Poeplas 2. Antología de poesía argentina para chicos. Selección de Valeria Cervero

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Este volumen, segundo ebook publicado por op.cit., presenta una compilación de autores argentinos actuales realizada por Valeria Cervero. Hace unos dos años atrás, en el contexto del desaparecido sitio Poesía Argentina, los mismos editores habíamos publicado el primer tomo de una selección de características similares (que puede descargarse aquí): autores reconocidos en la escena de la literatura infantil y juvenil y también atípicos, y textos prefigurados dentro del género y otros que admiten la lectura de los más jóvenes, con lo cual se sostiene cierta apertura en cuanto a la cuestión fundamental, que es el lector convocado.
La selección incluye textos de David Wapner, María Teresa Andruetto, Laura Forchetti, Juan Lima, Marisa do Brito Barrote, Silvana Franzetti, Silvia Castro, María Rosa Mó, Javier Martínez Ramacciotti y Rafael Urretabizkaya.
Las ilustraciones que acompañan a los poemas pertenecen a María Wernicke, Marcelo Tomé, Cecilia Afonso Esteves, Virginia Piñón, Sebastián Dufour, Sandra Lavandeira, Marcela Calderón, Julián Valiente, Elissambura, Andrea Sanmartín, Vivi Chaves y Chelo Candia.
Agregamos tres poemas de muestra del ebook, y una entrevista realizada a los autores Iris Rivera, David Wapner, Roberta Iannamico y Silvia Castro, sobre los temas de la poesía para chicos y los autores, títulos y editoriales más importantes de los últimos años.

Poemas de Poeplas 2

Con la punta de una espina, de Juan Lima

Con la punta de una espina
se puede remover la palabra
abrojo que se ha clavado
en la palabra
pantalón
hay que tener cuidado
de pinchar sólo del lado
del revés de las
palabras
cualquier duda
me pueden consultar
juan@trucoscaseros.com
la palabra
es un animal
peligroso

El Jote*, de Rafael Urretabizcaya

El Jote de negra fama
se enamoró de la Jota,
no de la letra, la otra
pajarita presumida
que invierte horas de su día
en arreglarse el copete.

¿Se lo digo, no le digo?,
se pregunta en su planeo,
¿si dice que me las tome?,
¿si me dice Jote fiero?

Yo no tenía noticias
que amar era preguntarse,
yo pensé que era tirarse
bien de arriba a la comida.

Andaba despreguntado,
mi mente iba como un tronco
río abajo en la corriente,
ahora tengo un alboroto,
un rumor que desconozco
y no recuerdo el que soy.

¿Y si se apaga Valderrama?
¿Y si se lesiona Messi?
¿Y si me dice te quiero?
¡Qué preguntón el amor!


*Ave que se alimenta de carroña.

Banjo en la cocina, de María Teresa Andruetto

He perdido una música
Irene Gruss

El padre toca el banjo en la cocina
de la casa. Es la siesta del domingo
y amenaza tormenta (… los chicos
juegan, la madre levanta los platos
de la mesa). Bajo la parra zumban
las moscas. El padre toca rumbas,
habaneras, canciones italianas.

Alguien sostiene las partituras,
……………………..da vuelta las páginas

(hasta que salta una cuerda
y la música acaba).

***

Sobre la poesía para chicos y jóvenes

Entrevista a Iris Rivera, David Wapner, Roberta Iannamico y Silvia Castro

Por Valeria Cervero

1) ¿Consideran que los chicos y jóvenes leen poesía? ¿En qué basan su respuesta?

Iris Rivera: Veo que los niños y jóvenes leen poesía cuando alguien se las acerca. Con los adultos pasa algo parecido. También nosotros adultos, cualquiera sea nuestra edad, nos interesamos por la poesía si alguien la pone a sonar cerca. El ejemplo más fácil que se me ocurre, el primero que me viene, es el fenómeno de los susurradores.
También me parece que hay una brecha entre el deleite de los niños por la poesía sonando en el aire cuando todavía no leen palabra escrita y la poesía “para leer” cuando se trata de que sea el lector mismo quien la ponga a sonar.
Baso mi respuesta en la simple experiencia, en lo que veo que ocurre con los niños que tengo en la familia, en las familias de amigos y en las de otras personas cercanas. También, en lo que veo que ocurre en las escuelas cuando encuentro maestros que aman la poesía y no se guardan ese amor para ellos solos.
Puedo agregar otra experiencia que tuve cuando visitaba, como mediadora, el Penal de Marcos Paz en el sector de jóvenes hasta 21 años, y también, en un Centro de Recuperación para jóvenes drogadependientes. Se trataba de talleres de lectura a los que llevábamos libros. Nos proponíamos escuchar y, dentro de lo posible, atender a los pedidos de estos jóvenes. Lo que más pedían eran… libros de poemas.

David Wapner: Niñez y juventud son momentos muy diferentes en nuestro desarrollo como especie, vayamos por partes. Los niños son poetas, sobre eso no tengo dudas: piensan, hablan, actúan, se desenvuelven como poetas porque eso es lo que son. Nuevos en la vida, mentes y almas frescas, dependen de donde vivan, de las condiciones en que crezcan, recibirán más tarde o más temprano los golpes de pisón, o el rodillo de amasar, que la sociedad les tiene preparado. Sólo una ínfima parte de ellos sobrevivirá de adulto a este proceso, que da una última oportunidad en la pubertad y adolescencia, y persistirá en la poesía o en el arte, a riesgo de su vida. Los componentes neurálgicos de esta apisonadora están concentrados en la educación y los medios de difusión. Entre ellos, toneladas de estupidez en formato de ficción televisiva, o interactiva, libros para chicos, y de entre estos, un porcentaje que juega a ser poesía. Si los niños leen estas cosas, a las cuales en general acceden en la escuela, no puedo considerar que lean poesía. Si, en cambio, se acercan a los libros que, en forma incipiente, y transversal, algunas editoriales pequeñas y atrevidas publican y filtran en las aulas, es posible que en algún momento lean poesía. En este sentido, el fenómeno más importante de los últimos años es el Festival de Poesía en la Escuela, una idea genial, pionera, que llevan adelante las poetas Alejandra Correa y Marisa Negri. Este espacio que ellas ganaron es, a nivel macro, la gran esperanza. Luego están los talleres en torno a bibliotecas o espacios privados, islas que dependen de la capacidad y talento de los talleristas. ¿Y los jóvenes? Del estado de infancia, que es el más puro y sin límites, se pasa a uno de alucinación, que alterna desesperación con éxtasis, por causa de las hormonas sexuales y del crecimiento que irrumpen y marean. En esta etapa hace eclosión una necesidad de escribir poesía, de cualquier modo. La mayoría de quienes han escrito aunque sea un poema en su vida lo hizo en esta edad. Y también quienes han leído a los sumo un libro de poemas, no importa cual. La adolescencia es, creo, la etapa en que la poesía tiene más lectores. Que nunca son muchos. Aquí también aparecen los intercambios de papeles escritos (o su equivalente digital), las revistas-fanzines-e-zines, los protoeditores. La poesía para jóvenes es esa. La escriben, la editan, la hacen circular los jóvenes, y eso es la base, el inicio de toda la poesía que existe.

Roberta Iannamico: Basando mi respuesta en mi experiencia personal como docente de niños y adolescentes, puedo decir que niños y jóvenes disfrutan muchísimo de la poesía cuando esta llega a sus manos-ojos-corazón.  En el caso de los nenes y nenas más chiquitos, creo que tienen una empatía natural e inmediata con la poesía. Coordino un espacio de lectura y escritura para  niños de 6 a 11 años aproximadamente, donde la poesía está siempre presente,  y si empezamos a leer poemas , se transforma el clima animíco, se instala la alegría, el disfrute. Leemos en voz alta unos cuantos porque siempre piden “uno más”.  Hace poco estuvo de visita Juan lima, que acercó su poesía  a los chicos de la escuela primaria y puso sobre la mesa la cuestión de la metáfora y las greguerías. La respuesta de los chicos  fue de un nivel de poesía, de humor  y de entusiasmo que logró contagiar hasta a las maestras.
Con respecto a los chicos de la secundaria, creo que se les acerca poquísima poesía, a pesar de que en todas las escuelas está presente la biblioteca Juan Gelman, con 100 libros uno mejor que otro. Pero, al menos en lo que pude observar, se usa muy poco. La mayoría de los profes de lengua la ignoran; quedan los libros quietos en los estantes. Una pena muy grande. Y los chicos tienen  un prejuicio con la poesía: la desconocen y piensan que es algo impostado, lejano y ridículo (tal vez por malas experiencias en la escuela primaria).  Pero cuando se les acerca y pueden tener una experiencia de lectura de poesía, es increíble cómo se abre en ellos un espacio de libertad y un camino hacia ellos mismos. En ese sentido, y disponiendo del valiosísimo material del que se dispone en todas las secundarias, creo que es muy necesario que se trabaje la poesía en la formación de los profes. Igual, tengo una confianza medio mágica en que por su propia fuerza los libros irán saliendo de los estantes.

Silvia Castro: La habitan. La leen si tienen oportunidad. Cuando digo oportunidad pienso en pibes sin acceso, que habitan lo poético de modos poco convencionales, poco visibles para las clases sociales con algún poder. Soy poeta y prefiero habitar el sitio en el que los niños y jóvenes sin libros puedan escribir y leer poesía. Soy bibliotecaria y docente para construir y sostener ese lugar olvidable y peligroso para la mayoría de las políticas culturales que recuerdo. Desde esta posición me interesa, junto con un grupo de artistas y docentes, trabajar en una “ensayística infantil” en relación con los libros de poesía. Esto es, incorporar, privilegiar, las miradas y lecturas infantiles en la crítica y reseña de aquello que se está leyendo en hogares y escuelas. Lo que vamos experimentando y descubriendo es interesante, imprevisible y sorprendente. Lo que llama la atención de las nuevas infancias no siempre coincide con los aspectos que tomarían los adultos, ya sea un poeta, un docente o un periodista cultural.

2) ¿Cómo ven el campo de la edición de poesía para chicos en la Argentina?

Iris Rivera: Primero tengo que decir que, aunque me gusta mucho la poesía y trato de difundirla dentro de mis posibilidades, mi mirada no abarca todo lo que se publica en la Argentina. Entonces puedo hablar nomás desde un ángulo algo impreciso, reducido y personal. Veo que hoy se publican más libros de poemas que llegan a los niños que los que se publicaban veinte años atrás, pongámosle. Diría que los editores, hoy,  “se arriesgan” a poner a prueba el prejuicio de que la poesía “no se lee y no se vende”. También, en mi opinión, es mayor –mucho mayor– la cantidad y diversidad de títulos que se publican “para adultos” que los que se publican “para niños y jóvenes”. Hay muchas más editoriales especializadas en aquella poesía que en esta, suponiendo que fueran dos poesías distintas, lo que no me parece acertado. Los que son vistos como distintos por el mercado editorial son los lectores a los que supuestamente va dirigida determinada serie de poemas. Por eso diría que muchos libros de poemas  editados “para adultos” no tendrían por qué quedar fuera del circuito juvenil y tampoco del llamado “infantil”.
Un renglón aparte, creo yo, merecen los blogs que afortunadamente abundan cuando se trata de poesía “para adultos”, mientras que hay muy pocos que se dediquen a poesía infantil y juvenil. Entre estos últimos, me gustaría mencionar  el que llevan adelante las poetas Marisa Negri y Alejandra Correa y cuya dirección virtual es: poesiaenlaescuela.blogspot.com.ar/.

David Wapner: Hablaba de las editoriales pequeñas y atrevidas: en realidad, en torno a la poesía, no son tantas. Siento que hubo un empuje inicial que ahora decae. Pequeño Editor comenzó con una apuesta muy clara por la poesía, pero con el tiempo fue cambiando su perfil en favor de un tipo de libro de alta calidad pero con contenidos que se decantan por lo informativo. Este cambio le ha proporcionado muchos éxitos a nivel internacional, pero achicó el espacio a la publicación de poesía. Si no me equivoco, el único que sacaron en el último tiempo es Pájaros, de María José Ferrada. Enhorabuena, porque es muy bueno. Calibroscopio es otra casa que publica poesía, poco pero constante. Lo mismo Del Eclipse. Es en este tipo ideal de editorial, pequeña y con más compromiso con el arte de editar que con el mercado, en donde debiera darse la transición del libro-álbum a verdadero libro de poesía con arte visual. Mágicas Naranjas, el primer sello de poesía-poesía en orientar su colección al público lijtor, Bajo la luna (no es nueva, por supuesto, pero su colección de poesía ilustrada para chicos sí), Ediciones de la Terraza, Limonero.  Y si me olvido de alguno, que me demande y me lo haga saber: le estaré agradecido.

Roberta Iannamico: Muy activado: la poesía está siendo valorizada en la edición de libros para chicos. Están cambiando los códigos de lectura, supongo que a partir del surgimiento del libro-álbum, y esto incluye la presencia de la poesía.  Eso está bárbaro. Aunque también, como siempre que lo comercial mete la cola, aparecen las falsificaciones, la “falsa poesía”, como yo la llamo. Y también hay mucho de eso en las publicaciones de libros para chicos.

Silvia Castro: En Argentina hay excelentes autores tanto a nivel visual como textual. Pienso la autoría del artista visual como un lugar a cuidar y visibilizar. Buena parte del elemento poético en los libros que utilizamos con niños proviene del “ilustrador” o se gesta junto con el poeta en un lugar de paridad. Crece la edición, promoción y lectura de libros-álbum, especialmente entre niños en edad temprana. Existen también poemarios ilustrados convencionalmente, que por lo general son preferidos por los ya alfabetizados y con mayor competencia lectora. Todo suma. En las dos modalidades existen editoriales destacables por su catálogo como Del Eclipse, Zorro Rojo, Calibroscopio, Comunicarte, Kalandraka… Celebro la aparición de los títulos de LIJ de Ediciones en Danza y Mágicas Naranjas, con autores argentinos contemporáneos que quiero y respeto, y que también los chicos y chicas en las bibliotecas comienzan a conocer y valorar.

3) ¿Cuáles son los libros de poesía para chicos y jóvenes que más les llamaron la atención en los últimos años?

Iris Rivera: Bueno, depende de qué entendamos por “los últimos años”, pero tomo la expresión de manera que no me resulte limitante y voy recordando títulos que, por supuesto, tienen que ver con mi gusto personal. Sé que seguramente quedarán fuera obras que acaso sean muy bellas, pero no llegué a conocerlas todavía. Con esas reservas, acá van: Donde nace la noche, de Laura Forchetti (Ekaré); Loro hablando solo, de Juan Lima, autor integral (Comunicarte); Botánica poética, de Juan Lima, autor integral (Calibroscopio); El mercado de las pulgas, de Juan Lima, autor integral (Atlántida); La hormiga que canta, de Laura Devetach, ilustrado por Juan Lima (Ediciones del Eclipse); Cabía una vez, de David Wapner, ilustrado por Juan Lima (Calibroscopio); Tus ojos, de Eduardo Abel Giménez, ilustrado por Cecilia Alfonso Esteves (Calibroscopio); Ver llover, de Germán Machado, ilustrado por Fernando de la Iglesia (Calibroscopio); Separaciones mínimas, de Germán Machado, ilustrado por Matías Acosta (Ediciones de la Terraza); Alguaciles, de Verónica García, ilustrado por Diego Moscato (Ediciones Del Naranjo); Nanas de la cebolla, de Miguel Hernández, ilustrado por Matías Acosta (Ediciones Del Naranjo); Perlas de bruja, de María Rosa Mó, ilustrado por Leicia Gotlibowski (SM); Julieta en sueños, de María Rosa Mó, ilustrado por Federico Delicado (Kalandraka); Palabras manzana, de Jorge Luján, ilustrado por Manuel Marín (Anaya); Tarde de invierno, de Jorge Luján, ilustrado por Mandana Sadat (Kokinos); Para escuchar a la tortuga que sueña, de Oche Califa, ilustrado por Lucas Nine (Colihue); Escondidas, de Valeria Cervero, ilustrado por Vivi Chaves (Ediciones del Eclipse); Agua salada, de Pequeños escritores, ilustrado por Manolo Hidalgo; Producciones del taller de niños coordinado por  Ruth Kaufman (pequeño editor); Canción decidida, de David Wapner, ilustrado por Cristian Turdera (Pequeño Editor); Ris ras, de Roberta Iannamico, ilustrado por Claudia Legnazi (Capital Intelectual); Tres retratos de un zorro cachorro, de Roberta Iannamico, ilustrado por Marcela Calderón (SM); Los sueños del agua, de María del Carmen Colombo, ilustrado por Cristian Turdera (Pequeño Editor); Ema y el silencio, de Laura Escudero, ilustrado por  Roger Ycaza (Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños/ Fundación para las Letras Mexicanas y Fondo de Cultura Económica de México…  que tuve la suerte de conocer antes de que se publique).

David Wapner: La división en poesía para chicos / poesía para jóvenes es un artificio que se sostiene casi exclusivamente por razones comerciales. Hay nanas, canciones de cuna, rondas, casi todas entre de la  esfera de la poesía oral, anónima, con canto o sin. Poesía para jóvenes es toda la poesía, y ya me explayé en la pregunta anterior sobre dónde, cómo y por qué. La poesía para niños también debería apuntar a borrar esos límites. Por supuesto, no estoy hablando de subgéneros específicos para un público adulto, los pornosonetos de Pedro Mairal no fueron escritos para niños. Pero los subgéneros son cuartos cerrados. Yo hablo de los poetas que abren la puerta de sus poemas a los niños sin limarlos, lavarlos, edulcorarlos o cargarlos de una emoción dirigida y precocida. Está la obra de Roberta Iannamico: su poesía es un espacio sin límites, en donde humanos, animales, plantas, minerales son adulto y son niño, sus movimientos intercambiables, todos partícipes necesarios de un estado de gracia que es la vida. Cualquiera de los libros que publicó en los últimos años, y los anteriores también, son una buena puerta para que cualquiera pueda entrar en este universo. Esto no se hace, de Laura Witner (Limonero), es un poema hermoso, toda un arte poética, como bien dice Germán Machado, puesto en las manos, en los sentidos de un niño. Un poema que se retroalimenta, que asciende en espiral, que funde en forma espontánea modos de la tradición popular y la vanguardia. Debo aclarar que conozco el poema porque me lo pasó la poeta, y que vi algunas imágenes del álbum subidas a la internet. Vivo lejos de la Argentina, y sólo cuando viajo allí, o cuando me los envían por correo, puedo tener en mis manos los ejemplares en papel. Lo mismo me sucede con Donde nace la noche, de Laura Forchetti (Kalandraka), algunos de cuyos poemas había leído aquí y allá, y la poeta me envió un PDF a mi pedido. Un libro que discurre en una zona límite, transparente pero no, oscura pero no, sin artificios, que fluye a través de los sentidos, no de los sentimientos. También, en PDF, leí Sinsentidos comunes, de Ezequiel Zaidenwerg (Bajo la luna). Se trata de limericks originales, fieles al modelo de Lear, pero con vida propia y una carga de absurdo y humor tan potentes como los incluidos en The Book of Nonsense. Los dibujos de Raquel Cané van en ese mismo sentido. Escondidas, de Valeria Cervero (Ediciones del Eclipse), es una de las propuestas más jugadas en poesía publicada para chicos. Poemas con elementos de poesía concreta, poemas camaleón (letras y palabras mutan sus colores) en donde el lector puede buscar pistas perdidas, u ocultas, entre sus intersticios, pero sin pistas ni orientación previa. Es seguro que omito algún libro valioso, sabrán disculpar, pero a este tipo de limitaciones me somete la distancia.

Roberta Iannamico: Para chicos me ha gustado mucho Quiere a ese perro, de Sharon Creech, que si bien no es un libro de poemas, contiene unos cuantos poemas y, sobre todo, el relato de la experiencia de lectura y escritura de poesía desde el punto de vista de un niño. Es una maravilla ese libro.  También me han gustado mucho Tigres de la otra noche, de María García Esperón; los de Laura Devetach  (toda su poesía para chicos es una belleza); los de David Wapner (poemas que se corren del margen y abren).  El libro de los ogros de Cecilia Pisos me encanta ; los de Juan Lima, Marina Colasanti, Laura Forchetti, Sandra Siemens, Ruth Kaufman,  María Rosa Mó, algunos de los libros de Jorge Luján y también toda la poesía  “de grandes” que se viene publicando en ediciones hermosamente ilustradas para niños, como los de mágicas naranjas, y otras editoriales que publican para chicos a clásicos como Lorca (maestro en la poesía para niños), Pessoa,  Alfonsina, Parra, Huidobro,  etc.
En cuanto a la poesía para jóvenes, creo que no hay tanta diferencia con la poesía para adultos (la de chicos casi que tampoco ). Por mi experiencia como acompañante literaria de jóvenes en estos años, creo que lecturas escenciales, que ellos aman en seguida, son Rimbaud, los surrealistas, Pizarnik y toda la poesía argentina a partir de los 90. Los libros de Vox, Siesta, Del Diego y todas las editoriales que fueron apareciendo en las últimas décadas. De entre ellos se hacen querer rápidamente por los jóvenes Daiana Henderson, Milton López, Diego Vdovichenko, Vicente Luy, Camilo Blajakis, Paula Jiménez España…  qué sé yo, otra vez me encuentro en esta trampa de nombrar algunos y dejar tantos sin nombrar muy injustamente, porque han sido fundamentales para muchos o al menos (al-más) para alguno o alguna. Bueno, variedad. Eso pide la poesía.

Silvia Castro: El que viene arrasando por cómo fue gestado y cómo encarnó en el imaginario infantil, es Bestias Pop, de Eduardo y Rafael Mileo, de Ediciones En Danza. Rafael es un autor niño, tiene doce años y dibuja seres extraordinarios con algún parecido con los personajes que habitualmente ven los chicos y chicas en TV. Su padre escribe, desde la absoluta ignorancia paterna de esos contenidos y saberes infantiles, poemas con personajes que llaman poderosamente la atención de los niños y niñas, como el El Gato con Pecas, que “en la boca lleva la V de la derrota”. Otro que no para de ganar adeptos entre chicos y adultos es Sinsentidos comunes,  de Bajo la Luna, con textos de Ezequiel Zaidenwerg y dibujos de Raquel Cané, un repertorio de limericks acriollados por el poeta y hermosamente condimentados por el dibujo de Raquel. Oxígeno necesario luego de tanto Zoo Loco sin respiro ni recreo. La tercera y última joya es sin duda Tus ojos, que reúne los poemas de Eduardo Abel Giménez y las fotografías de Cecilia Afonso Estévez.  El título es presentado impreso sobre trozos circulares de cartulina de color. Los correspondientes a la letra “O”, aparecen en el mismo sitio en la tapa y contratapa. En las solapas, en el mismo sitio, los círculos están calados. Al abrir el libro y sus anchas solapas, tapa y contratapa se despliegan a los lados, como extremidades de algún animal singular. El libro es un juego de dos: escritor e ilustrador, autores y lectores, e invita a ser leído “a cuatro ojos”, que es lo que hacen los niños que lo descubren: colocan de a dos sus ojos en las solapas caladas y espían, a un lado,  los extraordinarios poemas de Eduardo, y al otro, las fotos del ya memorable tablero mágico de Cecilia.