Vicente Luy: El fenómeno

Presentamos ahora la publicación de la obra poética de Vicente Luy (Córdoba, 1961 – Salta, 2012), con un comentario y algunos poemas del libro. Agregamos para el caso dos textos: uno de Carlos Battilana, ya publicado en 2013, quien se deja sorprender por una antología del poeta; y otro, escrito por Pablo Grasso, que discute el mito de Luy.

Escribir no es importante. Poesía reunida
Vicente Luy
Córdoba
Caballo Negro Editora
2020

Por Nicolás Igolnikov

Vicente Luy escribió –lo cual, del poeta cordobés, tantas veces equivale a decirlas al oído, o en medio de un recital de Aristimuño y sin permiso– muchas cosas importantes. Entre ellas, que “Escribir no es importante”, que no sólo culmina uno de sus poemas del libro no le pidan peras a cuper, sino que titula la poesía reunida que Caballo Negro Editora, con la colaboración de varias personas cercanas al poeta, tuvo a bien publicar a mediados de este año. La edición carece de un prólogo: Vicente no lo necesita; la edición, tampoco. La composición del libro obedece a un criterio que bien puede entenderse en la clave Luy: Vicente a través de su gente, de sus amigues, siempre por sí mismo.

A excepción de “Poemas rechazados”, esta edición recorre todos los libros de Vicente Luy, en orden cronológico de publicación, precedidos (casi todas las veces) por dos pequeñas (y suficientes) notas: una que aclara el año, formato de publicación y otros detalles que hacen a la contextualización del objeto libro, y otra que es, justamente, de quienes estuvieron cerca de Luy (Hernán, Osvaldo Vigna, Mariela Laudecina, por nombrar algunes). Esto comporta en una traslación: resitúa a la experiencia de lectura, posicionándola en no sólo el revisitar un libro (o mismo, leerlo por primera vez) sino embeberlo sutilmente de la película amorosa que reviste el trabajo de Luy: nuevamente, la interacción con el mundo, que desde Luy siempre tiene una posición íntimamente relacionada con la soledad fundamental.

En la edición hay, como se señaló más arriba, un apartado para cada libro, incluso los libros que recuperaban poemas previos: en estos, la selección de poemas permite trazar la continuidad entre el libro del que se recuperan poemas y los nuevos que se publican en la edición. Es así que la lectura horizontal, diagonal, espaciada u estructurada posee siempre un efecto de experiencia vital. El aparato poético lo dispone Luy, por supuesto. La edición lo hace funcionar. Como refiere Alejo Carbonell, editor de Caballo Negro y quién realizó la preciosa selección que constituye este libro: “nuestra idea con este libro es que la poesía de Vicente sea lo que esté por delante del personaje, de su vida, de su desenlace. Es decir, que se pueda leer al poeta lo menos contaminado posible por el personaje”.

Son aproximadamente 160 páginas de densidad poética, de impacto efervescente, de pánico y violencia/ ¿Será el amor que se aleja?; en definitiva, un recorrido por mucho más que los poemas fundamentales/fundacionales de la poética de Luy en cuanto a su vivencia en el Vox Populi: un recorrido respetuoso, íntegro y, por sobre todo, pleno de amor por su trabajo.


Selección de textos

De Caricatura de un enfermo de amor (1991, Buenos Aires, Último Reino)

Al triste que lo entristezcan, dice abierto mi oído de guerra, mi otro ojo, el zapato.
Y al harto que lo harten, constitucionalmente y por añadidura, solventándole el jopo y los gastos.
Y al loco más amargo que lo entibien y lo vistan, y lo hagan obispo. Y en cuanto a ti, que se esfuercen; en lo que sea, enjuto estribillo, brisa o candidez; matemáticamente o de a pie, pero sin altibajos; y te olviden. Pero que te recuerden, porque ser testigo de lo que uno es implica ser testigo de lo que uno ha de ser
Y de la mano el resto.
Indicio, partícula, potencia, pronuncio siempre y no te veo, me arremango siempre y no me basta y nunca estoy contento y no es posible.
Y al triste que lo entristezcan, porque es de tontos y caprichosos quedarse sentado y esperando, a la A y a la C y a la vida, cuando uno hace ya unos cuantos años que vio la luz.


De La vida en Córdoba (1999, autopublicado)

Aunque en mi currículum no especifique, siempre
privilegié el tener sobre el ser. Hay cosa que no se
cambian con la cabeza, ni se deciden.
Entro. Beso a la perra Nani. Armo una pipa. Amo la
vida que tengo, no la que vivo.
Podría cerrar los ojos y abrirme como un paraguas;
podría ser griego. Pero en el fondo no quiero.
Soy religioso. Temo, y espero.


De No le pidan peras a cuper (2003, autopublicado)

Nada de lo que me pega me desvía.
Todo lo que me pega me conduce.
Te induce el pasaje a pasar bajo un pino;
ella espera
todo termina
…………………………bien……..mal

**

Es duro que te digan la verdad. Pero es más duro
que no te la digan. Por eso, siempre la verdad.
Aunque no la entiendas; aunque no estés de acuerdo,
si querés honrarme, la verdad.–


De La sexualidad de Gabriela Sabatini (2006, autopublicado)

Lunes 15/11 (20 minutos antes de Gaudio-Federer)
(Logo de TN)
Andrés Repetto
acerca de no mostrar las muertas de Fallujah
“hay algunas escenas que son impublicables”
dice, y en su cierre usa la palabra
transparencia.
Transparencia es publicar.
Lo que está pasando está bien
o está mal. Pero está pasando.
Y pasa entre otras cosas
por la cantidad de material
no publicado.
Sin la imagen el mensaje llega al cerebro
pero no al corazón.
Disocia.
Es retacear información.
La verdad, dicha, no le sirvió a San Pablo.
Ni le está sirviendo al mundo.
Perdón, saca Federer.


De Plan de operaciones (2012, Buenos Aires, Crack Up)

Ayer invité a una moza, una gordita
a beber unos tragos.
No se preocupa por su panza
y se pinta divertido.
No sé cómo se llama; pensé en preguntarle después.
Canturreaba “Los Salieris de Charly”
–No; mi novio me pasa a buscar.
Así que vi golf.
He jugado.
Sé lo que se siente cuando la impactás bien
y la bola viaja y viaja.
Y los pibes son unos magos
lujosos, como el nazi de Inglorious Bastards.
Los vi 4 horas
¡Cómo me hace sufrir este Cabrera!
Al pedo, porque casi siempre al final
me asocio al festejo del que gana.
Es hermoso ver gente feliz:
la bola que busca el hoyo
la gente incorporándose,
la algarabía, la incredulidad
y la repetición, desde todos los ángulos.–

Mayo de 2010.



De La única manera de vivir a gusto es estando poseído (Buenos Aires, Crack Up, 2012)

Duro como lo encontré a Simbad en el patio
mi corazón en los químicos
acompaña como un solo de guitarra
todo lo que está afuera.–

**

Lleno páginas con frases como
“¿Hay fuego interior? Soy comprador”
o “que se me inflame el pecho, ser puro”.
Aún en el error no guardarme ninguna
de mis miserias.
Pero el lenguaje no aparece.
Estar a tono con lo que se espera de un poeta,
Quisiera escribir.
Meter la mano y sacarme de la herida
seguir sin rumbo
y que se filtrara la poesía en mi poema.
Por esa u otra forma
amigarme con mi alma.–



La construcción de una poesía

Sobre Poesía popular argentina (Buenos Aires, Añosluz, 2013) de Vicente Luy
Publicado originalmente en PoesíaArgentina, N°6, 2014

Por Carlos Battilana

Habitualmente, lo primero que leemos en un libro es su título. El presente volumen, a priori,  parece tratarse de una antología de autores diversos o, a lo sumo, un ensayo de crítica literaria. Incluso parece evocar, en algún aspecto, aquella recopilación de artículos de Eduardo Romano, editada por el Centro Editor de América Latina hacia 1983, de título más o menos similar (Sobre poesía popular argentina), y que tuvo una circulación relativamente amplia en el ámbito académico. Precisamente, Romano indicaba que la poesía popular, para definirse como tal, requería de una “intencionalidad” por parte de un poeta en estrecha relación con una determinada comunidad, la cual actúa como su auditorio. La poesía popular se asentaría en una cadencia rítmica que adopta las modalidades de una memoria, un discurso y un fraseo colectivos desde un punto de vista “personal”. La “intencionalidad”, por lo tanto, supone un recorte y una perspectiva. La pregunta que nos podemos formular es de qué aspectos rítmicos y lingüísticos se apropia Vicente Luy para la elaboración de sus poemas.

Las formas de la construcción de la poesía de Luy ocupan un arco que va de un registro coloquial, a veces paródico, generalmente confesional, hasta uno inscripto en cierta neutralidad descriptiva. Abundan, también, enunciados de discurso directo pertenecientes a individuos anónimos y personajes designados por sus nombres de pila. Con frecuencia, estos poemas traman un hilo narrativo que, de repente, se trunca o que encuentra en la locución irónica y sentenciosa la base de su enunciación. De ese modo, la poesía de Luy atenta contra cierta inercia de la lengua, que se vuelve extraña de sí misma. No hay un desvío lingüístico ostentoso, pero sus poemas no dejan de provocar un efecto de desconcierto y, al mismo tiempo, de inmediato magnetismo. Más allá del asunto tratado, ese efecto no proviene de su temática, a veces insólita, sino eminentemente de la lengua.

Figuración de un autor

A pesar del título que desmiente un horizonte previsto, Poesía popular argentina se trata de un libro que, en verdad, registra un conjunto de poemas de un solo autor. Es  una antología que apareció por primera vez en el año 2009, en la editorial Casi Incendio la Casa. ¿Qué sabemos sobre el poeta que compuso estos textos? No hay datos ni en la solapa ni en la contratapa de la edición de Añosluz. ¿Qué hacer? Algunos amigos poetas me dicen que Luy se convirtió, progresivamente, en una especie de mito cuyo punto de expansión fue la zona de Córdoba y que su obra ha comenzado a trascender las fronteras de la provincia. Consulto un libro reciente de Flavio Lo Presti, Recuerdos de Córdoba (2013), quien se ocupa de pensar la idolatría de la que es objeto Luy y su pose de artista maldito. El crítico, sin embargo, no se deja subyugar por esta figuración. En términos de lector, sin desconocerla, toma distancia de su aura y deriva su figura al rubro de “personaje simpático”; entonces hace referencia a su poesía: “(…) algunos poemas de Luy me habían gustado considerándolos aforismos ingeniosos”. Es indudable, sin embargo, que la imagen del poeta, configurada en términos legendarios, aparece como un dato significativo en la circulación de la poesía de Luy: hay escritores que se reconocen como tales aun cuando no hayamos leído sus libros o aun cuando no los hayan publicado. Un ejemplo paradigmático en la historia de la literatura argentina es el de Charles de Soussens, una eterna promesa y un escritor sin libro editado, protagonista central de la bohemia porteña de fines del siglo XIX. Encarnaba en su imagen la propia obra literaria, al hacer de la poesía una forma de vida. Su humilde posteridad la debemos más a la figuración de bohemio que a sus textos. Primero el perfil, las anécdotas desopilantes o colmadas de misterio, y luego la escritura, podrían ser las consignas que definen el destino de algunos escritores. Sin embargo, más allá de la imagen extratextual, en el caso de Vicente Luy hay una obra real. El conjunto de fotografías que acompaña el volumen (retratos en distintas posiciones, ya sea en compañía de presuntos amigos, ya sea mirando la cámara frontalmente o posando completamente desnudo) contribuye a consolidar la imagen de un poeta más o menos oculto y la proyección de un autor que publicó varios libros, entre ellos, La vida en Córdoba (1999), Aviones (2002), La sexualidad de Gabriela Sabatini (2006) y Qué campo ni campo (2008).Aparecen pocas fotografías, pero significativas, como si contribuyeran a encontrar algo (una huella, una cifra) que, en algún sentido, más que completar la escritura, la expande.

Lo extraño es que carecemos de otros datos biográficos en la edición. Acaso ésa es la apuesta de la editorial Añosluz: reemplazar el género biografía en términos discursivos por uno de carácter iconográfico. ¿Quién es este autor que presenta un libro cuyo título desconcierta desde el punto de vista del género y cuya biografía aparece escamoteada, o desplazada al mero campo de la imagen fotográfica? En internet se recoge una información variada, heterogénea y también estremecedora. Leemos que nació en 1961 y se suicidó en 2012. Entre el variado anecdotario que aparece, se advierte un dato llamativo: fue criado por Juan Larrea, su abuelo, un conocido poeta español que, entre otros textos, escribió ensayos sobre Rubén Darío, César Vallejo y Vicente Huidobro. De su abuelo recibió una jugosa herencia. Juan Larrea era un excelente poeta que publicó textos en español y en francés, y un protagonista de la vanguardia que había fundado, nada menos que con César Vallejo -amigo entrañable-, una revista: Favorables París Poema. Larrea, además de crítico y poeta, fue un infatigable promotor de cultura. Entonces, es necesario agregar a estos datos, que Luy no sólo recibió una herencia material del abuelo, sino también una poderosa herencia simbólica. Los diversos relatos sobre Vicente Luy coinciden en situarlo como un personaje que transita los límites de una experiencia extrema y que su poesía, en ocasiones, la confirma con un dejo de humor más bien triste: “Padezco el mal de T.O.C. / Y ahora se me sumó una sialorrea / producto de la ingesta / de veneno para ratas”.

Una retórica

En estos poemas se narra algo que bordea un universo que gusta de locuciones absolutas, con proposiciones imperativas y de efecto hipnótico (“Cotejá todo; siempre / El que te educa puede ser un ignorante”; “La piedad es un error”; “Vos no tenés plan”; “Venderle a Dios lo que el diablo no compre”). Al mismo tiempo, no abunda una retórica exuberante. La destreza constructiva consiste en contar cualquier experiencia en términos más bien llanos, lo que la torna atractiva, pues los finales de los poemas (a menudo asertivos) se alejan de la grandilocuencia. Otro rasgo de los textos de Luy es la reflexión sobre la enunciación poética. Si bien hay un evidente sustrato confesional, se reconoce una conciencia del componente ficcional del lenguaje y de la subjetividad como una construcción artificiosa respecto de la experiencia extratextual (“Yo soy Mario”).

Es también interesante que la poesía de Luy apuesta a deconstruir los mecanismos ambiguos y polisémicos del discurso poético. Obviamente, en la base hermenéutica de cualquier lector contemporáneo, se halla la larga tradición de la poesía moderna (Baudelaire, las vanguardias históricas y el desarrollo de la poesía del siglo XX) que hizo de la lectura cifrada y la apertura del sentido su núcleo más característico. No apostar a la obra abierta e indeterminada, sabiendo, sin embargo, que resulta una empresa casi imposible de acuerdo al horizonte de legibilidad de la cultura contemporánea, es una preocupación de Luy, condensada en su idea sobre la metáfora: “El problema con la poesía es que / la metáfora puede ser una forma de ambigüedad”. Luy promueve un lenguaje denotativo, efectivo y didáctico. Ese lenguaje convive con un registro irónico, cuyo rasgo principal, obviamente, es la toma de distancia y la connotación. Una tensión y un combate se ciernen en el corazón de la poesía de Luy. Esta obra se interroga por la pluralidad del sentido y, al mismo tiempo, propone un discurso pedagógico, apelativo y útil. En ese intersticio se construye el universo poético del autor con fuerzas antagónicas que le dan una impronta particular. Una muestra de esta tensión se da, por ejemplo, con un tópico reiterado, el de Dios, que aparece en el acotado ámbito de la cotidianidad. Las figuraciones de Dios en estos textos evocan su constante presencia y, también, el sacrilegio. No hay olvido de Dios. Este tópico es significativo en la poesía de Luy y sería un error leerlo sólo como una forma de la aversión.

La poesía de Luy asume una doble relación con el lenguaje: lo concibe como instrumento didáctico, pero también como un espacio metalingüístico donde acontece la acción, y para ello resulta necesario resignificarlo. “Modifica tus palabras” se afirma con tono imperial. Precisamente, Poesía popular argentina no deja de preguntarse acerca de la poesía, y encuentra una respuesta: “Empiezo por la más obvia: ¿qué es poesía? / – En teoría, la única ciencia que se ocupa del problema”. Como todo buen libro, sea de manera explícita o implícita, estos textos no dejan de preguntarse por la naturaleza del lenguaje que utiliza. Si el sujeto poético se interroga sobre el lenguaje es porque lo reconoce capaz de trascender los velos que encubren la experiencia de lo real, esos velos que evocan el consenso y la inercia como las bases de un discurso petrificado, piedra angular del statu quo cultural. El sentido común que acepta y edifica imaginariamente lo real, entonces, aparece cuestionado. Luy se enfrenta críticamente a dos tipos de consenso. El primero, el más fácil de reconocer, es el rancio sentido burgués, manifestado en su punto de vista maniqueo; el segundo, más intrincado, es el sentido común del individuo bien pensante, de aparente sesgo progresista y que formula otro tipo de consenso, también acrítico, no menos irreductible.

Estos poemas, articulados mediante un hilo narrativo y un conglomerado de citas, cuentan historias truncas y recuerdos fragmentarios. La narración poética se efectúa a través de variados procedimientos polifónicos, pero bajo la sombra de una voz de fondo. Voces singulares y voces anónimas, en ocasiones, formas de diálogo, en otras, y también axiomas y sentencias, elaboran una combinatoria que revela, en la trastienda de los textos, una personalidad arrolladora por parte del sujeto poético. Las innumerables historias y la variada cantidad de recursos (coloquialismo, humor, oscilaciones de la segunda persona pronominal, ecos del discurso periodístico, uso de tipografías, íconos y símbolos diversos) dan cuenta de una intrincada radiografía cultural y, al mismo tiempo, invocan una rúbrica que torna a esta poesía inconfundible, despareja, atractiva y francamente personal: la artesanía de una forma.



Macht point: el último saque de Vicente Luy*

Por Pablo Grasso

Que el benemérito Vicente Federico Luy (1961- 2012) merece estos párrafos no se discute. Que el homenaje es una modalidad de la traición perfectamente estipulada por la posteridad, mucho menos. Y que lo que debería ser la antesala de un ditirambo de nunca acabar no acaba por la simple razón de no haber comenzado todavía. De esa paradoja, el burro inane de Buridan, el existencial asno raquítico sale muy mal parado. Se aísla en su angustiosa indecisión y, pobrecito, muere de hambre como los miles de ingushetios, chechenos, kazajas, entre otras etnias deportadas a la tundra siberiana en la gran sangría estalinista del ‘37. Para no hablar de los lectores mendocinos que, dada su calidad, cantidad y menuda constancia, devienen otro tipo de asnos famélicos. En fin, uno hace lo que puede para sobrevivir en tiempos de sequía. Se alimenta de carroña, se prostituye y muy de vez cuando concurre a una lectura de poesía y regresa a casa con unas irrefrenables ganas de pegarse un corchazo.

Sabemos que Vicente Luy fue un buen jugador de tenis y, como diría una amiga mía, todo un performer. Todavía puede vérselo haciendo de las suyas en algún video de Youtube (recuerdo uno donde está leyendo con la vena del cuello hinchada como una boa constrictor a punto de estallar). Podría afirmarse que el  autor  de  La  vida  en  Córdoba (1991), Aviones (2002) y La  sexualidad  de  Gabriela  Sabatini (2006) creó voluntariamente el contorno cromado de su propio mito. ¿Acaso, al rebotar esa mañana como un bólido de carne sobre  una  vereda  salteña,  no  estaba  escribiendo  su  mejor  poema?  Y  lo  digo  en  serio,  sin solemnidad ni rebusques. De hecho, su estela aún cabrillea como la de todo suicida inteligente con visión de futuro.

 ¿Pero a eso se reduce Vicente Luy hoy? ¿A un “suicidado” al que le tocó en suerte escribir cierto tipo de poesía en un determinado momento del país y ser leído, eventualmente, tangencialmente, por sus contemporáneos y no tanto? No lo creo. Debe haber algo más allá de la simple reproducción de un síntoma tan propio de la época: el triunfo de la onda expansiva, del efecto propagandístico y superficial (el malditismo, la putez, el reviente, la muerte, la locura) sobre la causa madre, esto es, la veta de su poesía a la vez confesional y didáctica.

Mucho se ha hablado en los últimos tiempos sobre la actitud de Luy frente a la política y no deja de sorprenderme su fresca actualidad. Ese plan de operaciones delirante que, para quienes comenzamos a drogarnos y a leer compulsivamente a fines del los noventa, ha sido y aún constituye el único marco de referencia habitable (ese mundo del cual hablara con tanto énfasis Hanna Arendt). Porque por un lado están ellos, la “gente que no, y por el otro  nosotros, los descastados, los resentidos, los anacrónicos, los perversos, los impresentables, los feos, los gordos, los pelados, los bufones, los miopes, los crotos, los inconvenientes, los inservibles, los Judas Iscariote, los execrados, los olvidados, los borrachos, los sonámbulos, los desfasados, los estériles, los groseros, los idiotas, los cerriles, los palurdos, los “independientes”, los reventados. En fin, los restos del enorme naufragio de un país que nunca fue. Y no hay concordia ni pacto social, ni juvenilia pelotuda autoproclamada dueña de la pasión que alcance para suturar tamaña herida. Los labios siguen abiertos y la carne late –todavía- sin negociarse. Asqueados del relato masturbador de la Historia, de esa torsión gatopardista que caracteriza y define a gran parte de la clase política argentina (de hoy y de siempre), no nos queda otra que adquirir un gran tarro de vaselina y hacer del dolor un placer invicto.

Eso, releer a Vicente Luy y hacerse un guiso.

* La preguerra (Babeuf, 2016).



Links

Reseñas. En P/12 / Infobae
Más poemas. En La Primera Piedra / El Ciudadano / PidoTiempo
En op.cit. «La poesía de Vicente Luy»