Mark en el espacio / Día tras día // Mariana Suozzo

Mark en el espacio / Día tras día
Mariana Suozzo
Rosario, Neutrinos, 2020


El largo aliento en dirección a un otro

Por Leandro Llull

Ediciones Neutrinos reúne los primeros títulos de la poeta bonaerense. Hilados por la continuidad de su aliento y su mirada, ambos trabajos se perciben como momentos de una voz que se detiene en un espacio, lo ilumina y luego sigue su curso. El verso casi conversado, las imágenes domésticas transidas por la cotidianidad urbana y la construcción de una gran figura reflexiva al final del poema están presentes en cada texto.

Por su cariz sideral, Mark en el espacio (2007) nos coloca fuera de la tierra, pero con los ojos puestos en ella. La voz habla tanto para otro como para sí misma en un diálogo que no se sabe del todo encuentro ni del todo reflexión, y el lector queda flotando dentro de la nave como en un topos que no le permite apoyar los pies. Incluso en sus otros segmentos (Escritos por la anécdota y Una vez el mar), la sensación permanece: “pasan los días como aves en aquel paisaje” y “el pensamiento despojado galopa / sobre las torres de enfrente”.

La pérdida de la gravedad se vuelve tanto característica como búsqueda. Enfatiza el desenfado para con la negatividad del universo y sus pasiones tristes (“el espacio entre las cosas es raramente bello / el espacio entre las cosas y yo es raramente amplio”) y la música es vivida en el poema como, si se nos permite la conjunción, un estoicismo epicúreo: “las maravillas se reservan para el niño / que encuentra un pajarito muerto en la jaula de un patio abandonado / la muerte se ve lejana como el mar / o el cielo”.

Este último rasgo se vuelve patente en Día tras día (2009), donde el universo queda supeditado a la geografía conurbana y sus personajes. El largo aliento en dirección a un otro, a la vez que recuento, reclamo, loa o elegía, vale por una declaración estética en relación al entorno, como en el poema Roberto, donde se le pide al técnico en refrigeración que repare una heladera. El deseo por la presencia radiante del artefacto renovado nos sublima: “sería tan feliz si aparecieras por mi casa / casi como si no te esperase me darías una sorpresa / al traerme algo blanco, brillante, otra vez resplandeciente”.

En ese fulgor de lo averiado se nutre esta poética; y en la conciencia del desperfecto que la rodea, decapa la realidad y encuentra pequeñas tibiezas y ternuras. Porque la casa está venida a menos, es cierto, pero “sabemos que esa pared / fue construida con ladrillos finos, extramadamente finos”.


Mark en el espacio

VIII

Cada uno se prepara como puede para el último día en el espacio
mientras los otros chequean la rutina de aterrizaje
vos te permitís escuchar canciones de otros tiempos
recordás lugares de la tierra, amigos, la familia…
faltan dieciséis minutos para descender, te sentís como un niño
que es llevado de excursión al jardín japonés
(los niños no desconfían de las maniobras del chofer del micro naranja)
El regreso a la atmósfera es tan peligroso como el lanzamiento
ves indicios de un problema potencial en la cara del capitán
durante el despegue,
la pérdida de un fragmento de espuma aislante
golpeó el ala izquierda de la nave,
los sensores comenzaron a fallar
es inevitable que esto marque con preocupación los rostros
que vigilan silenciosos los movimientos del tablero
alguien murmura algo
referente al ángulo de penetración a la atmósfera
un pequeño error puede provocar una catástrofe
La serenidad se interrumpe con un breve crujido
en la vía que los comunica con la tierra
están relativamente cerca de sus hogares,
pero una luz intermitente y amarilla
señala que el calor excesivo
está afectando la estructura del trasbordador
girás con dificultad el cuello,
podés ver el fuego a través del vidrio
las cosas suceden tan rápido que parecen lentas o sin tiempo
vuela una de las alas, en lo que parece un estallido
de pedazos blancos y rojos:
pero una explosión no es una explosión
si no hay un buen ruido de fondo.


Escritos para la anécdota

III

Poema de amor profundo

Veme aquí, sufro el síntoma de la mujer sentada
ahora mismo tengo más pétalos que una margarita
pretendo ser una garrapata atornillada a tu cuello.


Día tras día

Un coche clásico

¿A quién no le gustaría estar a tu lado
contemplarte conducir apacible
un Disco Volante rojo?
Sobre una ruta que atraviesa campos minados de soja
viajaría sentada en la butaca del acompañante
absorta mirando la nadísima nada
perdiendo los ojos en ese color obsceno
que agota los nutrientes de la tierra
intentaría -como en cada viaje- eliminar de mi cabeza
una cantidad asombrosa de archivos temporales
mientras vos manejás y te sentís intenso y libre
te pediría, de vez en cuando, que te detengas
que te alegres por cosas pequeñas
como aquella tarde en la que los banderines
se agitaban en el patio
los vecinos se preguntarían si habría una fiesta
pero no, no necesitábamos una fiesta para celebrar
nuestras pequeñas decepciones
esa lucesita ínfima que vemos siempre al final del túnel
todavía quedan fantasmas de aquel domingo
que sobrevivimos al accidente
asoman imágenes de nuestro primer automóvil
derrapando a lo incierto del golpe
pero mientras pueda permanecer a tu lado
ver tus manos sujetar un volante
la cabeza erguida, la mirada al frente
no perderé las esperanzas de que algún día
podamos atravesar el mundo arriba de un coche clásico.



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