Por qué me gusta. Recomedaciones de libros, 2016

Colaboradores e invitados del staff de op.cit. resumen los libros del presente año y de fin de 2015. Lejos de la intención del ranking o del abuso estadístico, el motivo es la fundamentación del gusto por parte de asiduos lectores de poesía y la promoción de ciertas obras. Una muestra de los textos mencionados puede consultarse aquí.

 

Osvaldo Aguirre

  • El hada que no invitaron. Obra poética reunida 1985-2016, Estela Figueroa, Buenos Aires, Bajo la luna, 2016
  • Al final del muelle, Inés Aráoz, Buenos Aires, Leviatán, 2016
  • La altura, Laura Wittner, Buenos Aires, Bajo la Luna, 2016
  • Contradegüellos. Obra reunida, Francisco Madariaga, Paraná, Eduner, 2016
  • Prolegómenos, mamotretos y reluctancias (ed. de Federico Barea), Mariani, Buenos Aires, Instituto Luchelli Bonadeo, 2016
  • En la colonia agrícola, Santiago Venturini, Rosario, Ivan Rosado, 2016
  • Para dejar constancia, Lucas Gómez, Buenos Aires, Qué diría Víctor Hugo?, 2016

 

El hada que no invitaron, de Estela Figueroa, reúne tres libros publicados y otro inédito y permite conocer el conjunto de una obra notable, que Figueroa sostiene desde un lugar deliberadamente marginal, desentendido de la sociabilidad literaria. Al final del muelle, de Inés Aráoz es una buena muestra de otra obra extraordinaria, mucho menos conocida, que incluye quince libros, desde La ecuación y la gracia (1971), y que todavía no ha sido observada en toda su dimensión. “Uno que busca de tal manera el poema, es uno que vive en lo secreto”, dice Aráoz en un pasaje que puede aportar una clave respecto de su pensamiento. El libro incluye traducciones de Gógol (un bellísimo pasaje sobre el río Dniéper que revierte inesperadamente en una comparación) y Dylan Thomas, no al final, como suele ser en el caso sino con los poemas y remite a algunos de sus núcleos de sentido, como la experiencia amorosa, la pérdida, el viaje y la reflexión sobre la propia poesía. La altura, de Laura Wittner, es otro gran libro del año. Si hasta ahora pensábamos que era una de las grandes poetas de los 90, creo que con este libro ya se ubica en otro plano, simplemente entre las y los mejores poetas argentinos contemporáneos.
Entre los rescates para mí descollaron Contradegüellos, la extraordinaria edición de la obra Francisco Madariaga, bajo la dirección de Roxana Páez y Prolegómenos, mamotretos y reluctancias, edición de Federico Barea (Instituto Luchelli Bonadeo), que recupera la poesía de Mariani, una figura olvidada de la vanguardia de los 60. Contradegüellos supone un acontecimiento para la literatura argentina, no solo como rescate de una obra sino también como ejemplo de tarea editorial. El dispositivo crítico, el seguimiento exhaustivo de los poemas y la inclusión de materiales heterogéneos (hasta las canciones de Gardel en una grabación casera de Madariaga) convergen en función de producir nuevas preguntas y formas de comprensión para los textos. Un verdadero ejemplo de tarea editorial. Prolegómenos… constituye otro acontecimiento; Mariani proyectó este libro a mediados de los 60, intentó publicarlo sin suerte y posteriormente los textos (y toda su obra) quedó en parte dispersa en publicaciones de muy difícil hallazgo y en parte perdida. El trabajo de Barea me parece también ejemplar respecto de qué hace un editor.
Entre los autores más jóvenes destacaría En la colonia agrícola, de Santiago Venturini (Ivan Rosado), un libro muy logrado de poesía narrativa, que por su mundo de referencia se recorta de alguna forma irónicamente sobre la figura y la poesía de José Pedroni; y Para dejar constancia, el primer libro de Lucas Gómez (Qué diría Víctor Hugo?), un conjunto de poemas que reelabora una experiencia muy fuerte a través de una poesía despojada, precisa y finalmente sugestiva y potente. Y me estoy olvidando de otros, pero se me terminó el espacio que asigna Op. Cit. para esta encuesta.

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Mercedes Alvarez

  • Kyrios, Diego Roel, Capilla del Monte, Editorial detodoslosmares, 2016
  • Luchemos x la ida, Walter Godoy, Buenos Aires, Milena Caserola, colección Ultra Cool, 2016

 

Kyrios, de Diego Roel. ¿Hasta qué punto es posible leer este libro desde el presente? Curiosa pregunta para un libro escrito en 2016. Desde el propio título que los reúne, Kyrios es una invocación. Roel nos sitúa en un tiempo remoto: el siglo IV, y le presta su voz a Madres, Padres, anacoretas y ermitaños. Si, como sugiere Roel a través de la cita de Rimbaud, «los anacoretas son artistas que el mundo ya no necesita», escribir un libro sobre ellos parece afirmar lo contrario. «En estos poemas hay un eco político, una pequeña asimilación al cansancio respecto de las cosas e instituciones que las sociedades crean y que suponen una amenaza para la verdadera vida», dice Gerardo Burton en su magnífico prólogo. ¿Pero qué es para Roel la verdadera vida? Puede que lo que esté hablando en las voces de todos estos hombres y mujeres del pasado sea la necesidad de olvido, el ruego silencioso por integrarse al paisaje, por ser uno con la Naturaleza y con Dios. En definitiva, ser el desierto mismo. Operación política, sí, pero en este caso en contra del cuerpo como fin. El cuerpo entonces, recuperado como medio para alcanzar otra cosa. El cuerpo que por fin se rompe (el cerco de la carne, como en uno de los poemas) para que nosotros recordemos.
Luchemos x la ida, de Walter Godoy. Si es posible construir un libro ecléctico y lograr que funcione como un todo, puede decirse sin lugar a dudas que Walter Godoy lo consigue. Hijo de su tiempo (el de los zombies, el de la ciencia ficción), Godoy es heredero voluntario de cierta poesía popular que tiene por referentes a poetas como Vicente Luy. Personajes marginales, un Cristo drogadicto pero no por eso menos Cristo (tan humano como divino), Godoy da por hecho que casi cualquier cosa puede ser poesía.  El tono es coloquial, pero a la vez lírico («yo también debería marchar/ ofrecer mi corazón/ a todas las vacas/ y a todos los cerdos/ en cuya muerte colaboré»). El escenario es salvaje, y es el escenario es político: «Labores de vosotras», por ejemplo, una de las cuatro partes de que se compone el libro, plantea un escenario callejero donde la «changa» está a la orden del día y los desesperados habitan los subterráneos. Sin embargo, lo que importa es el yo: la visión de este hablante que encuentra objetos por casualidad y hace poemas con publicidades de antiguas revistas femeninas. Podría pensarse que Luchemos x la ida es un rejunte de poemas, pero no lo es: es una declaración de principios y una aguda mirada sobre lo contemporáneo, sobre la yuxtaposición, sobre la manera en que absorbemos el material a nuestro alrededor. A imagen y semejanza de una biblioteca construida de cualquier manera, como la del poema «Mi viejo traía libros»: «no importaba el título/ ni el diseño/ traía a montones/ y así armamos/ nuestra primera biblioteca».

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Jorge Aulicino

  • Poesía Completa, Aldo Oliva, Editorial Municipalidad de Rosario, 2016
  • La extraña trayectoria de la luz. Poemas reunidos: 1983-2013, Jorge Fondebrider, Buenos Aires, Bajo la Luna
  • Abril, Daniel Freidemberg, Buenos Aires, Barnacle, 2016
  • Cabeza de artista, Miguel Gaya, Buenos Aires, Ediciones en Danza, 2016
  • El hada que no invitaron. Obra poética reunida 1985-2016, Estela Figueroa, Buenos Aires, Bajo la Luna, 2016
  • El que vuelve a ver, Santiago Sylvester, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2016
  • Famiglia, Ignacio Di Tullio, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2016
  • Ajab, Alberto Cisnero, Buenos Aires, Barnacle, 2016
  • Eco del Parque, Romina Freschi, Buenos Aires, Juana Ramírez Editora, 2016
  • Psiquis anatómica, Marina Serrano, Buenos Aires, Ediciones en Danza, 2016
  • Orillos, Alicia Silva Rey, Buenos Aires, Barnacle, 2016
  • Un cardo ruso, Carina Sedevich, Córdoba, Alción Editora, 2016
  • Geometría o angustia, Diego Bentivegna, España, Pre-Textos. 2016
  • Versiones del Paraíso, Carolina Esses, Buenos Aires, Ediciones del Dock. 2016
  • Ahora, Griselda García, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2016
  • Sin órbitas, Valeria Cervero, Buenos Aires, El Ojo de Mármol, 2016
  • El largo aliento, Diego Colomba, Córdoba, Alción, 2016
  • Canto de las Hespérides, Rubén Ríos, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2016
  • Caja de fotos, Silvio Mattoni, Mendoza, Bruma Ediciones, 2016

 

La contundencia y la brevedad conviven en los libros de poemas -de autores de distintas generaciones- que se editan en la Argentina. Y hay un tercer elemento, que convive a veces en tensión que no es conflicto con los anteriores: la complejidad. No necesariamente la transparencia es simple. Pero en muchos casos la complejidad de la idea, por las asociaciones que establece un verso, un sustantivo, un adjetivo, es incitante antes que desalentadora. Es una complejidad seductora, llamativa, vital. No sé si debe la poesía de un país, de una aldea, unificarse en un solo estilo o modo de concebir no solo la forma -versos rimados o no, cortados o trozados, derramados o acomodados en fila- o el contenido -recato, un cierto distanciamiento-, porque todo lo que unifica, poda-. Pero cierto es para mí que al menos un rasgo comparten los poetas que cito. Y es ese: el juego de complejidad-transparencia. Fuera de esto, son diversos en sus motivos, en sus intenciones, en lo que llamaríamos tema. Eso en lo que a mí respecta es el saldo que me dejan las lecturas del año, que de más está decir, no incluyen, ni de lejos, todos los libros de poesía que se publicaron, ni siquiera un porcentaje considerable. Como universo estadístico, ofrecen un margen de error muy amplio. No sirven más que para establecer una opinión, una evaluación arriesgada -y sesgada-.

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Silvia Castro

  • Marea Solar, Tom Maver, Córdoba, Alción, 2016

La imprevisibilidad del ingreso de los grandes paisajes y los grandes temas en un tono introspectivo, que rehuye el melodrama, pero lleva consigo el dolor de lo vivido. Distribuye el poema ese contenido como una bitácora de vuelo que nunca se detiene; se trata de una poética en tiempo real, con poco lapso de espera, pero trabajada con materiales templados en la experiencia.

  • Maratón, Leandro Llul, Buenos Aires, 27 Pulqui, 2016

La contemplación adjetivada, compuesta como un bordado,  la brevedad que tensa un informe minucioso y fascinado de elementos simples: vacas en un camión, sauces, canarios, un faro, el camping del Sindicato de Camioneros. Un libro diferente de los anteriores, que vuelve de las búsquedas  a concentrarse en la experiencia, como se abren las mochilas al volver de los viajes y se acomoda en los estantes todo lo aprendido.

  • El cielo una sola vez, Dolores Etchecopar, Buenos Aires, Hilos Editora, 2016

Un libro celebrado por toda la comunidad poética por el reingreso de esta autora luego de varios años sin editar. En palabras de Mónica Sifrim en este libro encontramos “una ética de la forma para trabajar los textos hasta la extenuación, sin atajos, golpes bajos, ni trampas”.

  • Pueblo, Julia Magistratti, Buenos Aires, La Gran Nilson, 2016

Hay un canon de elementos de la infancia y del vivir lejos de los grandes centros urbanos que despierta instantánea empatía en el lector: el ombligo de las naranjas, los tesoros dejados a merced de las gallinas, los alguaciles en los parabrisas, los gallos en la madrugada. Un canon indiscutido aunque ya lo suficientemente transitado como para que volver sobre él sea un desafío. La poeta mueve esas piezas con nuevos procedimientos que son los de una voz que nace del poema. No hay composición, hay irrupción de lo poético en un fluir del recuerdo, el pensamiento, el balance, el dolor.

  • Usted no viaja asegurado, Franco Rivero, Editorial DeAcá, Villa Mercedes, 2016

Franco Rivero dice “me crié en un ambiente sin libros. La poesía llegó primero, las/os poetas llegaron muchos años después.” Antes de que pudiera conocer el amor, el dolor, la infancia y el crecimiento como tópico, esta voz cumple el deseo de “que la inocencia le valga”. Aumenta en valor en tanto conserva una candidez que no es intemperie sino caja de herramientas. El punto de toque entre la experiencia más nimia y los temas universales es constante en la poética de este autor, con un lenguaje austero y rico a un mismo tiempo.

  • Rastrojero, Cipriano Lavalla, Sartén Ediciones, 2016

La gauchesca en los tiempos de Hilux, en la mirada provocadora de este poeta de Ayacucho, prolífico y arriesgado. Un desparpajo temático y formal digno de prestarle atención.

  • Maneras de ver morir a un pájaro, Alejandra Correa, Buenos Aires, La Gran Nilson, 2016

Parte de un prefacio en el que una noticia da cuenta de la muerte de 5000 mirlos en Arkansas por motivos misteriosos: un virus, experimentos militares, cambio climático, agroquímicos… o de miedo. La poeta por medio de un collage de distintos planos de sentido, pone en sintonía su mundo interior con geografías cercanas y lejanas. El trabajo del escritor y el de la muerte coinciden por momentos en una caída en vertical muy parecida al vuelo.

  • La risa huérfana, Ariel Williams, Buenos Aires, Hilos Editora, 2016

Un llano en llamas producidas por el arte de correr. Una minuciosa descripción de la huída, sus órganos vitales, su sonoridad y sus silencios, a una velocidad que permite apreciar paisajes que de otro modo resultarían invisibles. Quietudes para un ojo que mira sólo lo desplazado.

  • Tokio, Patricio Foglia, Buenos Aires, Caleta Olivia Ediciones, 2016

Un Oriente alejado del kitch de las estampas japonesas, un Japón que podría ser Lugano, Quequén o Ing. White. La mirada sencilla, pero puntual y cuidada, toma nota con ojos que no son de turista. Algo se duerme y se despierta en lo que describen estos poemas, y cuenta lo ocurrido en el breve lapso en que no están.

  • La cura, Claudia Masin, Buenos Aires, Hilos Editora, 2016

Poemas que, desde una primera persona del plural, intentan hablar por todos y con todos los registros de temas que son de común responsabilidad, o bien, de debilidades comunes. El resultado es el de una letanía en el que las voces se vuelven una y muchas, o cambian de dueño a medida que el otro es uno y viceversa. Podría ser un libro sin autor, quizás esa es su ambición máxima.

 

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Valeria Cervero

  • El cielo una sola vezDolores Etchecopar,  Buenos Aires, Hilos Editora, 2016
  • La risa huérfanaAriel Williams,  Buenos Aires, Hilos Editora, 2016
  • Versiones del paraísoCarolina Esses, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2016
  • AjabAlberto Cisnero, Buenos Aires, Barnacle, 2016
  • El largo aliento, Diego Colomba, Córdoba, Alción, 2016
  • Falla en el instante puro, Carlos Barbarito, Buenos Aires, Botella al Mar, 2016

Podría mencionar más títulos que los que incluyo acá, pero eso haría demasiado extensa mi participación. Aunque realmente creo que hay varios libros más para recomendar dentro de lo publicado este año. Aclaro también que me limito estrictamente a 2016 (dejando de lado traducciones y reediciones) para no complicar más la selección, y que opté por elegir una serie de libros que muestran diversidad de voces, editoriales y lugares del país, así como la novedad dentro de la obra que vienen produciendo ciertos autores. La falta de esto último hizo que no me decidiera por algunos otros libros indudablemente muy bien escritos.
El cielo una sola vez, de Dolores Etchecopar (CABA), es una obra que nos enfrenta al “peligro del rayo” desde el principio hasta el final. Sin escaparle a las sutilezas, resulta un libro poderoso, que apuesta a la fuerza y precisión de las imágenes. Uno de los más solidos de comienzo a fin.
En La risa huérfana, Ariel Williams (Trelew/Puerto Madryn) vuelve a presentarnos un mundo original, único, como en Los fronterantes y Discurso del contador de gusanos, pero sin repetirse. La solidez a la que nos tiene acostumbrados Williams va acompañada de una nueva búsqueda en lo formal (al poema en prosa, ya visitado en Discurso…,  se le suman textos híbridos, entre la prosa y el verso) y un nuevo imaginario, que podría resumirse como “creo que no sé a dónde voy/ pero sé lo que estoy haciendo”.
Versiones del paraíso, de Carolina Esses (CABA), nos muestra lo mejor de las imágenes sosteniendo múltiples versiones del amor o la fragilidad de las hojas a punto de desaparecer.
Ajab, de Alberto Cisnero (La Matanza/CABA), es una muestra del recorrido de uno de los poetas que más me interesan en los últimos tiempos; en este caso, por su parodia y a la vez celebración de la tradición, como marca Aulicino. Una vez más, Cisnero vuelve a recordarnos que “callar no irruye el límite de la materia”.
El largo aliento, de Diego Colomba (San Nicolás/Rosario), es un giro importante en su poesía. El poema en prosa o el uso del verso de largo aliento abren otras posibilidades a las imágenes de un libro que se presenta parejo en toda su extensión.
Falla en el instante puro, de Carlos Barbarito (Pergamino/Muñiz), es un ejemplo de la “razón para rarezas y milagros”. Tiene la sabiduría de las preguntas, que van estructurando dudas y reflexiones, pero sin abandonar el peso de la belleza.

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Diego Colomba

  • Abril, Daniel Freidemberg, Buenos Aires, Barnacle, 2016
  • Ajab, Alberto Cisnero, Buenos Aires, Barnacle, 2016
  • Ancora, María Lanese, Buenos Aires, Huesos de jibia, 2015
  • Casa de viento, Marta Ortiz, Córdoba, Alción, 2015
  • Corredores en el parque, Jorge Aulicino, Buenos Aires, Barnacle, 2016
  • Cosmorama (versión digital), Alejandro Méndez, Determinado Rumor, 2015
  • Diario del regreso, Edgardo Zotto, Rosario, Ivan Rosado, 2015
  • Escombro, José Villa, La Plata, Club Hem, 2015
  • Eurythmics (versión digital), Pablo Gabo Moreno, Determinado Rumor, 2016
  • La casa de la niebla, Elena Anníbali, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2015
  • La curva de Ebbinghaus, Carolina Musa, Rosario, Baltasara Editora, 2016
  • La tierra de los mil caballos, Gabby de Cicco, Rosario, Baltasara Editora, 2016
  • Mi pequeño acto privado, Griselda García, Buenos Aires, Barnacle, 2015
  • Pueblo, Julia Magistratti, Buenos Aires, La Gran Nilson, 2016
  • Que parezcan sirenas, Nora Hall, Buenos Aires, Papeles de Boulevard, 2015
  • Testigo infiel, Alfredo Luna, Buenos Aires, Ediciones en Danza, 2015

 

Estos libros están ordenados alfabéticamente por el título. Son los libros que leí y me gustaron mucho: tal vez no haya leído todavía el mejor libro publicado en 2015-2016 (son muchos los libros y poetas que aún no he leído). Los libros pueden ser más o menos felices, más o menos arriesgados. En todos reconozco la consistencia inobjetable de una voz, aun cuando algunas voces parezcan habitar mundos diferentes si atendemos a sus temas, a su retórica o a su lugar enunciativo. A continuación menciono, sin ánimo reduccionista, algunos de los rasgos que emparientan algunas voces: la imaginación intensa con la que lo vital perturba el equilibrio formal (o la norma gramatical) del texto (Anníbali, García, Cisnero), la respiración sutil y sugestiva del poema (Zotto, Lanese, Ortiz, Hall), la rudeza emocional del canto (Magistratti, Luna), la potencia para adherir a las mitologías del presente y abismarlas en su interior (De Cicco, Méndez), la atención a la materia y la búsqueda de lo sagrado en el mundo (Villa, Freidemberg, Moreno), la obstinada tensión melancólica del verso (Musa, Aulicino).

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Lorena Curruhinca

Fueron muchos los libros que me gustaron y pude leer este año. Los modos de circulación siguen siendo una clave para pensar en posibles recorridos y elecciones.
Voy a nombrar a tres en particular, pero hay otros autores y editoriales que merecen que nos detengamos ahí: Joaquín Valenzuela, Romina Arena, Kako (Punta Alta), los libros de Simulcoop, Valeria Cervero, y claro, dos autores que editamos en Colectivo Semilla: Jorge del Valle y Verónica Pérez Arango.

  • Para dejar constancia, Lucas Gómez, Buenos Aires, Qué diría Víctor Hugo?, 2016

Lucas trabaja con una poética tan auténtica, sin pretensiones; una que expone todo lo posible desde una experiencia dolorosa y aún así hay un lugar donde la escritura actúa desde lo biográfico como proyección metafísica.

  • Ensayo sobre las lágrimas, Karen Garrote, 17grises editora, Bahía Blanca, 2016

Hay un tono eficaz en todos los poemas, un gesto desde lo frágil; un movimiento que necesita tanto del cuerpo como del lenguaje para aproximarse.

  • Las causas del desconcierto, Fabián Iriarte, Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2016

Un libro que tiene cierto tono impasible para trabajar con la materialidad de lo desconcertante, que es tanto el entramado de las cosas como del poema.

 

Marcelo D. Díaz

  • Orientaciones invisibles, Carlos Surghi, Córdoba, Dianus editora, 2016

Un libro que funciona como un ensayo de la lectura donde el lector se textualiza y se integra a lo leído en un mismo plano. Leer implica realizar un recorrido solitario a través de campos de sentidos, para el caso, el universo se completa con heladas, inviernos interminables, trineos, exploradores que han perdido su brújula y huellas en la nieve que borran cualquier cartografía posible y que nos devuelven a un estado conocido y familiar de la soledad.

  • El hada que no invitaron. Obra poética reunida 1985-2016, Estela Figueroa, Buenos Aires, Bajo la luna, 2016

Hacía años que buscaba libros de Figueroa, en casa sólo tengo La Forastera, la poesía reunida la esperaba hace tiempo, hay versos que son de un resplandor, como No me sostengas que no voy a caerme./Sólo se caen las estrellas fugaces/y yo –te dije– /quiero permanecer  que leo y releo y anoto a los costados del texto con una caligrafía infantil: “gracias”. Una escritura que a medida que crece en intensidad y en profundidad encuentra nuevos lectores.

  • En la Colonia Agrícola, Santiago Venturini, Rosario, Ivan Rosado, 2016

Son poemas que borran, al igual que en Estela Figueroa, las fronteras entre las geografías del interior y la capital. Por momentos una suerte de bildungsroman, un relato de aprendizaje en localidades pequeñas de la llanura atravesadas por las simetrías: soja en las banquinas seguida de la infinita sucesión de camiones de carga, silos, tranqueras; las voces y los roles familiares que se heredan de generación en generación, y todo percibido como desde afuera, desde otro continente.

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Celeste Dieguez

Este año pese a las adversidades que tuvimos que sortear a todo nivel, se editó muchísima poesía y surgieron un montón de nuevos proyectos editoriales super prometedores. No voy a hacerme la neutral ya que sería mentir descaradamente, porque como es de público conocimiento, estoy perdidamente enamorada de los libros de poesía 2016 de Club Hem Editorxs;  a saber:

  • Carlinga, María Eugenia López y Javier Norambuena, La Plata, Club Hem, 2016
  • Paseante y Huésped, Liliana Ponce y Piezas del tonto, Reynaldo Jiménez, La Plata, Club Hem, 2016

Un  libro que me conmovió  y que en cada lectura me queda resonando es

  • La cura, Claudia Masin, Buenos Aires, Hilos Editora, 2016

Un libro que me llamó  mucho la atención por  su sutileza y detalle es:

  • Pañuelo de perro, Sebastián Morfes, Buenos Aires, Caleta Olivia Ediciones, 2016

Otro libro que estuve esperando este año fue:

  • La cuestión del pellejo, Mónica Rosemblum, Buenos Aires, Alto Pogo, 2016

Allí trabaja con  la complejidad de algunos vínculos y su persistencia  a través del tiempo.

Esos son solo algunos de mis hits, pero hay muchos más:

  • La patada del chancho, Horacio Fiebelkorn, Buenos Aires, Zindo y Gafuri, 2016
  • 31 poemas, María Salgado, Rosario, Ediciones Danke, 2016
  • Morir delante de mamá y papá, Juana Roggero, Buenos Aires, Viajero Insomne, 2016
  • La discrepancia, Caro García Vautier, Buenos Aires, Juana Ramírez Editora, 2016
  • Eco del parque, Romina Freschi, Buenos Aires, Juana Ramirez editor, 2016
  • Un método del mundo, Mariela Gouiric, Buenos Aires, Blatt y Rios, 2016
  • Poesía recuperada, Naty Menstrual, Buenos Aires, Zindo y Gafuri, 2016

Ocupando el  lugar  deseante de lo aun no leído, uno que pinta lindo y que espero será una adquisición  estival:

  • En todas las cosas la niebla, María Lucesole, Paraná, Editorial Gigante, 2016

 

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Rodolfo Edwards

  • La patada del chancho, Horacio Fiebelkorn, Buenos Aires, Zindo & Gafuri, 2016

La patada del chancho es corta, dada la escasa extensión de sus extremidades. Pero los poemas de La patada del chancho de Horacio Fiebelkorn pegan patadas de karateca lungo, parten trozos de madera al primer intento, no hacen las paces con nadie y remueven el avispero. Nos cuenta Fiebelkorn, prologando la primera sección del libro titulada “La máquina de Markov”, que “la cadena de Markov es una ecuación que predice las estructuras de la oración, y es el algoritmo que usé para armar este Frankestein. Se trata de una herramienta, adosada a las redes sociales, que genera frases a partir de cosas ya escritas”. Develando el método, enseñando el truco, Fiebelkorn da en la clave de la esencia de toda poesía que no es otra cosa que un diálogo permanente entre lo que se escribió y lo que se escribirá. La poesía es una cadena infinita que supo predecir Lautréamont, el conde uruguayo que dijo que “la poesía debe ser hecha por todos”. Hay otras secciones del libro realmente encantadoras como la cáustica “Cuca’s blues», una oda a esos insistentes bichitos que hiciera famosos don Kafka y el imperdible “Cadena”, un mantra que seguramente los ayudará a cambiar la suerte.

  • O Killed, Daniel Quintero, Buenos Aires, Textos Intrusos, 2016

O Killed de Daniel Quintero recoge el aliento y los tonos de la gran tradición de la poesía social argentina. Bajo la admonición hernandiana de “cantar con jundamento”, Quintero se desliza sobre sus palabras desde lo confesional de la intimidad familiar (el caldo del recuerdo) hasta las grandes avenidas de la historia social y política. En ese vaivén, no hay concesiones: en carne viva, cada verso es un latigazo, una gatillada de ruleta rusa. Quintero no se anda con chiquitas y amplifica su voz como un pregonero en medio de la calle, sabiendo que la lucha es cruel y es mucha. Como un sobreviviente de la catástrofe, Quintero entierra a sus muertos, acaricia a las víctimas como un ángel con ropa de combate;  discepoliano en el concepto, apela a un fraseo lento y cavernoso como andamiaje de un cargamento áspero pero tan nuestro, tan intransferiblemente argentino.

  • Todo es materia de poesía, Darío Canton, Buenos Aires, Eloísa Cartonera, 2016

La publicación de parte de la obra poética de Darío Cantón es un hecho para celebrar, porque permite a nuevas generaciones de lectores un primer acercamiento al trabajo de uno los escritores más fascinantes e inclasificables de la literatura argentina. En mi biblioteca guardo como tesoros aquellas primeras ediciones de libros como Poemas familiares, con su formato tan peculiar, publicado por la editorial Crisis en un lejano 1974. Leer a Canton es meter el dedo en el enchufe, es entrar a una dimensión donde las palabras cobran autonomía y deciden el destino del poema que funciona como ensayos bonsai sobre la realidad empírica.

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Diego L. García

  • La patada del chancho, Horacio Fiebelkorn, Buenos Aires, Zindo & Gafuri, 2016

Creo que la poesía de Fiebelkorn es una de las propuestas más originales y menos sujetas a convenciones que afortunadamente encontramos en estos días. Este poemario en particular arrincona al lector y pone en crisis su mirada, su lengua y su fe en la comunicabilidad. Un libro que nos hace preguntar cuál es el grado de posesión que ejercemos sobre las palabras que utilizamos, sobre sus combinaciones, sobre la concepción de una “idea” poetizable, merece una especial atención.

  • Abril, Daniel Freidemberg, Buenos Aires, Barnacle, 2016

Si hay un libro genial que ha pasado desapercibido es este. Se trata de una reescritura de una serie publicada anteriormente en En la resaca. Hay en este libro toda una concepción de la poesía, mejor dicho, de la escritura de poesía, como un trabajo que no termina y que dialoga consigo mismo (con su proceso y fragmentariedad); y desde esa posición Freidemberg pone en cuestión (subterráneamente) los disursos hegemónicos que nos relatan una vida masticada.

  • Una ciudad, Anahí Mallol, Buenos Aires, 27 pulqui, 2016

Un libro que plantea una serie de capas sutilmente trabajadas, que en una lectura desatenta podría parecer simple. Va tejiendo conceptos que abren a “la ciudad” hacia zonas poco habituales como los bordes de “lo real”, lo des-hecho en el plano discursivo, los cuerpos y sus mudanzas, la identidad como permanente extranjerismo, etc. Un librazo.

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Damián Lamanna

Advertencia. La primera vez que me crucé con Punctum de Martín Gambarotta me aburrí y lo abandoné. Tuve esa misma experiencia dos o tres veces más hasta que un tarde, arriba del 117 en medio de un embotellamiento en General Paz, logré entrar en el ritmo de su lectura. Terminé transpirando y con la cabeza rota: fascinado. Con esta anécdota intrascendente quiero decir que para mí no existe ni tienen demasiada validez los rankings o listados o lo que sea de mejores libros del año. La experiencia de lectura puede variar de un momento a otro y a un texto en principio menor años después puede crecerle un témpano debajo y a un libro que nos llama la atención al principio, el tiempo puede triturarlo. Bajo esa premisa, pongo el ojo en dos de los libros publicados en 2016 que más me gustaron.

  •  Marea Solar, Tom Maver, Córdoba, Alción, 2016

Dice Fabián Casas en ensayos, entrevistas y, fundamentalmente, en el poemario que lleva ese nombre que, al acercarse el final de su vida, el salmón regresa a su lugar de origen para morir. En este recorrido, la vida se revela como un círculo, también como una analogía sobre la imposibilidad de volver atrás. Si las mismas aguas no existen, tampoco hay un hogar posible en el pasado, vuelto un espacio-tiempo fantasmal (la casa de los padres, por ejemplo), mito de origen para la representación: también un nuevo lugar de sentido, lo ajeno y misterioso que se mueve en la oscuridad para que el poeta lo encuentre y describa extrañado.
Como ya lo hiciera en su poemario anterior, Yo, la incesante nieve, es la reflexión sobre los desplazamientos y los cambios lo que atraviesa Marea Solar, segundo poemario de Tom Maver, editado este año por la ecléctica editorial cordobesa, Alción. Aquí Maver nos vuelve a mostrar su obsesión -una obsesión delicada, de respiración tranquila que no se choca con los muebles cuando crece- por el modo en el que el hombre atraviesa sus espacios, en la conciencia de lo que deja(mos) ir. También en las huellas de los otros, las superposiciones, la conciencia de una energía mayor que vitaliza e integra todos los movimientos del universo. Marea Solar, se aclara desde la introducción (poética) de la primera serie de poemas que integran el libro, es el nombre que se elige para describir a una bandada de aves migratorias que se despliega por el cielo desde el ártico hacia la búsqueda constante de calor. La aclaración es imprescindible y desde el comienzo sitúa al lector en un movimiento hacia otro lenguaje, hacia la transformación del poeta en un pájaro que trazará su vida por los cielos (el gran poema de la literatura latinoamericana también es un poeta pseudoave que cae y estrella su lengua contra lo real). Una pregunta central ¿Cuántos movimientos constituyen el ciclo de una vida? Hablo de los movimientos reales, los sagrados que al final acaban por igualar a todos los hombres y mujeres. Abandonar el nido –el cuerpo materno-; descubrir el mundo y aprender a trajinar bajo el peligro y la luz; encontrar algo que se parezca al amor y al erotismo y apartarse para morir: “trabajar en la propia tiniebla”. Así se mueven las aves migratorias, como partes de una energía universal que las sostiene en vuelo, moldea sus movimientos, las incendia y las funde con la negación del paisaje. En este sentido, los poemas de Maver transforman la observación en experiencia, en aprendizaje, delínean una trancisión.
Dos observaciones para concluir: en primer lugar, la elección de una editorial como Alción, que cuenta con un catálogo tan amplio (y exquisito) como indeterminado, para editar este poemario. Maver se mueve por fuera de la fiebre de las editoriales independientes, del micromundo literario de la Ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, de las disputas. Es un poeta que trabaja de un modo imperceptible, silencioso. Desde allí construye una obra sólida, precisa e inevitable. En segundo lugar, una forma de lectura. Marea Solar es uno de esos libros que levantan aire a través de la progresión de la serie, de la forma del susurro que se va construyendo a lo largo de sus páginas y se apaga naturalmente, sin estridencias, para dejar al lector imbuido en su cadencia, en su registro. Logra condensar con un lenguaje simple el recorrido total de una vida, un llamado a cierta humildad por parte de los seres humanos (y de lxs poetas), a la posibilidad de alguna vez reconocernos como parte de un ritmo total: hace pie en los cambios y se deja atravesar por ellos. No hay pesimismo en este enfoque, no hay determinación a una conciencia suprema. Como en los poemas de Padeletti, uno de los autores que susurran desde estas páginas, se trata de un gesto de entrega, de libertad, de sabiduría profunda.

  • Pueblo, Julia Magistratti, Buenos Aires, La Gran Nilson, 2016

Primero, una tapa objetivista. Una maceta sobre esas mesas vidriadas de patio y su sombra en las baldosas. Diría Martín Prieto, “el sol o la mirada/ que parecieran estar fuera del cuadro/ son las mismas que lo sostienen”. Segundo, un título que en 2016, en pleno estado de violencia, arbitrariedad y paranoia, resuena político, liberador, una toma de partido: un libro de poemas que se llama Pueblo, título escrito en rojo sobre fondo blanco y negro para envalentonar al lector que busca armas en la literatura. En tercer lugar, un poema inicial titulado “Infancia en dictadura” que tiene versos como éstos: “No me gustan las cosas que se instalan por la noche/ como una verdad susurrada que se dice una sola vez”. Tres movimientos para direccionar una clave de lectura y setenta páginas por delante para distorsionarla. Así cautivan los grandes libros de poemas, esos que no te dejan abandonarlos y hacen de la cabeza un loop en las semanas siguientes.
Podrían señalarse al menos tres ejes para la lectura de Pueblo. En primer lugar, la violencia política como lenguaje. El poema inicial se desplegará como una energía subterránea que instalará lo ominoso como telón de fondo: aunque a grandes rasgos el poemario se refiere a un pueblo de provincia, su atmósfera y algunos sus personajes, de ahora en más el lector, aunque no escuche tiros o pasos en la noche, cada tanto girará la cabeza para ver si hay algo detrás. En segundo lugar, el recuerdo de la infancia, la radiografía de un espacio que se degrada –atravesado por la historia, claro- pero nunca se construye ni desde la decadencia (como lo haría una película triste y prejuiciosa como El ciudadano ilustre) ni desde la evocación de un paraíso perdido. Hay vitalidad y tensión, incomodidad, emoción, ritos de aprendizaje, microépica y sensación represiva, todo a la vez. En tercer lugar, la elipsis: desde la orfandad, la partida y la imposibilidad de regresar, hasta la maternidad, la apertura al universo, la continuidad en el otro. Una vida susurrada que se dice una sola vez, filtrada. En Pueblo el movimiento y sus motivos son una postura política. La subjetividad se clava en la Historia, se acompaña en ella.
Y en medio de este recorrido, que funciona como uno de esos grandes equipos, a la vez constituidos por individualidades notables que una vez por mes se van a jugar para su selección, un impacto directo en el presente, lo que el lector espera dicho con todas las letras a la pasada: “Siempre el más humilde es el único que cuida de los peligros/de la resignación cristiana”. Mientras las clases medias progresistas hacen disturbios profundos en las redes sociales e inflan el pecho cuando resuenan referencias a los saqueos o “a pudrirla”, apenas se impacientan en la espera cínica/cómoda: que el cuerpo de los sectores populares se ponga en movimiento, como un motor reparado o un ejército para ir a morder el muro. Una épica que los blancos capitalizan en los libros y la prensa, como en 2001. Contra ese latido, la elocuencia de Magistratti. La podredumbre que se gesta alrededor, los insectos venenosos debajo de las sillas cómodas y los fantasmas: “Las puertas que se cierran sin viento/como si las hubieran atravesado”. Concluyo con una conjetura. Pueblo traza una continuidad con las éstéticas de la década del 90. Aunque aquí el sujeto y la memoria se hacen presentes, no se trata de una sobreabundancia del yo –fragmentado, difuso en la existencia de los otros–, de la escultura de la anécdota en sí,  sino de una interpretación de los objetos, de una nueva toma de partido por las cosas: “De eso se trata, hundirse hasta el corazón/de las cosas/y volver intacto/para repartir los pedazos”; la continuidad como un eco de la política, concebida circular: un pesimismo en movimiento y el deseo de futuro.
El año pasado un gran libro, La casa de la niebla de la poeta cordobesa Elena Anníbali logró una atención y generó un revuelo pocas veces visto. Pueblo recorrerá un camino semejante.

Sumo a esta lista los siguientes títulos:

  • Esa trampa de ver, Diego L. García, Buenos Aires, Añosluz editora, 2016
  • Notas al pie, Silvana Franzetti, Periódica Ediciones, 2016
  • In Memoriam, Raúl Zurita, Buenos Aires, Audisea, 2016
  • El psicólogo de Dios, Jotaele Andrade, Buenos Aires, Qué diría Víctor Hugo?
  • Un método del mundo, Mariela Gouiric, Buenos Aires, Blatt y Rios, 2016

Libros que a su manera, construyen un lenguaje, un universo. Hay otros tantos libros que aún no leí y presiento que me van a gustar.

 

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Alejandra Méndez

De los libros de 2016 que he leído recomiendo los siguientes:

  • Pueblo, María Julia Magistratti, Buenos Aires, La Gran Nilson, 2016

Es un libro que se sostiene desde la ética y estética de su autora. Asombra del sentido experimentado al fino trabajo del lenguaje, donde la relectura de la infancia nos permite otra lectura del presente, yendo de lo particular a lo universal, y de lo individual a lo colectivo, con una precisión de sencillez profunda. La metáfora en su esplendor: todo lo que acontece en el pueblo nos acontece.

  • Maratón, Leandro Llull, Buenos Aires, 27 Pulqui, 2016

Con un gran poder sinestésico, donde lo profundo es la gloria, la mirada fonolumínica se agudiza en percepción, donde el yo lírico duplica y multiplica los latidos mismos del sentido. En el poema “Sencillez” (hablando de las hormigas) dice: “La lección es cierta: simple es lo profundo,/ hondo el telar negro que se abre/ cuando se toca el fondo”. El referente del tiempo rasga gestos apenas del detalle que atrae toda la mirada, la escucha y de ahí la pregunta por la existencia. Los movimientos de la liebre o del girasol se leen no solo en la contemplación del paso del tiempo, sino también en la armonía del conjunto que conduce a toda obra artística.

  • Usted no viaja asegurado, Franco Rivero, Editorial DeAcá, Villa Mercedes. 2016

Con ese tono tan particular de la poesía de Rivero, un tono de habla musical, que va de lo leve a lo grave, sin lugares comunes, es un libro que refuerza su voz poética. Un impecable trabajo estético que interpela en los recuerdos para resignificarlos en la construcción misma del poema. Un libro que sus lectores esperábamos ansiosos.

  • Ahora, Griselda García, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2016

Las poesías de este libro constituyen un entramado que nos invita a viajar por sus versos de peso propio. Con laborioso rigor estético, toma diferentes herramientas poéticas que le son propicias a la apertura de la imagen en el oído del poema, que está siempre en estado de incertidumbre.

  • Oriente, Olga Suárez, Córdoba, Alción, 2016

La práctica de la memoria es siempre un ejercicio de ficción. En esa reedición de sintaxis desfasada del tiempo, la poeta asume su destino en el dialecto de los pájaros o en la mitología griega o en sus conversaciones con otros poetas (sus maestros), como Aldo Oliva. De una lírica que subyace en el sentimiento de separación que va construyendo la autonomía poética, se carece y se restaura desde la infancia y no cesa de ser. De aquí que el afuera (social) se vuelve adentro. La extranjeridad es una lengua cercana, y es el sueño, entonces, quien viene a reparar.

Libros del 2016 que aún me están esperando, pero prometen: Los puntos fatales, de Pablo Serr (Baltasara Editora); Antitierra, de Valeria Tentoni (Ediciones Neutrinos); La médula, de Laura López Morales (Borde Perdido Editora); Lo que el agua promete, de Gabriela Larralde (Huesos de Jibia); El sanatorio de los hechiceros imaginarios, de Luciano Trangoni (Ciudad Gótica).

Dos apariciones imprescindibles:

  • Contradegüellos. Obra reunida, Francisco Madariaga, Paraná, Eduner, 2016
  • El hada que no invitaron. Obra poética reunida 1985-2016, Estela Figueroa, Buenos Aires, Bajo la luna, 2016

 

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Valeria Pariso

Si tuviese que recomendar tres libros de poesía editados durante este año, aún a riesgo de ser injusta por los títulos que olvido, confiaría en lo que quedó en la memoria y salta como primera respuesta:

  • Kyrios, Diego Roel, Capilla del Monte, Editorial Detodoslosmares, 2016
  • Perú, Teresa Orbegoso, Buenos Aires, Buenos Aires Poetry, 2016
  • El cielo una sola vez, Dolores Etchecopar, Buenos Aires, Hilos Editora, 2016

Respecto de por qué recomiendo cada estos libros, tratándose de poesía, lo único que puedo decir es, citando a Raúl Gustavo Aguirre,  que “no se puede elogiar, ni siquiera mencionar, un poema. Sólo habitarlo en su don el mayor tiempo posible”. “No puedo hablar de sus poemas. Sólo decir cuánto recupero de mí en ellos, cómo me ha sido otorgado leerlos en la gracia de la lucidez y su proximidad, de la que tanto bien obtengo” (“Correspondencia y poemas –René Char/Raúl Gustavo Aguirre”, Edhasa, 2016). En tal sentido, estos libros por algún motivo tocaron venas o luces o sombras que desconozco o  intuyo y no sé nombrar.
Kyrios. La edición de Sirga, particularmente, es de una belleza y calidad exquisita. Kyrios continúa, de alguna manera, el camino inaugurado por Vía Lucis (Del Dock, 2015), libro anterior de Roel que también recomiendo.
Perú. Lo cierto es que no conocía la poesía de Orbegoso y quedé deslumbrada después de este libro. Quien hasta ahora no oyó a Teresa cantar en aimara, puede oírla al leer Perú. Me encontré, en este libro de poemas en prosa,  con toda la fuerza de un pueblo que resiste, de la mujer que resiste y construye memoria.
El cielo una sola vez. Es un libro tan necesario como El comienzo, su libro anterior, también de Hilos editora (año 2010).

Menciono otros libros que me gustaron mucho:

  • La Cura, Claudia Masin, Hilos Editora, 2016
  • Falla en el instante puro, Carlos Barbarito, Botella al Mar, 2016
  • La rosa orgiástica, Jotaele Andrade, Buenos Aires, Añosluz Editora, 2016
  • Ahora, Griselda García, Buenos Aires, Ediciones Del Dock, 2016
  • Sin órbitas, Valeria Cervero, Buenos Aires, El ojo del Mármol, 2016
  • Correspondencia y poemas, René Char/Raúl Gustavo Aguirre, Buenos Aires, Edhasa, 2016

Estoy segura de que me estoy olvidando de títulos realmente buenos. Muchos otros me faltan leer. Otros requerirán viajes a Capital para llegar a ellos (Muñiz suele quedar un poco lejos).  Pero todos estos libros que menciono me ofrecieron algo que necesitaba o quitaron el peso de aquello que resistía oculto. Quiero decir: todos estos libros me dieron, de una u otra manera, luz. Tuve o tengo, en palabras de Raúl Gustavo Aguirre, el privilegio de habitarlos en su don durante el mayor tiempo posible.  Es una buena ocasión para decirlo.

 

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Miguel Angel Petrecca

  • Antología crítica. Selección, traducción, introducción y notas de Waldo Rojas, Francis Ponge, Buenos Aires, Gog y Magog, 2016

Un libro para leer lentamente, toda la vida. No se agota. Gran trabajo de Waldo Rojas, que viene traduciendo a Francis Ponge desde hace más de dos décadas. Un poema:

La ostra.
Del grosor de un pedrusco mediano, la ostra es de apariencia más rugosa, de color menos uniforme, brillantemente blanquizca. Es un mundo testarudamente cerrado. Sin embargo, se puede abrirlo: se requiere para ello sostenerla en el hueco de un estropajo, servirse de un cuchillo mellado y poco franco, darse maña varias veces. Ahí los dedos curiosos se cortan, se quiebran las uñas: es un trabajo grosero. Los golpes que se le propina marcan su envoltura de círculos blancos, de una suerte de halos.

En su interior se encuentra todo un mundo que beber y que comer: bajo un firmamento (para hablar con propiedad) de nácar, los cielos de arriba se aplastan sobre los cielos de abajo, para formar solo un charco, un saquito viscoso y verdoso, que fluye y refluye al olor y a la vista, franjeado por un encaje negruzco en los bordes.

Muy rara vez, una fórmula perla en su gaznate de nácar, con la que pronto sabremos adornarnos.

 

  • Once personas. Selección, traducción y un poema de Alejandro Crotto, Robert Browning y Alfred Tennyson, Buenos Aires, Bajo la Luna, 2015

Este libro si no me equivoco salió a finales de 2015, pero en todo caso yo lo leí recién este año así que puede decirse que califica. Riguroso trabajo de traducción de un gran poeta de quien no hay tanto accesible en castellano, y cerrando el libro un bello poema de Crotto, que empieza así:

“Oculto y silencioso es el camino de la gracia.
Esa fuerza que fija los colores en las flores
y deshace la fruta en el carozo, la semilla
que muere para abrirse… Pan, recibí pan, no piedras.
En su lenta marea no vinieron escorpiones
sino peces. Y peces y más pees y más peces.”

 

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Diego Sampo

  • Frontera, Diego Brando, Córdoba, Vilnius, 2016

Una frontera es un juego de lenguajes en conflictos en el tiempo. Una disputa que germina y se contrae en la historia para volver a florecer. ¿En qué sentido Frontera es un libro que cuenta una historia? Los poemas muestran la tensión de un adentro y un afuera que piden ser traspasados. Pero dicha frontera funciona a la vez como un límite y un obstáculo que no siempre se puede atravesar. En este libro hay una poética de la poesía pero también del pensamiento contemporáneo: un cambio de estaciones, el umbral de la casa, las vías del ferrocarril o la calle, pueden funcionar como una amalgama por la que se deslizan las elucubraciones de un observador que no alcanza a comprender del todo la realidad de ese espacio que habita. No logra abrazarla, pero la sabe sutil. Es que lo real y la escritura de la poesía cuando se fusionan producen la resistencia imperiosa que necesita toda poesía materialista para tensar la cuerda del límite de una forma hasta hacerla insoportable. Una forma que encontramos, más allá y hacia atrás, en Cesare Pavese, en Constantino Kavafis; y más acá, en Daniel Freidemberg y Horacio Castillo.

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Eugenia Straccali

  • El hada que no invitaron. Obra poética reunida 1985-2016, Estela Figueroa, Bajo la luna, Buenos Aires, 2016

La lectura de la poética reunida de Estela Figueroa supone una experiencia extraña y nueva y una entrada definitiva al canon. Antes de esta edición, los poemas podían leerse armando constelaciones imprevisibles intermitentes y siempre distintas, ahora frente a lo disperso reunido no pierde su lírica divergente de siempre, voz subversiva que cruza de modo deslumbrante imaginarios familiares, sociales y poéticos. Además, presenta en su texto “Profesión: sus labores” (inédito hasta ahora) un sujeto lírico que se define una vez más  en la contrafigura de la heroína romántica, como el hada no invitada a la fiesta que retratan los Hermanos Grimm, a la que llaman Dornröschen, que significa «rosa de espino».

  • Paseante y huésped, Liliana Ponce y Piezas del tonto, Reynaldo Jiménez, La Plata, Club Hem, 2016

Elijo este librito en diálogo poético, ya que son voces que pueden vibrar en un contrapunto posible que expande las lecturas individuales de los poemas. En Paseante y huésped el sujeto lírico anda por una cartografía imaginaria y cruza los pliegues de lo real, desplegando mapas de sentido a través de una memoria perceptiva y en imágenes. Traza una retórica del andar poético que trasciende la fetichizada imagen del flaneur baudeleriano.
Piezas del tonto, de Reynaldo Jiménez, presenta una lengua poética liberada de las versiones del sentido, salva el fluir secreto de los sonidos del mundo. El poeta es entonces médium, traductor del canto, de la vibración del lenguaje de la naturaleza y ajeno al significado lingüístico, normativo y reductivo; rescatando las múltiples interpretaciones siempre creativas aleatorias y cosmológicas de un poema.

  • La nube vulnerada, Héctor Piccoli, Rosario, Editorial Serapis, 2016

Lo elijo porque esta poética posee las voces líricas y retóricas del traductor erudito, exquisito. Piccoli piensa la poesía y la traducción dialécticamente, implicadas, aunadas ya que no hay desciframiento causal sino experiencia poética común. Esto puede verse en La nube vulnerada porque, como señala Roberto Juarroz en su librito Poesía y realidad, los poemas “desnombran, pasan por encima de los nombres que designan y petrifican como la mirada de la Medusa hasta alcanzar el trasnombre o metanombre”. Como un artesano de la forma, demiurgo de una retórica culta, el poeta logra un misterioso soporte de armonía que conduce hacia la indescifrable música del sentido, despertando de ese modo, a través del lenguaje transfigurado, una nueva mirada, “una mirada que ve con palabras”. En tanto poeta y traductor entiende que el poema es caja de resonancia, pasaje dentro de la propia lengua.

  • La altura, Laura Wittner, Buenos Aires, Editorial Bajo la Luna, 2016

La elijo porque logra a través de la poesía dar cuenta de la experiencia de la eternidad y del instante, el sujeto lírico se borra, el yo se sumerge en el espacio del poema, a veces en un nosotros que presenta una temporalidad suspendida y múltiple, o se disgrega en las astillas, las supervivencias de la memoria presente.

Agrego:

  • Maneras de ver morir a un pájaro, Alejandra Correa, Buenos Aires, La Gran Nilson, 2016

Observación. Los siguientes son excelentes libros que salieron en el 2015 pero que descubrí y leí durante el 2016:

  • Escombro, José Villa y Klimt, Carina Sedevich, La Plata, Club Hem, 2015
  • Podría llevar cierto tiempo, Clara Muschietti, Buenos Aires, Bajo la luna, 2015
  • La casa de la niebla, Elena Anníbali, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2015

 

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Gerónimo Unibaso

  • Ancla-Forceps-Negro, Kako, Bahía Blanca, Ediciones Fui, 2016
  • Un alhajero sin terminar, Gabriela Luzzi, Buenos Aires, Santos Locos, 2016
  • Una vez escribí todo, Natalia Iñiguez, Editorial Simulcoop, Loma Hermosa, 2016
  • Borders, Milton López, Ediciones Neutrinos, Rosario, 2015

 Ancla-Forceps-Negro es el primer libro de Kako. Sus poemas tantean el día a día de vivir en la ciudad de Punta Alta. En palabras de Kako: «Si te ofendés sin leerlo manejás la tanqueta!».

En una entrevista Gabriela Luzzi dice: «lo más importante es tu vida: leer, escribir y compartir con tus amigos». Los poemas de  Un alhajero sin terminar celebran este deseo.

Leí Una vez escribí todo, de Natalia Iñiguez, gracias a la recomendación de Quinito, uno de los editores de Simulcoop. El libro empieza con un texto de Ioshua y cierra con un poema dedicado a Melina Romero: “Tu nombre no fue/ el de ninguna de mis amigas/ pero el esténcil en mi barrio/ dice que todas somos vos /Melina”.

En cuanto a Borders, cuando sea grande quisiera escribir como Milton.

 

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Beatriz Vignoli

Voy a recomendar dos libros. Sobre poesía:

  • García Lorca, el duende en Rosario, Daniel Feliu, Rosario, Baltasara Editora, 2016

Porque además de transmitir historia en un relato ilustrado placentero y de calidad literaria, rescata en su versión completa un texto ensayístico de Federico García Lorca cuyo valor va mucho más allá del dato curioso de haberlo leído su autor en un fastuoso teatro de una ciudad argentina de provincia: «Juego y teoría del duende» (1933) teoriza sobre producciones performáticas centradas en la improvisación a partir de la música o la palabra, anticipándose por así decirlo a tendencias actuales con las cuales dialoga sin proponérselo, como el slam, etc.

De poesía:

  • Maratón, Leandro Llull, 27 Pulqui, Buenos Aires, 2016

Porque es un libro maduro que conjuga vertientes de la poesía argentina como el modernismo tardío y el objetivismo no tan canónico ni central (el de José Villa, por ejemplo). La poética de la contemplación que se desarrolla en los 40 poemas del libro, junto con su cuidado por la sonoridad, equivalen a hacerse cargo de una «pesada herencia» estética que muy pocos más parecen querer tomar. Esto está logrado y también traído más al presente, a un lenguaje más cercano y a un actitud que no sé si tiene nombre todavía: una política de la percepción, por así decirlo. El libro es artesanal y no creo que sea fácil de conseguir pero en el sitio web de la editorial deben tener la información.

Compilación de textos

madariaga2016


Los colaboradores

Osvaldo Aguirre
Poeta, narrador y crítico literario, periodista cultural
Mercedes Alvarez
Poeta, socióloga y gestora cultural
Jorge Aulicino
Poeta, periodista, traductor
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Poeta, profesor universitario, crítico literario
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Poeta, editora, correctora de estilo
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Valeria Pariso
Poeta, abogada, productora cultural
Miguel Angel Petrecca
Poeta, traductor, editor, periodista cultural
Diego Sampo
Crítico literario, profesor universitario
Eugenia Stracali
Profesora universitaria, gestora cultural, crítica literaria
Beatriz Vignoli
Poeta, narradora, crítica literaria, periodista cultural

 

Nota producida por
Osvaldo Aguirre,
Valeria Cervero y
José Villa