), que reúne la obra poética de Roberta Iannamico. Agregamos una breve selección de textos.
Por José Villa
Y la tinta
sangre del corazón del alma
hecha con humo
directo linaje del fuego
R.I.
(El escritorio de la naturaleza). Rosa, segundo nombre de Roberta Iannamico, y en cierto modo color u objeto insignia de inmediatez romántica, reúne textos de la poeta nacida en Bahía Blanca, cuya obra se distribuye también entre la literatura para las infancias y la música. En este caso, la compilación excluye los formatos de la canción o de la literatura con alguna maquetación pedagógica, y abarca los libros que la ubicaron o que, mejor dicho, construyeron un espacio de la poesía de los años noventa. No es la ocasión abundar sobre las características de la poesía argentina de aquellos ya lejanos años, pero cabe decir que la obra de Roberta se sumó a la de otras autoras que engrosaron una línea de arte expresado en yoes menores, filosos, extraños, excéntricos, que irrumpieron con un aire naif, paralelo o reactivo o excedente respecto del orden acostumbrado de la poesía; y que contribuyó al afianzamiento del movimiento poético de Bahía Blanca. Radicada en Villa Ventana, un pueblo cercano a Sierra de la Ventana y a unos kilómetros de Bahía Blanca, Roberta toma esta ubicación semirrural por principal referencia. Esto no resulta en una oposición a las poéticas urbanas e historicistas de sus colegas bahienses sino en un despliegue hacia otros sentidos y zonas. La mirada de Roberta hacia el entorno marca diferencias; de hecho, cuando en sus poemas aparece una urbe, esta se parece más a Buenos Aires (ciudad donde vivió unos cuantos años) que a Bahía Blanca. Su imaginación y su reconocimiento se encuentran de inmediato con la naturaleza, su escritorio. Ahora bien, ¿qué clase de naturaleza? Una naturaleza animada, hermosa, que compensa en buena medida los límites propios de una mujer de estos tiempos sin sueños. Aquí es donde aparecen sus personajes del yo: la payasa, la loquita, la linyera, la princesa que tiene una corte hecha de animales, plantas y amigas luminosas (Patri (un personaje que se puede rastrear en sus libros, como en una novela)). Estos personajes son el correlato del arte de hacer poesía con todos los elementos disponibles porque todos, a la luz del sol (o de la verdad), resultan nobles y a la vez plebeyos. En definitiva, ¿de quién son las cosas, o la poesía, o la felicidad? Basta con leer cualquiera de sus poemas para asistir a una respuesta:
Dije chau
Dije chau
y me fui a vivir a las lechugas
con esas sábanas
el camisón
no vale la pena
suave
rugosa
la lechuga
tierna
fresca
es un hogar
ideal para el verano
verde claro
con transparencias
permite que pase
la luz del sol.
Este poema, uno de mis preferidos, esboza algunos de los principales temas de Roberta: la despreocupación necesaria, la casa, el sol, el gusto que proporciona el mundo sensible; pero principalmente plantea una economía de desproporciones, donde la persona es más pequeña que las cosas que nombra y su anatomía igual de fresca y salvaje; irse, en este caso, implica mudarse a un espacio, ante todo placentero y bello (poético), en el que lo humano y el fruto de la naturaleza están absolutamente, y estéticamente, ensamblados. Con este orden se corresponde la modelación del poema. En realidad, casi toda la poesía de Roberta se muestra resuelta en la medida en que el texto fluye; cada verso podría ser el título o la conclusión o el inicio de otro poema: rectos, en su mayoría breves, casi con total prescindencia de puntuación. El resultado es el de una poesía que a través de sus medios fotográficos y escénicos produce un objeto que casi hace olvidar la voz y la letra que la presenta, y se ofrece visual, con efectos lumínicos que dejan pendientes muchas respuestas acerca de su funcionamiento: mágico, natural, maravilloso, en un cuadro que permanece allí dispuesto para la contemplación.
(Solo un poco de teoría). Roberta Iannamico parece decirnos: es más fácil de lo que ustedes creen. El poema se escribe en la memoria, y los objetos que lo integran se van acomodando mientras maduran en el tonel del tiempo, en la mente de la compositora y en la tinta de la birome. Son partes y sustancias de un mismo cuerpo. El objeto poema transfiere este proceso interno a la interioridad de la lectura; de ahí que la cosa se manifieste tan cristalina y poco mensurable, lo que deja un fundido en blanco entre el poema y el lector. Eso genera cierto conflicto o inquietud; el lector queda librado a sus propias respuestas para completar lo que ya está completo, y a su vez debe necesariamente completar lo que ya está completo. No hay conceptualización que lo amolde: ¿cómo una cosa de contornos tan definidos puede de pronto no amoldarse? Hemos caído en una toma, la toma Iannamico. El lector quiere justificar la iluminación del poema creyendo que este puede ser apuntalado y explicado con un socorrer de experiencias personales y abstracciones. Así, la imposibilidad de describir la sencilla infinitud de la poesía deriva en un obsesivo y trivial fracaso. No hay argumento ni teoría que al poema le siente bien si la idea que los sostiene no llega de alguna manera a repetirlo, y a entrar de ese modo en el corazón de la cosa. No será un gran resultado en cuanto a la producción de otro lenguaje, pero habremos entrado y estado en su lenguaje, y eso es lo otro y lo propio, y eso es mejor (¿o no?); o al menos sabremos que no tapamos los objetos que habitan la escena, que no nos aturdimos con imágenes que están mejor dichas ahí, en la nada concreta de la frase y los objetos que la componen:
El baldío es abierto como un mar
lo cruzamos yo y mi amigo
el burro por delante
pinchan los yuyos en las patas sin medias.
Se ve todo, todo está expuesto con su inocente desnudez. La imaginación es un espacio de límites difusos gracias a la sensualidad que la posee. ¿Cómo ocurre este fenómeno? Retomo, por una química interior que dispone los elementos en un orden que va dejando caer las sílabas no necesarias y performando el poema. Por eso después vemos un mundo sólido que se amolda a los sensores de nuestra percepción, lo que produce una luz persistente, que en su constancia no deja de accidentar una suerte de escándalo. A la vez, ese proceso interior queda ocluido por la luz y los tonos de las superficies. El efecto ilusorio del poema termina anteponiéndose real. Roberta es una escritora de “poemas”, unidades poemas, cosas-poemas; esta manufacturación de la escritura precisa ciertos límites o géneros, que hagan a su modo ubicable el producto; podemos reconocer de inmediato algunos de esos recortes; el texto literario infantil (con el que la composición de Roberta no intenta diferencias ni similitudes, más bien se trata de una ulterior disposición de formatos), el guiño abiertamente romántico, el relato maravilloso, forman series; lo cual puede verse con claridad en los textos de Mamushkas; el juego de la repetición y de la miniatura le da espacio a razonamientos y personajes fantásticos:
Las mamushkas se callan cuando deberían hablar
no pueden parar el murmullo que las habita
nadan en el rumor
de las hijas creciendo
(Pero además) Después de leer estos versos, uno no puede eludir que la poeta es la última y primera forma, y que su voz se recoge del murmullo del lenguaje, anteponiendo silencio y gestando escritura. Y que los poemas de Roberta, más que en el orden de lo dicho o lo escrito, se basan en las acciones que la escritura provoca, en el lenguaje propio de ese cuerpo.
Rosa, selección de poemas
Hacer letras
fonemas
que tocan cosas
forman nombres
hasta en broma se nombra
hasta las sombras
que son alfombras
bajo los pies
Comparsa duodecasílaba
Rivadavia por el medio de la calle
escarapela a su lado muy oronda
rivarola con verdura de su huerta
zanahoria muy esbelta lo acompaña
salamandra con su fuego canta un mantra
se contagian y les siguen en la marcha
Inesita la vio
o por ahí la oyó
en la estación de servicio
abajo del tacho de basura
la mariposa
tenía un ala rota
y más llamaba la atención
más que sus alas
su cuerpo negro
con lunares blancos perfectos
la llevamos a una planta
para que pase el resto del día
¡un tacho de basura
no es lugar para una mariposa!
cuando entramos al baño
de la estación
mirándose al espejo estaba
una mujer con vestido ajustado
negro con lunares blancos
con Ine nos miramos
disimulamos
Felinezco
La nieta y la sobrina
vistiéndola a Lina
muerta
en la habitación
de su vieja casa
le ponían su ropa preferida
la perfumaban
mientras
había que llenar papeles
mientras
iban cayendo parientes
casi a la vez llegaban
las pizzas y el coche fúnebre.
La mamá de Nati
Estaba cosechando algodón
el día que cumplió 15
de pronto se encontró
una sandía
en medio del algodonal
la partió
roja
dulce
se la comió
sola
ni una nube en el cielo.
El rescate
¿Sobredimensiono?
las nubes tiemblan de frío
atrapadas por el agua
una hormiga está perdida
anda sola por la piedra
dos más vienen al rescate
¿la encontrarán?
Suspiro
Cuánto pesar
dicho así
con una voz suave
pero profunda
así quiero empezar un poema
que hable del viento
soplando sobre el pasto
no de mí.
Las cosas
Siempre con las cosas
la ropa
los platos
los huevos duros
el agua de la canilla
los juguetes tirados
lo caliente
lo frío
lo suave
lo pesado
las cosas que entran
en una mano
eso es lo que tengo
para armar un mundo.
Diego Lamb
Me mostró
todo lo que tenía
sus discos
sus cuadernos
sus instrumentos
su casa
su abuela
su padre enfermo
su corazón abierto
cantó
con voz de pastor
con voz de otro tiempo
amenazaba tormenta
el cielo cubierto
pero un rayo de sol
se las ingenió
para dar justo sobre él
starosta
el idiota
lloré
cuando lo recordé.
Camino
Hacía su camino
montada en una vaca
las manzanillas del pasto
le parecían estrellitas
pequeñas preciosuras
puestas para adornar
un viaje tan lento.
Tarde
el coro de los grillos
y el de los pájaros se juntaron
la música electrónica
y el arte dramático
¿que tiene este momento de raro?
en la última luz de la tarde
bailan moscas locas
¿oyen otra cosa?
pero hay un silencio
que viene del sol
¿tan libre te sentís
por estar en camisón?
Más textos de Roberta Iannamico en op.cit. «Los niños y las niñas aman la poesía», entrevista, por O. Aguirre / «Tendal», poemas