Poesía y voz: cromas para alterar la trama/ Otros colores para nosotras. Poesía contemporánea de mujeres argentinas

t_otroscoloresOtros colores para nosotras. Poesía contemporánea de mujeres argentinas
VV.AA.
Bárbara Alí y Roxana Molinelli
(comp.)
Buenos Aires
Ediciones Continente
2018

 

 

Por Gabriela Clara Pignataro

La relación entre color y poesía se manifestó en múltiples formas a lo largo del tiempo. El color en la metáfora, como tensión dramática, como expresión simbólica de lo subjetivo; como paisaje, contaminación de los estados, de los objetos. Como encarnación de las fuerzas invisibles, como plano ilimitado de una idea inabarcable.
En su texto teórico De lo espiritual en el arte, Vasili Kandinsky pondera que el color tiene dos efectos poderosos: un efecto físico, la excitación ante el estímulo, en tanto el ojo queda imantado a la belleza del color cuya impresión puede provocar vivencias; y un efecto psicológico, la consecuencia de la contemplación del color y su impacto: una relación asociativa, evocativa. En la profundización de los estudios sobre este último efecto, la industria cultural y publicitaria han erigido parte de su reinado de pedagogías visuales, que no sólo han impactado en el consumo, en la segmentación de productos del mercado sino en la producción y reproducción de mandatos sociales: la asociación sexo-genérica del color es un claro ejemplo de ello. Cuando las activistas cromoactivistas (las artistas Mariela Scafati, Marina De Caro y Guille Mongan) levantaban en la 25 Marcha del Orgullo LGBT pancartas que bramaban “¡El color no es inocente!”, estaban señalando la potencia política del color en su espectro de representatividad, de visibilidad, de simbolización y de la función adoctrinante que ha tenido en la matriz social.
Ahora bien… ¿Por qué hablar de teoría del color para acercarnos a una antología de poesía? Porque Otros colores para nosotras expresa una voluntad, una demanda y un deseo, y en dicha enunciación, se rebela. ¿Contra qué? Contra las presunciones, contra las subordinaciones, levantando el guante de Alfonsina Storni: “Tu me quieres nívea/ tú me quieres blanca/ tú me quieres alba”, la antología coordinada por Bárbara Alí y Roxana Molinelli se hizo presente en diciembre de 2018 para clausurar un año de calles inundadas de marea de colores, de palabra revuelta. Otros colores… no sólo incita a inaugurar otras tramas que visibilicen la producción poética de autoras mujeres, sino también a conjurar en la diversidad de sus voces, sus universos, atmósferas e interrogantes. Se dice “conjurar” porque, como bien adelantan las compiladoras en el prólogo, dicha acción en una de sus acepciones refiere a “la fórmula mágica, que se dice, recita o escribe para conseguir algo que se desea”. La palabra poética ritualiza e invoca en este libro, investida de poder así como supieron hacer lxs antiguxs, las brujas y hechiceras; convoca también a enlazar, en la trama que nos une, las genealogías en su heterogeneidad y complejidad para re-crearse desde el lenguaje, en otras potencias afectivas y vitales.
Las trece poetas antologadas (vaya número mágico, el 13, si lo hay) son tan distintas como los hilos de múltiples tintes en un mismo tapiz. Cada escritura invita a una tensión y vibración particular, la apertura de los pasadizos a los mundos propios y singulares. Entonces ¿en qué zonas se trenzan los hilos individuales? La alusión al color como señalamiento de aquello que urge se encuentra en Natalia Leiderman: “A veces la rebelión consiste/ en corromper tu tejido/ regalándote lanas de otros colores”, y en Tamara Grosso: “Elijo entre varias bufandas/ por el color, no por lo grueso/ como si esa forma de protegerse fuera más importante/ que cubrirse del frío”. La pregunta por los antepasados femeninos emerge en Valeria Cervero: “Las mujeres de mi familia murieron solas o acompañadas,/ pero dejaron sus voces sonando en el recuerdo antes de irse”, y en Luciana Reif: “Pienso en su cuerpo joven,/ en lo bello de una madre/ antes de ser madre”. Lo orgánico, el registro del cuerpo expuesto a la maternidad, a las revelaciones ante el filo quirúrgico aparecen en Jimena Arnolfi: “El parto arrasa con lo que hay./ Las palmeras tienen un secreto,/ sobreviven porque son flexibles”, y en Verónica Pérez Arango: “El médico sacó los pólipos/ (…) / “Son lenguitas que crecen adentro tuyo/ entonces pensé/ en la belleza del diminutivo”. El sexo, el erotismo, el deseo pueden hallarse en Flor Codagnone: “Era la lengua/ en la lengua./ La piel latía,/ murmuraba”, y en Romina Dziovenas: “el insomnio/ el sexo latiendo/ como un fantasma detrás de las sábanas”. El vínculo con ese extrañx otrx, inciertx, distante, en Juana Roggero: “Y las botas de nieve/ son como nosotros:/ no nos usamos/ más que en fantasías”, y en Micaela Szyniak: “Me da pena. Vos sabés/ Seríamos una gran pareja política/ yo hablaría bien de vos en/ Cada festival, aunque estuvieras a mi lado”. El interrogante por la identidad y los tránsitos, en Paula Giglio: “A mí no me cuesta adaptarme/ Me cuesta permanecer”, y en Malén Denis: “me voy a quedar con esa intermitencia/ esa inconsistencia programada/ porque al menos me pertenece”. También hay lugar para el enigma de las pequeñas epifanías, los terrores y los animales salvajes en Valeria de Vito: “Quiero arrancarlo/ como a las arañas/ de sus rincones/ en los baños”, y en Valeria Cervero: “como el ojo del tigre en la espesura/ o un destello infinito/ en el desierto”.
De cada punto de encuentro los hilos fugan hacia las lenguas particulares de cada poeta, configuran sus ritmos y ascensiones. Cada quien conjura a su hora, con su estrella, en cada cuerpo. Pero el viento que arremolina, ah, el viento, es el mismo. Otros colores para nosotras se comprende como una antología polifónica que persigue el haz de la luz, derramándose sobre los días.

 

Algunos poemas

 Jimena Arnolfi

La decisión

El útero es el órgano
más fuerte que tiene el cuerpo.
Por su elasticidad,
es el músculo que más crece
y el que puede cargar más peso.

Un fenómeno natural
me empuja al límite.
Este sentimiento existe.
Soy un pequeño país tropical
a la espera del gran tornado.

Quiero narrar adentro
mientras todo se derrumba.
Caen las casas, caen los árboles,
la rigidez no resiste.

El parto arrasa con lo que hay.
Las palmeras tienen un secreto,
sobreviven porque son flexibles.

En medio de la transformación,
escribo para dejar constancia.

*

Florencia Codagnone

[Estoy fingiendo]

Estoy fingiendo
que no te quiero,
que no me importa
la hoguera, la bolsa negra,
la asfixia terrena,
el vientre herido,
el residuo del residuo
en el que me convertís
cada vez que te molesta mi sexo.
Cada cadáver de mujer soy
cada cadáver de mujer, soy
cada falta, cada mujer que falta.

*

Valeria De Vito

Miranda

I
Por qué odio a las arañas.
Sus piernas largas, su centro
la forma en que se mueven
me inquieta la forma
me asusta la forma.
Por qué.

Al terminar la noche, a veces
miro los rincones donde viven.
Hilan imágenes en mis ojos:
las manos sucias sobre mi cuerpo
los dientes mordiendo mis pezones
el sexo de un viejo enfermo
a quien sonrío para evitar el golpe.

Las arañas bordan,
devoran de día
restos de penumbra.

*

Romina Dziovenas

Cajas

El trabajo de abrir las cajas de la mudanza
esos cuadrados perfectos de firme
y opaco cartón con ancha cinta adhesiva
para que no se escape nada
me recordó tu hermetismo
a veces la luz se filtra en él
como una columna brillante
que podría partir en dos el costado
más oscuro de tus miedos
como cuando de niño te escondías
y eras el único punto luminoso del espacio
pero ya no hay nadie que cuente hasta diez
tampoco la posibilidad de decir pido
y tus pensamientos están dobladitos
de tan iguales parecen uno
si mirás bien hay un cartel impreso
afuera que dice frágil
si no lo alcanzás a ver es
mi querido
porque estás adentro

*

Paula Giglio       

Gélida

Para pintar mi costado más frágil
es necesario definir
cómo puede caber
tanta dureza en mis ojos
y no resbalarse.
Soy fría, soy blanca,
suficiente para que un hombre
insista por amor al arte.
Pero ella, a un costado,
es más inteligente.
La noche se pega
con la mañana de un domingo
donde unos duermen en el pasto
y otros fuman demacrados.
No la conozco
y ahora se ha puesto entre el pintor y yo:
gélida; ella es gélida.
Un color que no existe.

*

Natalia Leiderman

tu vestido de novia

me llega revuelto
por un animal antiguo

ahora es mío

me marca las tetas
la cintura
y después cae

es la captura
de nieve cayendo
cayendo
en una cápsula polar

estuve todo el día
mirándome enamorada al espejo

también miré tus fotos

estabas raquítica y adolescente
y el vestido era un trapo
en el que te encorvabas

pasaste vos también los dedos por el tul?
imaginaste nieve?
cristales?
crema porosa y tensa?

te miraste al espejo?
te gustaste?
querías?

me imaginaba ya
que las cosas que me dabas
no eran regalos sencillos

y que este vestido
me daría insomnio
trabajo

el encaje huele a tierra
a sudor
a mínimo perfume

y no sé cuál de esas cosas
me pertenece.

 


Links