Fabián Iriarte: Sópola temprar

Baltasara Editora acaba de publicar Sópola temprar, de Fabián Iriarte. Compartimos información sobre el autor, una selección de poemas preparada por Valeria Cervero y un texto de Carlos Fratini sobre el libro.*

f_f_iriarte Fabián O. Iriarte (Laprida, provincia de Buenos Aires, 1963) vive en Mar del Plata. Es licenciado en Letras (Universidad Nacional de Mar del Plata) y doctor en Humanidades (Universidad de Texas en Dallas). Enseña Literatura Comparada y Literatura Inglesa y Norteamericana en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Colabora con ensayos, reseñas y traducciones en diversas publicaciones. Recibió el Premio Alfonsina de literatura (2004), el segundo premio del Concurso Osvaldo Soriano de Poesía (2006), el segundo premio del Concurso de Poesía Casa Museo Olga Orozco (2013) y el Premio Lobo de Mar – Literatura (2015). Algunos de sus libros de poesía son: Guaridas de huir el mundo (Mar del Plata, Melusina, 2000), La intemperie sin fin (Mar del Plata, Melusina, 2001), La mudanza (Mar del Plata, Gogol, 2009), Devoción por el azar (Buenos Aires, Bajo la Luna, 2010), Cuentas por saldar (Buenos Aires, Ediciones en Danza, 2010), Las confesiones (Buenos Aires, Huesos de Jibia, 2012), La Caja P (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2012), Litmus test (Santa Fe, UNL, 2013), El punto suspensivo (Batán, Letra Sudaca, 2014) y Las causas del desconcierto (Buenos Aires, Zindo & Gafuri, 2016). Sópola temprar fue seleccionada como obra ganadora de la Tercera Convocatoria Editorial de Poesía de Baltasara Editora (2017).

 

Esperan en sus cuartos en penumbra

Me enojé con Dios, o con la nada,
cuando supe que su nombre
tenía nombres diferentes.

¿Todo entonces dependía
del aire soplado entre los labios?

Aprendí a confiar
en la cobardía de los solitarios,
que esperan en sus cuartos en penumbras.

No saben qué esperan, y por eso son valientes.
Tanto universo y relámpago pueden desmoronarte.

Los diptongos son un camuflaje,
desvelado al fin por la espeluznante luz del sol.

Ha matado a tanta gente…
O la gente se mató, de a miles, de a millones,
como cobardes guerreros
que entienden de pronto el significado del susto.

La tempestad resuena, hace temblar
los cimientos del mundo con sus truenos,
y acecha, porque sabe.

 

El plan

Quien carece del atuendo adecuado
está de más. A quien no maneja
el vocabulario que corresponde,
se lo echa.

Quien se atreve a levantar la mano
en señal de pregunta o de protesta
es castigado con el silencio,
la nada, o algo peor.

El que dice tener sed recibe una esponja
empapada de vinagre.

La que pide permiso, tregua o alimento
es separada de los demás
y de su libertad. Le tajean el costado
con lanzas venenosas.

La mujer que al amor no se asoma,
esa no merece su nombre. El hombre
que al amor no se asoma
no se atreve a decir el nombre del amor.

He aquí que el plan se ha cumplido.

 

El interniño

Atravesé todos los campos y los hallé sembrados, florecidos de amapolas y flores gualdas. Me acechan, rondando por encima de mi cabeza, las aves de carroña. Era yo un cementerio portátil. Sentía el olor a lavanda y semillas de girasol. En un intento de dirigir la atención hacia otro aspecto de nuestra naturaleza, inventé trampas. Cuanto más fuerte y decidido me siento, paso el tiempo elaborando estrategias. Una sombra cobra fuerza. Se resiste.

Por más que quiera exiliarme de la escritura, del país del poema, yo está siempre ahí.

 

El punto cardinal

I.

¿Cuál es tu norte? Nadie pregunta nunca
dónde queda el sur.

Si todas las estrellas han caído o no se ven
porque el viento del cielo las apaga,
¿cómo orientarte?

 

II.

Flota una flota de estrellas en el espacio,
ninguna es tuya. ¿Dónde manda capitán?
¿Dónde manda marinero? Sobra zozobra.

 

III.

Ninguna estrella es mía. Perdimos
lo que nos pertenecía. Adueñarse de sí
no es la solución.

Es mundo dividido. Ven todo en negro y blanco.
Los otros están, pero no los ven.

 

Sobre una imagen grabada en mi memoria

¿Cuánto tiempo se necesita para que se forme un diamante?

La única posesión es lo que queda en la memoria. Lo demás estalla, explota, se deshace, lo aplastan y estrujan, lo tiran a la basura, lo fisionan.

En una serenata, la poeta inglesa Edith Sitwell compara “el trémulo oro de estrellas” que brilla en el cabello de su amada con “abejas amarillas” que quieren libar el néctar de su mirada. “Salieron volando de la colmena de la noche / y encontraron la corola de tus ojos más bella / que todas las pálidas flores ya cerradas a la luz”. Entonces, le pide a la muchacha que despierte, que abra los ojos, antes de que muera la oscuridad.

Los corazones se han separado: quedan a la deriva. Nunca vivimos en un solo lugar en el mundo. Aprendemos esa lección tarde o temprano. La memoria es dura como un diamante. Entera, de los pies a la cabeza. En inglés, el taco de reina se llama “Queen’s crown”. No importa en qué otra cosa piense. No puedo olvidarme de esa comparación.

 

Traitez la nature

En una carta a Émile Bernard (le 15 avril 1904), dice Cézanne: “Traitez la nature par le cylindre, la sphère, le cône”. Todo debe ser puesto en perspectiva, aconseja el pintor: “que chaque côte d’un objet, d’un plan, se dirige vers un point central”. Todo vaya hacia un punto central.

Pero el punto central no tiene por qué ser el mismo para todos los objetos. El cuadro tiene sus líneas horizontales y sus líneas verticales. Las figuras simples se aúnan en figuras complejas. Hay que restituir a cada objeto su profundidad. Los bordes de los objetos huyen, con miedo o desesperados.

A fuerza de buscar contacto con las cosas, las líneas se vuelven concéntricas. No convergen hacia el punto de fuga, sino hacia nuestra vista, nuestro temor, el horizonte de nuestras frases y palabras dichosas.

La luz que emana del objeto es un poco banal. No hay más medida que la proximidad entre ojo y objeto. Tengo un error de carácter: recuerdo cosas que no ocurrieron. Pero van a ocurrir.

 

Sópola temprar, de Fabián Iriarte, Rosario, Baltasara Editora, 2017

* Contratapa de Sópola temprar, por Carlos Fratini

En Sópola temprar, Fabián O. Iriarte “templa” su erudición con astucia. Más allá de las versiones, las relecturas, los rescates y los diálogos establecidos con otros textos, el libro no pretende ser críptico. En este caso, confundir erudición con hermetismo es una falacia: la escritura consiste en desplegar temas y materiales sobre la mesa de trabajo para luego darles un orden, un sentido. La lectura avanza, por momentos, entre hierbas flamígeras de prado y otras veces, a tientas, en habitaciones a oscuras. Pero todo está ahí.
Al leer este libro –y su obra anterior– da la sensación de que la propuesta del poeta tiene por fin la invención de una lengua. No abundan, sin embargo, ni los barroquismos ni los juegos retóricos. Es difícil de enunciar, pero es seguro que (como esas flechas que van contra la corriente o como el niño más antiguo) Iriarte evoca una palabra que existió o existirá. En sus poemas “todo comienza nuevamente”.


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