Triple V: una escritura que regresa de Buenos Aires a Rosario/ Larga distancia, de Verónica Laurino

Larga distancia
Verónica Laurino
Buenos Aires
Caleta Olivia
2020

Por Florencia Giusti

Regreso ¿de dónde, hacia dónde? una pregunta que puede dar entrada al primer poema de Larga Distancia. El movimiento acompaña la contemplación desde un vidrio, un reflejo. Contemplar es mirar desde la ventanilla, claro, lo que asoma. A veces un perfume fuerte, el sonido de un celular, interrumpe en el poema, como un codazo en el medio de la madrugada: alguien tiene que correrse de su asiento, se durmió en la butaca equivocada. Transcender desde una quietud y ser espectadora del clima:

Una mujer cruza un puente peatonal a la altura de Escobar
su manera de caminar
evidencia el viento.

Ese estar en movimiento, con otrxs, pero en soledad: ¿se regresa para escribir? ¿para registrar lo visible, lo que se puede ver a través de la ventanilla de un colectivo? Un registro de imágenes escritas, pero hechas como una foto rápida, borrosa, con un celular:

Un campo de flores totalmente amarillas
fosforescentes
¿es nabo?
¿es colza?

Y el azar —o mejor dicho, el mal estado de los colectivos de larga distancia—  ayudan a no distraerse, a seguir contemplando:

La película “El cantante” no se oye.

Doble V y Violeta
En los siguientes apartados del libro encontramos alusiones a autoras a las que siempre se regresa, como de los viajes: Virginia y Violeta. La primera es una referencia a la escritura y vida de Virginia Woolf como maestra de vida, citas textuales se cuelan en los poemas. Otra vez aparece el afán del registro como anotación rápida, un apunte en un cuaderno.

Lunes 15.30. Sanatorio Americano.

Virginia Wolf me explica:
“La mujer debe tener dinero y un cuarto propio”
Estoy cargada de interrupciones y gastando en plus.
Ella no podía visitar una biblioteca sin autorización
de un hombre:
trabajo en una biblioteca.

La compañía de Virginia. No es Woolf sino Virginia. Una amiga a la que se regresa, a la que se le piden explicaciones. Virginia como portadora de una experiencia que hay que celebrar. Entre las lecturas aparecen las dudas, la ironía:

Y con la misma valentía,
te preguntás: ¿soy una snob?

Y la otra maestra es Violeta y la voz de sus canciones y enseña a plantar una huerta en la terraza. La conquista de un espacio tomado por la tierra: cultivar, amar. También recordar la infancia, la que vuelve a través de la escucha.

Verónica, Virginia y Violeta. Una triple V que nada tiene que ver con los alfajores triples —si hay suerte te los dan de merienda en los colectivos de larga distancia—  pero sí de regreso. La poesía de Verónica Laurino un pulso vital, contemplativo. Un vuelo sutil de humor para con ella misma. También invita a seguir a leyendo, escuchando y sobre todo escribiendo con las que se volvieron clásicas e imprescindibles, como una ciudad a la que se regresa. 



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