Cuando me alejo de los que hablan*
El espantapájaros, el caballo, la liebre
En la quinta,
cuando fuimos a ver
al espantapájaros
que cuidaba
un par de almácigos,
abrigado con una camisa
de mangas largas,
se acercó el caballo,
al trote,
contento de tener visitas.
Ese fue el momento
que eligió la liebre,
porque estaba a medio camino,
y no podía salir
directamente al campo,
tenía que pasar, sí
o sí, por nuestro lugar.
Nunca lo había visto
tan manso, el caballo
se dejaba acariciar,
levantaba la cabeza
cuando le tocábamos la crin
pero enseguida se confiaba,
y qué risa
los remiendos en la ropa
del espantapájaros,
qué risa
la tela apolillada,
mal zurcida,
y casi al paso,
en puntas de pie,
como si nos hiciera burla,
la liebre pasó tan cerca
que la hubiéramos tocado
en caso
de estar despiertos.
Y nos quisimos acordar,
pero ya corría,
corría hacia el horizonte,
la veíamos
al alcance de la mano
pero ya corría,
corría en el campo
como algo que escapaba
para siempre y solo
podríamos guardar
como lo que habíamos
perdido esa siesta
en que el viento
anudaba la camisa vieja
a los palos torcidos
del espantapájaros.
La casa de la iguana
Encontramos los muebles
fuera de lugar,
una gruesa capa de mugre
en el patio chico y el corredor,
y las cortinas en hilachas.
Una casa en ruinas,
pero no un desastre, todavía.
También había una mesa
en la cocina, sillas, camas,
provisiones en la despensa,
un techo seguro, un almanaque
del año en curso y en la boca
donde desagota el agua de lluvia,
una iguana.
Pareció salir justo
cuando llegamos, a recibirnos,
o de curiosa,
pero retrocedió asustada
y su gran cola verde
onduló en el piso de baldosas.
Los libros estaban ordenados
en la biblioteca, con las fotos
de los parientes muertos,
y el escritorio, una pieza de museo
con una máquina de escribir
en perfecto estado, los cajones
revueltos, billetes antiguos,
papeles por el piso, documentos
de algo que se volvió lejano,
ajeno.
El tocadiscos fue lo primero
en quedar sin arreglo,
y la humedad y la falta de uso
averiaron sin remedio
el resto de los artefactos.
No cayó una bomba,
solo unos murieron, otros
se pelearon, las visitas
se hicieron espaciadas.
El deterioro es un reflejo
de relaciones humanas.
Pero tampoco un desastre,
todavía, si el sauce
sigue tan esbelto afuera
y hay capullos de rosas,
flores en la coronita de novia
y una iguana
que cuida la casa.
La vieja en la puerta
En la puerta, al sol,
una vieja agria
en silla de ruedas,
con una pierna amputada,
parecía recibir a los visitantes
como si quisiera asegurarse
de que la vieran.
¿Hablamos de eso,
en el viaje?
Creo que no,
como pasamos por alto
al ingresar en el hogar
todas las miradas puestas
en nosotros, lo más vivo
de aquellos cuerpos
vencidos por los años
y el encierro. Apenas
esperan un saludo
en esas ocasiones,
y que te detengas
un segundo ante cada uno.
Como la vieja en la puerta.
La culpa y la vergüenza
no solo nos enredan
sin remedio ni provecho,
también nos hacen creer,
sospecho, que ver a un viejo
es un deber familiar.
Y sin embargo la vida
sigue transcurriendo,
sin embargo hay más
palabras, más abrazos,
hay más sorpresas,
más promesas y con ellas
la idea de que mañana
o la semana que viene,
y las fallas de la memoria,
los malentendidos,
las cosas que repetimos
dos y tres veces tienen
también su gracia.
No sé si más fuertes,
no sé si felices, en todo caso
salimos repuestos del calor
y del viaje, aquella tarde
de verano dejaba una huella
para continuar. Lo que ella
te dijo era tan simple,
su voz era igual
de firme que antes,
nos detuvimos para escuchar
y seguimos en silencio
un momento después
que terminó de hablar
para asegurarnos
de lo que había dicho,
¿no? Fue una novedad.
Y nos demoramos
otro rato al salir,
frente a la calle de tierra,
como la vieja que esperaba
las curaciones del sol
para su blanco muñón.
¿Qué harías?
¿Qué harías si me despierto
en medio de la noche?
Aun pensaba en esa pregunta
cuando iba por la ruta y la tormenta
se desató. Y la que hiciste
a continuación también resonaba
como las pesadas gotas
de lluvia. El asfalto no se distinguía
de la banquina, y en el carril
contrario un auto avanzaba
a tientas con las balizas,
a la deriva en la oscuridad.
Estaba la curva, el camping
de los metalúrgicos
y la estación de servicios.
Por suerte conocía el camino.
Apagué las luces,
detuve el motor y le hablé
al agua y a la noche
como a un dios
al que quisiera apaciguar.
Romper el hielo
Romper el hielo
era su especialidad.
Contaba intimidades
de la vida familiar,
bromas, grandes pavadas,
era capaz de perder el tiempo
de mil maneras y de pronto
estábamos en medio del tema,
no sé si más tranquilos
pero al menos relajados.
Podía ganarse la vida
como animador de fiestas,
pero se había recibido
de abogado. En la etapa
en que yo me encontraba,
dijo, su consejo profesional
era que cogiera bien.
Cada vez que me encuentro
con personas que hablan mucho
lo recuerdo, esas personas
que no se escuchan y tardan
en darse cuenta de lo que dicen.
Si es que se dan cuenta.
No soportaba a su mujer,
y a no ser por los chicos
se hubiera separado.
La idea de levantarse
por la mañana y no ver
a sus hijos lo contenía
cuando se enojaba.
Podía volverse loco
si le tocaba esa situación,
porque hay cosas que pasan
en tu vida sin repetirse.
Fue algo que se le escapó,
un pensamiento en voz alta
que no me iba a servir,
más bien lo contrario,
todo lo contrario, tanto
que no lo puedo olvidar.
Sé lo que hago, entonces,
cuando me alejo de los que hablan
y te dejan solo con lo que dijeron,
un peso imposible de levantar.
* Nota del autor.
Estos poemas forman parte de un libro todavía sin título. A diferencia de los anteriores, que estaban muy referidos al campo del sur santafesino, transcurren en una especie de no lugar, un ámbito imaginario en el que se cruzan memorias personales, experiencias de viaje (viajes muy acotados, relacionados con cuestiones de familia) y algunas despedidas. Me interesa seguir trabajando con el poema como narración, aunque también a diferencia de lo anterior ahora trato de atenerme más a lo que pienso o supongo que son núcleos de sentido, escenas que quiero focalizar para ver qué me están diciendo.
Osvaldo Aguirre (Colón, pcia. de Buenos Aires, 1964)
Periodista, crítico literario, poeta. Integró el consejo de dirección de Diario de Poesía y, entre 2008 y 2012, el equipo curatorial del Festival Internacional de Poesía de Rosario. Estuvo a cargo de la edición de libros de Francisco Gandolfo, Felipe Aldana, Arturo Fruttero y Francisco Urondo, entre otros poetas. Sus blogs son Apuntes de Osvaldo Aguirre y Las Vueltas del Camino; es integrante de nuestro sitio, op.cit.
Poesía
La Copa Galegani (plaqueta), Mar del Plata, Biblioteca Municipal Leopoldo Marechal, 2015
El campo, Rosario, Ivan Rosado, 2014
Tierra en el aire, Buenos Aires, Gog y Magog, Buenos Aires, 2010
Campo Albornoz, Montevideo, Hum, 2010
engua natal, Buenos Aires, Ediciones En Danza, 2007
Ningún nombre (plaqueta), Mar del Plata, Dársena 3, 2005
El General, Mar del Plata, Melusina, 2000
Narraciones extraordinarias (plaqueta), Bahía Blanca, Vox, 1999, 2019
Al fuego, Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1994
Las vueltas del camino, Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1992
Antologías
Atlas de la poesía argentina (comp.: Eugenia Straccali y Bruno Crisorio), La Plata, Edulp, 2017
Poesía argentina para el siglo XXI (comp.: Andrew Graham-Yooll), Buenos Aires, Continente, 2011
Ensayo y crítica
La tradición de los marginales, Santa Fe, UNL, 2013
Crónicas-memorias
Como si fuera hoy, Rosario, El Ombú Bonsai, 2014
Oratorio Morante, Rosario, Editorial Municipal de Rosario, 2011
Otros
La poesía en estado de pregunta, Buenos Aires, Gog y magog, 2014
Hablados por la poesía, Rada Tilly, Espacio Hudson, 2011; edición ampliada, 2017
Una poesía del futuro. Conversaciones con Juan L. Ortiz (compilación de ensayos, artículos y reseñas), Buenos Aires, Mansalva, 2008, 2016
Links
Poemas. En La Pecera / Revista Internacional de Poesía / Espacio Murena / Otra Iglesia es Imposible / La Infancia del Procedimiento
Artículos del autor. Prólogo a No develarás el misterio (que compila treinta y dos entrevistas a Marosa di Giorgio) / «Una intensidad misteriosa y abierta» /
Entrevistas. 1 Poeta 10 Preguntas / Sobre Juan L. Ortiz / Sobre el policial negro / «No puede ser que todo lo que se publique dé lo mismo», por G. Yuste / «Walsh plantea otros criterios…»
Reseñas sobre el autor. «Las vueltas de la poesía», por D. Colomba
Textos del autor en op.cit. “Los niños y las niñas aman la poesía”, entrevista a Roberta Iannamico / «Especial mariani: En busca del beat» / «Rubén Sevlever: Entrevista inédita y poemas»