Chupar la piedra / Legna Rodríguez Iglesias

Chupar la piedra
Legna Rodríguez Iglesias
Buenos Aires, Entre Ríos Ediciones, 2021


Distancias de excelentes dimensiones

Por Irina Garbatzky

Un emperador, en su lecho de muerte, envía un mensaje, sólo lo hace para alguien especial, comanda a su mensajero a que se arrodille frente a él, susurra, el mensajero emprende el camino, es infatigable, sortea murallas y multitudes, grandes latitudes, pero aun así todavía le restan infinitas murallas y latitudes. Nunca alcanzará a atravesarlas, nadie podría, mucho menos con el mensaje de un hombre muerto.

Cité “Un mensaje imperial”, de Franz Kafka, lo resumí para ubicar su estructura. Lo hice porque   esa progresión imposible, el tránsito que se obtura y desbarata el recorrido inmediatamente acabado de leer, trabaja, como una marcha silenciosa, detrás de los poemas de Chupar la piedra, de Legna Rodríguez Iglesias.

Publicado en 2021 por la editorial Entre Ríos (Buenos Aires-Madrid), su primera edición fue en La Habana, en 2013. “Quinceañero, jovencito, ese libro fue el primero de una longaniza poética que me avergüenza. Aquella circunstancia, horrible, de no poder parar de escribir”, afirma su autora en el prólogo. Entre Ríos tuvo el acierto de publicar su primer libro de poemas y de convertirse, a la vez, en la primera editorial argentina en publicar a Legna, quien, al contrario del mensajero imperial, se encuentra avanzando sin pausa en una obra originalísima de teatro, narrativa, poesía.

Un motivo puede destacarse en los poemas de Chupar la piedra, y es, justamente, la dificultad. No estoy segura que se trate de una dificultad barroca, la profundidad de las frases, la invitación a sumergirse. Sino una dificultad de otro tipo: la dificultad como efecto sintáctico, la pregunta por la conexión y las causas. Por eso recordé a Kafka, más precisamente, un texto de Nora Catelli sobre Kafka en donde encuentra como nudo de su escritura la idea de un desplazamiento, “como el choque de un insecto contra un cristal”. Hay, así, en los poemas, esa forma del pensamiento atropellado que evocaba la figuración kafkiana. Poemas-abstracciones, poemas-conceptualizaciones en donde lo que aparece en un inicio rápidamente se convierte en otra cosa:

“¿Cómo se llamará mi cabeza / si en vez de retratarse con un lazo / se retrata entre dos ojos / que podrían ser dos ejes / que podrían ser dos piedras abrazándose en el bosque?” (“Nudo”, p. 27);

“acabaré siendo manipulada por unos objetos / que para colmo me gustan / que para colmo/ parecen objetos dignos de manipularme / cualquiera diría que los objetos / son los únicos que parecen lo que son / pero no son los únicos / él también parece lo que es / él es una silla / con cuatro patas de vidrio / en donde no me debo sentar / en donde para colmo debo sentarme” (“No sé cómo ponerle a este poema”, p. 69).

En el poema liminar se menciona el salto absoluto entre esferas desconectadas. “entre chupar la piedra y enamorar la piedra / hay distancias de excelentes dimensiones / que ahora mismo / en esta lóbrega milésima de segundo / yo transitaré”. Como el mensajero imperial, los poemas conectan zonas. Algo sucede entre esas postas, aunque no se llegue a destino o aunque en el trayecto los saltos se suturen por la narración. De hecho los mismos poemas parecen surcos, pistas sobre las que se vuelve a pasar, si se tiene en cuenta que sus títulos se repiten, en el mismo orden, a lo largo de las cuatro secciones del libro. Hay cuatro poemas titulados “Chupar la piedra”, cuatro “Monólogo de Misako”, cuatro “Teatro kabuki”, cuatro “No sé cómo ponerle a este poema”, etc. Un título ancla o singulariza, pero aquí los títulos se parecen más a marcas, orientaciones en el camino a través de la repetición.

Por último, algo particular sucede con la lengua de Chupar la piedra y su precisión en la nominación de los reinos minerales, animales, vegetales. Los nombres específicos de las plantas y de los árboles (yagua, majagua, yagruma, sábila, jagüey, bejuco ubí, sésamo, chirimoya, ácana, orquídea), de algunos animales (agapornis, lapa, quetzal, tomeguines, manjuarí, mariposa, manatí, lepidóptero, gamo) y de las piedras (citrino, lapislázuli, venturina, turmalina, topacio, esmeralda, ágatas, turquesas, nácar), nos hacen preguntar por el archivo que Legna pone en acción al momento de escribir. Una lengua que pone en uso las bibliotecas y las enciclopedias de la flora y la fauna, que se vuelca sobre la naturaleza como forma de reinventar el mundo. Una enseñanza modernista, tal vez, un diccionario de la lengua caribeña.


La ley de la atracción

Gema y Pável cantan que todo fue una fantasía
un cruce de caminos sin ninguna dirección
pero yo no comprendo qué son los caminos
ni cuál es el significado de la palabra CRUCE
y pienso que FANTASÍA es el pez que nos rodea
un pez llamado Singapur o Rosa
que parece un molde de Gaudí el magnífico
aunque más parece una oración de Francis
Kafka, quise decir
considerando mi fama de mejor kafkómana
desde mis primeros grados escolares
un pez llamado Diccionario de la Lengua Caribeña
que no me deja engañar
y volviendo a los caminos
hoy le he preguntado al predecible Larousse
y Larousse me ha contestado
de manera que a mi boca le produjo una parálisis
los caminos son tierra preparada
para ir de un sitio a otro
y también son una vía de comunicación
Franz Kafka, mi ángel
está visto que somos dos caminos
pero por ti se llega al océano
y por mí se llega a un túnel


Links

Más información sobre el libro y la autora. En Diario de Cuba / La Primera Piedra