Poemas de familia*
Madre e hijas
Otoño se imagina niebla
en el jardín de suculentas
un cielo frío y sereno
lluvia tropical
se sueña
la madre exalta ese pequeño
y delicado asunto
de tejer, enlazar
a veces recto y otras curvo
mientras dice: ciertas flores
son preciosas
como tormentas
o ¡qué barato es tejer!
¡qué barato es
hablar de un viento!
así la madre decreta:
nacidas y criadas
en las pausas
del desierto
hinojo para las penas.
Yo quiero mi té de burro
dice una
–y la otra–
qué delicia, voy a llevar dos gajos
¡trinitarias para la ausencia!
Hay plantas mágicas
pero hay otras
que no te dejan mentir
aunque quisieras
y te deforman el pie o el alma
si para no llorar
…………………………………..estás riendo.
Distinguíamos volúmenes
en las nubes
y formas de ser
en el árbol
sabíamos que
semillas redondas
dan frutas carnosas
un día es feo y sublime
a la par
la flor de cactus, se liba
la primavera,
se acecha.
Venerábamos al sol
desde el lado oscuro
de la fuerza
profanadores de nidos
abríamos enormes
los ojos carniceros
a cualquier bajeza.
Creíamos en esclavos:
un grillo doméstico sin alas
un saltamontes hoja
del jardín a la caja
capaces de contemplar
la muerte
entre las manos.
La venganza en el corazón
los venenos a la luz del día
predadores y sanguinarios
empuñábamos deseos
como agujas de zurcir.
Cada noche rezábamos tristezas
por el cascarudo atado
lágrimas tardías
por ranas mutiladas
una pena inconsolable
por incriminar a un inocente
espinas en los pies
y al día siguiente esparcir
desde el borde a la entraña
agua hirviendo al hormiguero.
No teníamos ni una verdad
lo que de día nos excitaba
por la noche nos hacía llorar.
¡Cómo brillaban esos ojos!
Eran los ojos del mundo.
TRES POEMAS AL PADRE
Tenía nueve años y leía Moby Dick
vos madrugabas para verlos llegar
los canastos repletos
el oficio más antiguo del mundo
esa mañana una mujer
el cuerpo flaco y fibroso
(parecía un cochayuyo
sus manos de luchador de sumo
destrozaban jaivas en un crac)
te dijo por qué mira y no compra,
el señor.
‘Mecidos por la inmensidad del océano
toman lo necesario y vuelven
mientras vos dormís como un chancho jabalí enano´
comentaste
desde el marco de una puerta
en la casa que habitamos por única vez
aquel mes en la vida.
Quise seguir leyendo, te eché
me pediste el libro, buscaste la línea
“como todos saben,
la meditación y el agua están
emparejadas para siempre”
arqueaste una ceja
te fuiste contento
sumergirse en una idea tan delgada y simple como el horizonte
desde entonces te visitaré con frecuencia
cada vez lo haremos igual
sentarnos derechos
a pudorosa distancia
decir fealdad o belleza
exaltar diferencias
cada uno tomará su caña
lanzará el anzuelo
algunas veces la carnada
se hundirá
en el corazón del otro
tomaremos lo necesario
y volveremos en silencio.
***
Hoy he vuelto a buscarte
mil doscientos kilómetros
apenas entré supe
que ya no estás.
Ahí, donde faltás estrictamente
es el único lugar
en que lo entiendo.
Ahora me acuerdo
te miraba de lejos
por miedo a tu ira
impredecible
como a cualquier miope de niño
los anteojos pesados te organizaban
el gesto
el carácter también.
Yo escondía
tres huevos
tres huevos perfectos
arrancados de un nido
caminaba despacio
las plantas de los pies
alertas
miraste de cerca
huevos azules y robados
los mecía en la pequeña hamaca
que armé en mi remera
retorciéndola
tu enojo anticipó
una de mis primeras caídas
los huevos que pensaba empollar
pegados al cuerpo.
***
Algunas veces escucho
tu voz como si llegara de la tierra:
“si vas a caminar a la siesta
que sea con palo por las víboras”.
El atardecer cae y se rompe
derrama igual
su flamígera, incómoda, belleza
estar triste y contemplar
afina el oído al piar
desorbitado
ahí están
los pajaritos
con su vitalismo melancólico
de cancionistas portuguesas
mejor sería
oír una canilla que gotea
así y todo el agua flamea
apenas tocada por el viento
un cardenal de pecho amarillo
se acerca
el horizonte es violeta
luego verde
y al fin naranja
¡suficiente!
nada allí nos necesita
ni a la hija
ni al padre muerto
ni a la pena.
***
«El reino vegetal es extraordinario»
hubiéramos dicho
en una caminata cualquiera
o,
«en bicicleta
el aire y la respiración
son la misma cosa».
* Nota de la autora.
Estos poemas son parte de un libro que llevo años escribiendo: Poemas de Familia, otro nombre que me gusta es Asuntos internos y cuando digo el título en mi cabeza suena con voz ronca de policial americano. A veces creo que no lo voy a terminar más y me parece lógico porque allí van a parar los poemas que de vez en cuando aparecen y cuentan escenas familiares, recuerdos de la infancia, rescates del tiempo perdido: una familia, muchxs hermanxs, la vida de provincia. Alegrías, risas y penas. La educación sentimental de una pequeña tribu. Es decir, la memoria que es la casa. Cuando uno de esos recuerdos/ inventos salta como una ranita del estanque donde se amontan trato de oírla cantar sola, tomo nota. Algunos son los poemas tristes, como los Tres poemas al padre en los que me cuento historias con mi padre al que extraño mucho con la urgencia de trazar una conversación callada que emule a la que ya no es.
Mercedes Araujo (Mendoza, 1972)
Dicta talleres de escritura creativa en la UNA y es profesora de Derecho ambiental y Derecho de la cultura y el patrimonio. En el libro Todo lo que deba ser transparente, será transparente, acompaña con sus fotografías los poemas de Patricio Torme (Ed. Palabrava, 2020). Sus poemas forman parte de varias antologías, entre otras, Poetas argentinas, 1960-1980 (Ediciones del Dock) y Perras y Amor, de la Colección Prismática de Ed. En Danza.
Poesía
Así es el fuego, La Plata, Club Hem, 2018
La isla, Buenos Aires, Bajo la luna, 2010 (Tercer premio en poesía FNA)
Viajar sola, Buenos Aires, Abeja Reina, 2006
Duelo, Buenos Aires, Ediciones en Danza 2005
Ásperos esmeros, Córdoba, Ediciones Del Copista, 2005
Audiolibro
La sed y el agua (antología), MendozaEnCasa, 2020. Escuchar aquí
Narrativa
La hija de la Cabra, Buenos Aires, Bajo la Luna, 2012 (Primer premio novela FNA)
Links
Poemas. En Octavo Boulevard / Círculo de Poesía
En op.cit. «Así es el fuego», poemas / «Antología de últimas lecturas»