H.D. (Hilda Doolittle): Qué son las islas. Versión: Tom Maver – Notas: Javier Galarza

t_quesonlasislas_hdA las versiones de Tom Maver se agregan las notas paralelas de Javier Galarza, con lo cual se excede la calidad de un libro de traducciones, por cierto muy cohesivas y plásticas. Los autores decidieron figurar un tono y un espacio a partir de los textos de Hilda Doolittle, y lo hacen mediante la alternancia del comentario autobiográfico y ficcional del anotador, que involucra a la poeta (por una relación, interpretación o contigüidad), y las versiones seleccionadas. El volumen resulta escrito en un tiempo creado por los propios autores, cuya música o materia es la de una de las grandes poetas norteamericanas de su generación. A continuación, una muestra del libro, recientemente publicado por la editorial Llantén.

JV

Un rivotril se vuelve una copa de coñac. La desesperación provoca todo tipo de movimientos. Guardias psiquiátricas. La búsqueda de una librería abierta a las tres de la mañana. Marcar el número de teléfono de aquella persona en especial.
¿Por qué se elige la poesía? Creo que en mi caso fue parte de una búsqueda espiritual. No hay certezas. Pero la poesía nos da atisbos de las verdades. Vislumbres. Parciales desocultaciones. Todo poeta tiene un jardín. Todo poema convoca el poder del viento. Al nombrar la flora uno comprende que la vida es proliferación, ciclos. Quizás Hilda piensa en el joven y bello Adonis como Hölderlin pensó en Dafne, la ninfa que se transformó en laurel para no ser poseída por Apolo.
Estamos cambiando a cada momento, aun si solo hay un final. Acaso la muerte es un movimiento donde se rescata la esencia cíclica de las estaciones.
En el poema Adonis, ella es el vino y el pan, cuando la ciencia aún no había tomado el lugar de la religión.

Adonis

I

Cada uno, como tú
ha muerto una vez,
cada uno, como tú
ha pisado una pila de hojas del bosque
que la escarcha de invierno
agrietó, torció,
torturó y enderezó
y luego quemó hasta que fueran puntas de oro
encendidas nuevamente
ámbar crujiente, escalas de hoja dorada,
oro girado y vuelto a soldar
por el calor del sol;

cada uno, como tú
ha muerto una vez,
cada uno ha cruzado un viejo camino del bosque
y encontrado las hojas de invierno
tan doradas por el fuego del sol
que incluso las flores vivas del bosque
parecían oscuras.

II

Ni el oro del frente del templo
donde estás
es tan dorado como esto,
ni el oro que abrocha tu sandalia,
ni el oro que saquearon,
visto a través de tus cerrojos cincelados,
es tan dorado como esta última hoja del año,
ni todo el oro que martillaron y forjaron
y golpearon
en el rostro de tu amante,
en su frente y pecho desnudo,
son tan dorados como esto:

cada uno, como tú
ha muerto una vez,
cada uno, como tú
se para lejos, como tú
listo para que lo adoren.

**

A Mara la encontraba en invierno en invierno en la estación de Coghlan. Nos escapamos del colegio secundario y tomamos el tren de La Paternal. En el Parque Centenario, bajo el sol, apoyó su cabeza sobre mis rodillas. Le presté mi pulóver favorito. Cuando me lo devolvió, no lo volví a lavar. La prenda conservó su perfume hasta que se deshizo.
Mara dibujaba, llenaba mi vida de símbolos, escribíamos juntos. Una vez, viajamos más de doce horas en el baño de un tren. Me llevó a San Marcos Sierras. La vi encender el fuego, buscar un lugar en las rocas para que la tarde cayera. Como una dríada urbana, me enseñó el poder de los elementos.
Forjamos una filosofía en cuadernos Arte A4, haciendo nuestra casa en piezas de familia, casas vacías, bungalows y carpas. A veces ella agarraba una guitarra y cantaba una canción en la que se lamentaba por el día en que ya no tendría ingenuidad.

Circe

Fue bastante fácil
llevarlos hasta mi deseo,
fu bastante fácil
alterarlos con mi contacto,
pero a ti,
a la deriva en el gran mar,
¿cómo te llamaré de vuelta?

Cedro y ceniza blanca,
piedra de cedro y plantas de arena
y tamarisco,
cedro rojo y cedro blanco
y cedro negro del más recóndito bosque,
fragancia sobre fragancia
y toda mi magia marina para nada.

Fue bastante fácil —
un pensamiento los llamó
desde el afilado borde de la tierra,
me rogaron que los tocara,
lloraron por ver mi rostro,
me suplicaron
hasta que por lástima
los hice volver en sí.

Pantera y pantera,
luego un leopardo negro
que los persigue de cerca —
pantera negra y roja
y un gran perro de caza,
una bestia como un dios,
hacen un perfecto círculo en la arena
y me separan de la tierra,
y tapan los sonidos del mar
con sus gargantas
y tapan el rugido del mar con sus ladridos
y bramidos y gruñidos,
y las estrellas de mar
y los remolinos de arena
y la resonancia del viento —
pero no tu voz.

Es bastante fácil llamar a los hombres
desde los bordes de la tierra.
Es bastante fácil convocarlos a mis pies
con un pensamiento —
es hermoso ver a la alta pantera
y a los brillosos lebreles
hacer círculos en la oscuridad.
Es bastante fácil
poner cedro y humo de ceniza
en los palacios
y cubrir las cuevas del mar
con marfil y ónix.

Pero renunciaría
a los bordes de coral de las rocas
y a las cámaras más remotas
de mi palacio en la isla
y a mis propios dones
y a la región entera
de mi poder y magia
por tu mirada.


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Datos de la autora. H.D. Poetry Foundation
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