Marcelo D. Díaz. Los gamos

Los gamos
Marcelo D. Díaz
Ed. de autor, 2024
Publicado digitalmente en Trafkintu


Viajado

Una barca es y no es
cuando se hunde
ambas desaparecen

Issa Kobayashi

a Jimena Tallone

De repente pienso en la representación
de una pluma, no sé
la memoria casi mnemotécnica repiqueteando
en los versos de Emily Dickinson,
tampoco me aprendí los vocablos de los pájaros
y sin embargo me acuerdo de esa vez
en casa. ¿Qué sería un viaje
sino tan sólo otra representación? Ya no la pluma
si no quizá un trineo y la polvareda de la nieve
desvaneciéndose en el paisaje mental
con un efecto para nada lírico.
¿Dónde guardaste tu voz?
Sos joven, no sos feliz, ahora vas a contar:
Uno, dos y tres hasta desaparecer
como un zorrito dorado en la visión de un arquero
maravillado por tus ojos
y el mapa de tus huellas que conduce a tu hogar
para más adelante encender una fogata y dormirnos
uno al lado de otro.
¿No era eso el amor?
Aquello que me dijiste: “gracias por estar,
es navidad, mi vida sigue electrizada por la tristeza
¿me vas a querer igual?”

En la noche más oscura cubierta de nieve
con todo el resplandor de las sombras.
Vuelvo: ¿Encontraste tu voz?
¿Y dónde la perdiste? ¿Fue en esa noche?
¿Fue mientras nos imaginábamos
cayendo
como esa pluma del poema
que yo me repito de memoria?
pero vos ni siquiera lo encontrarías en una canción
y contra todo pronóstico igual
¿sabrías que hablo de vos? ¿O acaso la perdiste en el trineo
yendo hacia quién sabe dónde?
Esa única noche, digo:
en la formación de la lírica el proceso
es parecido al de la descomposición de una helada
sólo que la claridad del frío
se desvanece a la inversa de la luz
hasta convertirse en una emoción nublada
como un archipiélago
alrededor del círculo polar.
¿Qué me ibas a decir? ¿El trineo? ¿Tu voz?
El poema que no leíste pero y sin embargo es como si.
¿Qué escuchaste?
El ángel de la tristeza acariciándote,
susurrándote por lo bajo: “Una chica y un hombre van perdidos,
háblale dice el ángel, ahora háblale
pueden construir una casa: primero la tierra y después
una cabaña de madera rodeada de pinos
y al último un sueño compartido
donde un ángel te habla y te acaricia y así?”

Cada tanto quisiera ser un auricular
a veces de oro
a veces de plata
sostenido en la imagen acústica de tu corazón,
un poema que refiere a otro poema que no leímos
una fábula dentro de una fábula,
la narración de un cuento de hadas
que al final termina su recorrido en el mismo punto
donde nos subimos en un trineo imaginario
para no regresar nunca
y por más que lo intentamos
una y otra vez
terminamos en el mismo lugar
donde esta historia recién comenzaba.


Nox

Quería hablar del aprendizaje de los sueños
entonces me acordé de tu voz
acompañada
por un espiral de sombra
haciendo algo parecido
a lo que hacen los pájaros
o lo peces
cuando nadan juntos
uno al lado del otro
como si no importara
la forma ni el contenido
así sea de día
o de noche
hasta dar con el principio de la claridad
donde se anuda la pérdida
y la memoria de la pérdida;
si me muero
quién hablará de las astillas
quién hablará
de la imagen mental de nuestro árbol
si puede acaso una hoja
–ahora en lugar de tu voz–
por cada instante recuperado
provocar una calma
parecida
a la de habernos perdido
en este mundo.


Madrugada

a Efe

Todas las noches te tomás un taxi
en la esquina un graffiti:
“Desconfía de quién no se conmueve”
Ahora, paremos, déjame aprender
Cuando digo yo
Digo corazón.
¿Vos qué decís
cuando decís yo?
Es así, mi corazón flamea
Hacia el interior de una fogata
que alguien encendió debajo de un témpano
lejos de aquí
y si soplás
todo se apagaría
el rojo el verde el amarillo
de los semáforos, todo
y quedaríamos congelados
como si ya no existiera nadie más
salvo nosotros .
¿Me vas a dejar?
¿Me vas a llevar?
¿Dónde iremos?
Y si mañana no estamos
y si tu recorrido quedó oscurecido
por una nieve oscura
como cuando me preguntaste
¿Dónde guardaste mi nombre?

Ya te extraño, sí
pero esta luz llegando
de quién sabe dónde
también es tuya.



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