«Desdibujar los bordes». Entrevista al gestor cultural Nicolás Igolnikov

Nicolás Igolnikov nació el 5 de enero de 1997. Organizó el ciclo Incógnito, de danza/teatro & literatura, desde marzo de 2017 hasta diciembre de 2018 y el ciclo  Metáfora, de cine y literatura, desde julio de 2017 hasta fines de 2018, ambos en el Club Cultural Matienzo de CABA. Fue coorganizador del ciclo MILA de arte independiente (2016-2017) en el Espacio Cultural Dínamo y miembro de Cosa Literaria. Publicó Las cosas pasan (libro de cuentos, edición propia, 2016), El nombre que falta – y algo de pólvora (poemas, Editorial Ex Nihilo – Baja Literatura, 2016) y La mentira (nouvelle, Editorial Ex Nihilo – Baja Literatura, 2017). Dirigió el cortometraje El nombre que falta – y algo de pólvora, basado en su libro homónimo, con la producción de Discos del Ratón (2016). Actualmente se encuentra trabajando en una novela y en producciones narrativas.

Por Roxana Molinelli

Con un estilo sereno y a la vez cargado de densidad conceptual y experiencial, como son a la vez las obras y espacios que produce, este joven escritor, gestor cultural, estudiante y profe de matemáticas no tiene problemas en contestar cualquier pregunta. Dueño de una mirada crítica respecto al mundo artístico y social actual de Buenos Aires, criado en una zona rural del partido de la Costa, Nicolás Igolnikov (21) tiene qué decir como referente y expresión de nacientes generaciones de artistas: “tratar la interrelación disciplinar de lo humano en vez de pensarla exclusivamente como consecuencia de lo humano”, señala en este diálogo en el cual se recorre su experiencia en la construcción de espacios culturales, su mirada respecto al cruce entre arte y ciencia, y los posicionamientos acerca de las relaciones de género en el mundo de la gestión cultural, entre otras cuestiones. 

Te definís como gestor cultural. Incógnito y Metáfora fueron ciclos que coordinaste durante bastante tiempo en el Club Cultural Matienzo. ¿En qué consistieron y cómo surgieron esas propuestas?

Mi definición como gestor cultural es más una postura frente a la vida que un resultado de esos dos ciclos que organicé. Muy buena parte del tiempo estoy atento a qué espacios de interrelación y de difusión de arte puedo generar o integrar. Frecuentemente envío convocatorias a distintos artistas que conozco en función de las disciplinas que manejan y de los intereses que entiendo que tienen. En fin, es una postura como gestor no disociado de ser artista ni de ser humano.

Con respecto a Incógnito, fue una propuesta que empezó a gestarse cuando participaba de un grupo de intervención escénica llamado Cosa Literaria. Participaba como persona que interpretaba, y es ahí donde empecé a encontrar que  ciertos aspectos de la interrelación entre la literatura, la danza y el teatro se pueden dar de manera muy enriquecedora. A su vez, cuando empecé a coorganizar eventos artísticos, lo hice con una varieté llamada MILA, en la que coexistían alrededor de 45 artistas de distintas disciplinas, y en la que encontré mi interés por curar hechos multidisciplinarios buscando generar la interrelación de disciplinas y de artistas. No sólo por el hecho en sí, sino por ser un medio para establecer conexiones entre artistas y entre disciplinas. Es decir, tratar la interrelación disciplinar de lo humano en vez de pensarla exclusivamente como consecuencia de lo humano.  El ciclo Incógnito fue un ciclo de frecuencia bimensual basado en la interrelación de literatura, danza, teatro y también música. La idea de esta propuesta fue que lo que se generara fuera un espacio de construcción espontánea en la cual hubiera que ceder esa cercanía, esa cosa férrea que se tiene con la propia producción. A la vez, la propuesta era hacer un ejercicio solidario en el cual la lectura del texto de otra persona fuera hecha con la impronta y con la energía que une le pone a lo propio. De este modo se generaba una circulación interdisciplinar fuertemente cargada de este componente humano que tiene que ver, también, con la producción en sí misma (El último encuentro del ciclo Incógnito se realizó el 23 de diciembre de 2018).

Con respecto al Metáfora… Bueno, cine y literatura son cosas que están interrelacionadas desde el momento en que se constituyen: el lenguaje cinematográfico bebe mucho de donde la literatura ha estado y la forma de construir literatura se modifica mucho por la existencia de la cinematografía. Con esto en mente, el ciclo surgió para generar una propuesta en la que el entrecruce de estas dos disciplinas estuviera signado por la dilución de la barrera entre artistas y público. Metáfora buscó que el foco no fuera solamente la producción artística sino el flujo horizontal, que se manifestaba en forma de conversación (concepto que, de hecho, fue el espíritu del ciclo).
Lo coorganicé con dos personas. Una de ellas es Ariel Saeg, director de la editorial Ex Nihilo – Baja literatura, por la cual he publicado mis dos libros. Él fue el encargado de la producción de una revista (gratuita) en la que se volcaba la información de cada artista participante del evento y que era entregada a les integrantes del público. La otra persona es Julieta Ortiz, estudiante de comunicación social y fotógrafa. Hace un largo tiempo que trabajamos juntos (de hecho hizo la fotografía del cortometraje que dirigí a principios del verano pasado). Ella tiene una óptica muy interesante de lo que es la interrelación de disciplinas, con la que soy muy afín.

En todo esto que contás me queda resonando lo de la producción de lo humano, el desplazamiento del ego, o de los egos, la espontaneidad, la generación in situde obra, todo eso a partir de diferentes ramas del arte. ¿Podés contarnos un poco más acerca de eso?

Me cuesta responder de manera sintética. Quizás eso es lo que hace más rica la pregunta. Me vuelco a lo multidisciplinario y a lo corrido del ego un poco por experiencia personal. He asistido a bastantes eventos de la esfera cultural (tanto pseudo mainstream como muy independiente) y en ellos abunda el realce continuo del ego y del amiguismo. Así se generan invitaciones a lecturas en las que se desprecia la producción de ciertos artistas en función de que hay otres que son más conocidos o más cercanos. Sin contar esta cosa de “lo mío”, que logra que muchos procesos escénicos resulten muy signados por la necesidad de atención, por la necesidad de “la luz que cae sobre mí”. Así, mi elección a la hora de producir eventos surge un poco por la negativa, aunque va algo más allá: me interesa mostrar, generar, realizar eventos en los que se profundice el efecto positivo que tiene que pase algo distinto.Y se producen cosas realmente bellas. Hay intercambio humano. Se construyen vínculos, así como el propio arte, al ir a eventos (que existen, ciertamente) construidos desde este lugar. Y realmente es posible hacerlos. Es posible disponer un espacio de igualdad y de respeto, en el que se dé el lugar que merece el ser artista con el trabajo y el esfuerzo emocional y temporal que implica, disociándolo del ego.

Respecto del interés por el intercambio de disciplinas, también está atravesado por mi personalidad. Hago cosas muy distintas en mi vida cotidiana y no puedo evitar ver negativamentela pretensión purista en muchas ramas del arte. “Esto es poesía, esto es narrativa, esto es pintura, esto es dibujo”. Me surge golpear un poco esa estructura, decir que todes bebemos de lo mismo (el mundo) y que, si bien existen recursos y objetos propios de cada disciplina, en el reconocimiento de la otra hay una contextualización de la producción artística que amplifica esa producción. Si une quiere que una obra de arte o un género resalte, no puede disociarlo del resto.

Veo que hablás con la ‘e’ transgénero y que lo ‘trans’, en cuanto a disciplinas, identidades, pareciera estar en la motivación de todo lo que hacés…

Una cosa con la que quiero ser extremadamente enfático es que trato de opinar lo menos posible, hacia afuera, sobre género. Intento no perder de vista que al autopercibirme (y ser percibido) como varón cisheterosexual estoy situado en una posición de privilegio dentro de la sociedad a raíz de formar parte del sector opresor. Hablo de la representación simbólica que tiene el género en el cual yo me defino o percibo. Sí me parece que dentro de lo que produzco hay una intención férrea por no hacer distinciones de género. Yo trabajo con personas, no me resulta una posición deseable la de pensar la interacción en función del género. La verdad, intento bordearlo: me parece bastante opresivo construir a partir de ahí. Creo que si yo trabajara juzgando o decidiendo en función de mi propia perspectiva de género al género ajeno caigo en una opresión que me parece nefasta. Por otro lado, cuando produzco hay un asunto con desdibujar los bordes, con no generar definiciones ni casilleros en las disciplinas ni en les artistas participantes. En mi caso, desdibujar es un trabajo que tiene que ver con lo interno. Mi forma de ver está muy atravesada por mirar con la mayor ausencia de bordes posible. Sí percibir matices, oscuridades, claridades, pero no, no taxativizar. Eso realmente me produce mucho rechazo.

Atravesado por tu actividad actual, en la cual estudiás y enseñás matemáticas, escribís y producís encuentros culturales, ¿cómo ves las expresiones en dónde se imbrican arte y ciencia? ¿Participás de alguna?

Creo que la propuesta de imbricar arte y ciencia es muy interesante. Pone en juego dos mundos pretendidamente separados. En cierto sentido, hacer ciencia con profundidad, con esmero, con sentido crítico también es una forma de arte en tanto y en cuanto involucra imprimir una impronta personal, esa propia óptica desde la cual se percibe –y se analiza– un fenómeno. Me arriesgaría a decir que la mayor diferencia reside en la metodología. Justamente por eso creo que el arte y la ciencia son dos disciplinas que hay que poner en común, sin por eso dejar de reconocer las dificultades que ciertos traspasos conllevan. Algo que da cuenta de eso es el uso de la matemática como forma de modelizar el mundo. Hacer arte –en particular, hacer literatura– es aproximarse al mundo. Ciertos enfoques con los que se trabaja están muy atravesados por describir, por trabajar con lo que se tiene enfrente, no sólo abstraer, y esto hace a la gran cantidad de puntos en común. Por otro lado, tengo pendiente hacer o participar de un espacio que haga coexistir arte y ciencia. He participado de algún grupo de arte dentro de la facultad, pero no he incursionado exhaustivamente en el ámbito.