Para inaugurar nuestro espacio de artes visuales, presentamos una serie de trabajos de Eduardo Stupía. Un esbozo biográfico y algunas consideraciones críticas sobre su obra preceden esta muestra virtual.
Texto y selección: Marcelo Leites
Eduardo Stupía (Vicente López, Provincia de Buenos Aires, 1951) expone desde 1973. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano de Buenos Aires, y desde 1984 ejerce la docencia en artes plásticas. Se ha desempeñado como jurado en distintos premios municipales y nacionales. Stupía trabaja con diversos materiales como carbonilla, lápiz, grafito, pastel, óleo y acrílico. Las imágenes creadas por las pinturas de Stupía se basan en elementos del lenguaje gráfico puro y en menor medida, en elementos representativos. Luis Felipe Noé y Eduardo Stupía tienen una relación muy cercana. Noé fue su gran maestro, y se forjó entre ellos una dinámica de colaboración, enseñanza y aprendizaje que se preserva hasta hoy. Alrededor de este vínculo surgió una profunda amistad que derivó en muestras, proyectos curatoriales y obras realizadas en conjunto.
Participó en muestras colectivas en China, EE.UU., República Dominicana, India, México, Malasia y España, San Pablo y en el IVAM, de Valencia, entre otros países. Recibió, entre muchos otros premios, el diploma al mérito de la Fundación Konex, como una de las cien mayores figuras de la última década en las artes visuales argentinas (1992). En 2006, realizó una retrospectiva consagratoria en el Recoleta. En 2007, recibió el Gran Premio Salón Nacional, su obra ingresó en el MoMA de Nueva York y participó de Perspectives in Latin American Art, 1930-2006, muestra organizada por el museo neoyorquino. Es curador, junto a Felipe Noé, de La Línea Piensa, espacio curatorial de dibujo en el Centro Cultural Cultural Borges. Su obra integra, entre otras privadas, las colecciones del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires (MNBA), Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO), Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA), Museo Caraffa, Córdoba; Museo Eduardo Sívori, Buenos Aires; Círculo de Bellas Artes, Madrid; Museo de arte Moderno de Nueva York (MOMA); Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), Valencia.
La crítica de arte Viviana Usubiaga ha escrito sobre la obra de Stupía:
- «Eduardo Stupía es un artista fundamental en la redefinición del dibujo en el arte contemporáneo argentino. Su distintivo lenguaje gráfico, escritural y pictórico se basa en un conocimiento trazo a trazo de la historia del arte occidental y oriental. Su cultura visual combina horas de televisión, cine, teatro y lecturas de historietas con una personal formación literaria y musical. Su primera exposición individual tuvo lugar en la galería Lirolay en 1972, donde mostró obras de figuración fantástica, ligada al lenguaje del comic. Desde entonces comenzó a enmarañar las líneas de sus dibujos, construyendo enjambres narrativos que invocan la concentración del espectador, no solo para descubrir posibles escenas sino para experimentar el crepitar de sus juegos gráficos. A través de un amplísimo catálogo de líneas, los trabajos de Stupía hilan imágenes diversas, entre miniaturas y filigranas. La convivencia entre lo abstracto y lo efectivamente referencial fue siempre armónica y estimulante en su obra. Hacia la década de 1980 la práctica creativa de Stupía comenzó a ligarse con la modalidad de improvisación del jazz: a partir de cierta estructura de composición surge una gestualidad más libre que deja lugar a lo indeterminado. Asimismo, a la apariencia abigarrada y barroca de sus obras se le sumó un contrapunto entre llenos y vacíos. Poco a poco, el pequeño trazo caligráfico dejó lugar a la energía expresiva del gesto. En la década de 1990 sobrevino la ampliación del formato de sus obras que de alguna manera reforzó la hibridación entre dibujo y pintura propia del artista.»
Stupía ha escrito sobre su trabajo:
- «Busco generar una empatía trascendente entre el espectador y el pintor. Necesito que el espectador se coloque frente al cuadro del mismo modo que lo hago yo: mirando desde muchos puntos de vista. En general, el espectador tiende a inmovilizarse: no sólo en un sentido físico, sino también en el óptico y en el intelectual. Creo que a cierta dinámica de lectura física corresponde cierta dinámica de lectura intelectual del cuadro. Los pintores y los espectadores estamos ubicados en un punto fijo, en todos los planos: institucional, conceptual, para trabajar. Por eso, que el cuadro te lleve a un punto y después te saque de ese lugar creo que busca examinar una cualidad que excede la cuestión del cuadro: se cuestiona qué es lo que se ve, cómo se ve, cómo es el que mira. La fluidez de la energía emocional o, eventualmente, su trabazón, están en el cuadro.»
- «Algunos no lo creen, pero el hecho de que te vaya bien y puedas exponer en lugares consagrados o muy buenos genera también una incomodidad básica: una zona de incógnitas y conflicto con los materiales. Uno no sólo trabaja acomodado a lo que sabe, sino que tiene que ir en contra de lo que sabe porque, si no, se convierte en una especie de pintor académico de sí mismo. Creo que esta intemperancia con uno mismo es fundamental: todo el tiempo hay que estar un poco enojado con lo que se hace. Y después seguir adelante. Yo me reconcilio con los cuadros, pero algunos son puro conflicto. Y está bien que sea así. De otro modo estamos muy acomodados en una mitología positivista: el éxito en la carrera, el cuadro como algo logrado, la sabiduría del pintor, el estilo… Son ideas sin fisuras, perfectas. Pero, en todas esas cosas hay grietas, falsos caminos, ciénagas, callejones sin salida. Hay fracaso y momentos de oscuridad fuerte. Y lo que queda es si te va bien o te va mal. Pero en el medio hay una gran zona gris, muy ardua, que es la experiencia: no es gloriosa ni altisonante. «
- «En la Argentina, hace 20 años, si dibujabas te preguntaban: «¿Qué dibujás?»; pero si pintabas no te preguntaban qué pintabas. Yo era, cómo decirlo… un dibujante abstracto, o de imaginación arbitraria, aunque al principio estaba lleno de citas y de motivos que revelaban mis obsesiones y gustos de esa época. Con el tiempo, por la propia evolución del dibujo, fui pasando a formatos más grandes que los del dibujo tradicional, y acercándome más a los formatos pictóricos. Diría que del 2000 para acá, sin darme cuenta, había caído en la pintura, no como un pintor de jornada completa o «paleta completa», sino por la propia saturación, transformación y metamorfosis de elementos estrictamente pertenecientes al dibujo.
La siguiente es una muestra selectiva de su obra: