Escribir la noche / Bárbara Alí

Escribir la noche (bitácora de sueños)
Bárbara Alí
Buenos Aires, Mandrágora, 2023

Un texto como una casa a la que se llega

Texto de presentación de Escribir la noche

Por Claudia Masin

Soñar, como escribir, es peligroso. “La escritura ocurre en otro lugar, como sucede con los sueños”, dice Barbara Alí en este libro. Y ese otro lugar es peligroso. Por todo lo que sabe de nosotros y nosotros ignoramos, por todo lo que puede hacernos saber y quién sabe si queremos enterarnos. Porque es lanzarse sin red desde el mundo tangible y cierto a un estado de trance pasajero del que no tendremos garantía de si saldremos ni cómo. Con una sensibilidad extrema, Alí habla de –y desde– ese otro lugar. El lugar por excelencia de lo que no puede ser dicho pero intenta traspasar la barrera, la interdicción, y entrar, entrar finalmente al mundo tal como lo conocemos. Fragmentos quedan de esa historia espléndida y completa que sospechamos que existe pero no nos es revelada, fragmentos que nos llegan a través de los sueños y la escritura. Conversaciones con los muertos amados, reencuentros entrañables o monstruosos, personas desconocidas que nos visitan puntualmente y se retiran justo antes de hacernos saber algo imprescindible, ciudades interminables donde nos perdemos una y otra vez, donde nunca podemos llegar al lugar de destino. “Si pudiera encontrar la punta del ovillo que me saque de ese laberinto, el maravilloso hilo de Ariadna”, dice Alí, “despertaría con el primer rayo de luz siendo otra, al fin, muy otra”. Y esa es la ilusión que nos sostiene noche a noche, libro a libro. Si pudiera no perderme esta vez, si pudiera ver el paisaje entero, si supiera el camino. Cada libro, cada sueño un enigma y la clave que a veces entendemos a medias. La pena de quedarse ante la puerta entreabierta y no tener la fuerza para abrirla del todo, cansados como estamos de andar vagando a tientas toda la noche, toda la vida. La alegría de recomenzar siempre porque esta vez sí, contra toda evidencia, será este sueño, será este texto el que logre, como escribe Alí, “traducir a mi lengua algo tan azaroso e inalcanzable como la luz”. El sueño que cura, la palabra que sana, “algo así”, escribe ella, “como una cascada de agua cristalina cayendo constantemente sobre la suciedad amarga que quedó pegada al cuerpo. Una catarata que corra con la fuerza del agua de un dique y se lleve todo el detritus acumulado en el tiempo”. Un sueño, un texto como una casa a la que se llega. ¿La casa de la infancia o la casa donde la infancia por fin nos libera de su peso? No se sabe: pero sí que en esa casa podremos respirar un aire limpio, un aire que no enferme, durante el tiempo que sea que nos quedemos en ella.

Escribir la noche también nos habla de otros riesgos. De los que enfrentan quienes transitan despiertos la noche, ese espacio ingrávido como una cápsula sola en el espacio, a la vez poblado como un monte infestado de alimañas. Las horas en que la vigilia resiste, se le planta al sueño, o quizás le teme, lo evita, lo aleja. Las horas en que todos duermen y despierta lo que el ruido diurno anestesia. “El insomne es alguien que no puede dejar de estar al acecho”, se dice en este libro. Al acecho como un animal inteligente y triste, que languidece mirando las paredes, esperando que aparezca al fin el predador, el cazador que lleva adentro, que lo está esperando en la hoja por escribir, en el sueño al que se resiste porque “implica”, nos dice Bárbara, “una entrega, una confianza temporal en la muerte”.

“El sueño es siempre una pregunta pronunciada en lengua extranjera”, escribe Alí. Y recuerdo la cita de Proust: “los libros hermosos están escritos en una especie de lengua extranjera”. He aquí un libro hermoso entonces, me digo, un libro que es como un sueño que nos hace preguntas cuyas respuestas desconocemos pero que nos conmueve y nos inquieta, porque nos habla de algo perdido que seguiremos buscando siempre. De eso que solo en los sueños y en las palabras vuelve. La voz de ese padre, por ejemplo, que del otro lado de la muerte llega a traer las palabras que permiten a la hija descansar sin vigilancia y sin miedo: “vos”, dice ese padre, “que siempre estuviste con los ojos abiertos en mitad de la noche, alerta a los movimientos de los animales hambrientos, es tiempo de cerrarlos y que el sueño sea, sea”.


*

Algunas palabras para Bárbara y su libro

Escrito para la presentación del libro

Por Juan Fernando García

En medio de estos tiempos de pesadilla, llega tu bitácora de sueños: una brizna de luz, amable y cálida, se instala en casa. Y en estos últimos días, cuando volví sobre mis marcas y pensando qué decir, qué decirte a vos, a la luz se le sumó un aire de otoño fresco, propicio para esta tardecita. Me gusta la idea de una bitácora, de la memoria de esa travesía de los sueños. Tuve la suerte y el privilegio de escribir una sucinta contratapa con los brillos que tu prosa había dejado retintineando en mi memoria.

Para esta presentación, releo tu libro, inmediatamente después de nuestro encuentro en el Varela. Con el ejemplar en mano, frente a la preciosa edición de Mandrágora, con sus hojas negras del interior, tuve una impresión repentina: me recordó a otro escrito de la noche: Escrito con un nictógrafo, de Arturo Carrera. Ese libro mítico presentado por Alejandra Pizarnik, otra que anduvo por la noche. Vuelvo a las marcas, ahora: “¿Cuál será el lazo que enlaza el agua a los sueños? ¿Soñar no es acaso bucear en una noche fosforescente?”. Me hubiese gustado encontrarme con esta cita hace unos años, cuando escribía unos poemas a un padre muerto que se me aparecía muy seguido en sueños que quedaban suspendidos por un tiempo en la vigilia y me permitían escribirle un nuevo poema. Siento hace un tiempo –me llevó ahí tu bitácora, tu libro– que no volví a soñar con mi viejo desde que publiqué Charo, en 2022.

Como bien dice Anne Dufourmantelle en uno de los epígrafes que elegiste para abrir el libro, “Nadie sabe lo que puede un sueño”, nadie sabe lo que puede un libro, parafraseando la paráfrasis. Inclasificable, lográs hacer de un ensayo / bitácora / diario / apunte, un libro de poesía y una expansión del campo de los sentidos que hacen al poema: “dejar de hacer para que algo sea, pienso, una lección de anatomía amorosa”, hacer, soñar, escribir: ser. Cito, me cito en una contratapa: brillos de los sueños, vigilias de la poesía.

Vislumbro en estas prosas citas, comentarios, lecturas que atraviesan la inquietud de la que sueña o de la que desvelada en medio del insomnio quiere atrapar los restos y escribir para seguir escribiendo. Pero esas citas, traman y expanden un saber que apuntala, que suma a la infatigable marea que el proyecto “escribir la noche” conlleva. Y eso es un hermoso regalo para seguir leyendo, para volverse sobre el lector que dice: “yo estuve ahí”.

Libro sólido, amable, brillante: una invitación a la escritura también, aun cuando no es esa su intención. Digo sin rodeos: tu libro me generó un deseo de escribir la propia noche. ¿Qué te quiero decir cuando digo “un libro amable”? Te eximís de interpretar o sobreinterpretar sueños, y ese atisbo, ese acercamiento de la experiencia de escribir la noche, nos incluye, nos refleja, no en la coincidencia o la familiaridad –o no solo ahí– sino en su contrario, en lo que la noche deforma en sus particulares sombras. Vuelvo a aquello que escribí hace unos meses:

Una atinada percepción sostiene esta voz engalanada por los restos que se desvanecen cuando despunta el día para pervivir en lo escrito. Y entre las hebras de la noche: lecturas, reflexiones, derivas, acunan el sueño de lo posible: una pregunta por el ser ahí, una apuesta por lo dicho y lo no dicho. Una escritura ilumina la noche inquietante.

En estos días pesadillescos, nos recuerda Goya: “El sueño de la razón engendra monstruos”, y aquí estamos con tu libro que nos abraza y te abrazamos, una conciliación en tiempos crueles, en la celebración de la poesía, de tu escritura.


Selección de fragmentos de Escribir la noche

Algo quedó lejos, del otro lado de la noche. Despertar es siempre una pérdida.
Perder alguna cosa cada día, recomienda Bishop desde su célebre poema.
Abro los ojos y en mis manos veo cenizas del sueño.
Fragmentos de un tiempo deforme. Monstruos bellos y, sobre todo, incomprendidos.

*

Renunciar a la claridad, me digo, dejarme llevar por las aguas oscuras del sueño, a lo más recóndito, hasta escuchar el secreto. Allí, en el movimiento insondable de las mareas, hay un germen del provenir. Ya lo sabía Tiresias, profeta ciego de la noche, que a veces la oscuridad es otra forma de luz.

*

Mi padre murió hace once días.

Quisiera que aparezca en sueños para decirme que sigue estando, que por fin vamos a lograr hablarnos. Que tal vez no sea con palabras, que quizás tenga que aprender a escuchar de otra manera, que ya no hay entre nosotros más excusas, que me acerque a las cosas, que me entregue al sueño, que por una vez, confíe.

*

Necesito robar imágenes del sueño para volver a escribir.

Hace días despertar es chocar contra una pared blanca o negra.

¿Por qué el blanco y el negro son los colores que nombran a la vez el vacío y los extremos?

Estos últimos días no hice más que repetir algo así como estrategias de supervivencia: lavarme la cara, preparar café, trabajar, volver, cocinar, dormir.

Me aburren los días en que crezco en línea recta.

Quisiera bifurcarme en raíces aéreas, una muerte invertida, engendrar cielos.

*

Bachelard: El misterio poético es una androginia. Podría tachar poético y escribir del sueño y seguiría siendo lo mismo. Como un monstruo vestido de fiesta, como una sirena, como un bebé viejo, como una medusa con cabellera de pulpo que atrapa recuerdos, como un vampiro perdidamente enamorado de un animal humano, como un dragón solitario flotando en el lago de un puente de un castillo milenario, como una mantícora escondida debajo de la cama, como una gorgona metida en una crátera de vino, como una oruga que brilla en la noche con el croar de las ranas, como mi lengua intraducible a estas palabras.



Links

Reseña. En Todo literatura, por Luis Benítez
Entrevista. En La Hora Plateada
En op.cit. Bárbara Alí: Animal de costumbre, poemas