Luciana Martínez

Campo de Santana, selección de textos inéditos 

I.

Anoche me escurrí en una casa enorme
la casa de la familia de mi ex novio
y me quedé ahí escondida
para que no me vieran.
pensé que tal vez podía
ahí
refugiarme
pero me vio Isabel.
yo estaba muerta de vergüenza
recién salía de bañarme
tenía el pelo mojado
y estaba semidesnuda
apenas tapada por una toalla
y le expliqué
lo inexplicable
con una vergüenza enorme
y ella me dijo que estaba bien
que me quedara
fue amable
fue sincera
pero después me apagó la estufa
y me ofreció harapos
para abrigarme
yo le expliqué que tenía ropa
que eso no me faltaba
sino otra cosa
que ya no iba a encontrar nunca
La situación era confusa
pero estábamos tranquilas
entonces apareció mi familia
y le usurpó su casa
para festejar ahí
el cumpleaños de mis primitas
y era como una gran función circense
que nadie salvo ellos
disfrutaba
y yo no sabía
cómo hacer para que se fueran

Creo que es eso
lo que siempre falla
cada vez que están por adoptarme

 

II.

El frío polar de los
ochenta
en echesortu era
más punzante. Estoy segura.
tal vez fuera el cemento
y la pintura en aceite
que condensaba
el agua
y la volvía hielo
mientras viajábamos
en bici
y yo veía
pasar la secuencia
del paisaje
monótono
que iba formando
los días

era el espíritu más
pujante de echesortu
el de mi abuelo
el único que me dejaba
a horario
antes de que tocara
el timbre
ése con el que empezaba
día
a día
mi paulatina domesticación

 

III.

Ya es fines de enero
y mi árbol de navidad sigue sobre el mueble
que hizo Guille
y que dejó antes de irse
el papá Noel de felpa
también está todavía
colgado de la pata del bicho alienígena
que me regaló Agu
que a su vez está colgado
del gancho que dejó la inquilina anterior
la perra esa que me quiso cagar con plata
Agu me lo regaló porque le daba cosa
que tuviera el living tan pelado
y era cierto
como que era muy llamativo
elocuente digamos
y es que,
claro,
yo veo pasar las cosas
o quedarse y hacer caos
a sus anchas
me gusta observar los paisajes
surrealistas
los brotes entrópicos
las montañas de hojas
como sinfonías
Trato de no intervenir
de no comprometerme
demasiado con el asunto
llamémoslo:
“La fobia como una de las bellas artes”

 

IV.

Anoche mientras dormíamos
hablé en secreto con mi amor
de veintitrés años.
me confesó
que no se llevaba bien
con la juventud eterna
que se quería morir
de acá a un tiempo
“y yo acá detenida…”
acurrucada contra su pecho
como un bichito asustado…
y él estoico
al compás del tiempo
tejiendo su discurso
en mis sueños
me enfrenta
con lo imposible

 

V.

Ayer tipo 6 me llamaron del laboratorio
“ya está lo suyo Doña”, me dijeron
“se está por romper la bolsa de hule,
así que apure el trámite”
Corté
y me quedé muda
“te dije androide que esto
era un viaje de ida, ¿y ahora qué hacemos?”
pensé en decirle a mi marido
pero no se lo dije. Después
pensé en armar
un bolso e irme
rápido
“con él va a estar mejor, seguro”
y caminaba por la cocina
mientras la tortuga me seguía
y yo la esquivaba
para que no me mordiera los talones
(no quería que cambiara de color, de nuevo)
Me masajeaba el pecho
para que dejara de girar
el vórtice
que se activa
cuando me agarra angustia
y mientras tanto pensaba
“Bueno, son concesiones, ya lo sabías,
en el fondo es miedo, en el fondo es miedo,
en el fondo es miedo (respiráaaaa, respiráaaaa, respiráaaa)
te dejó tenerlo en el laboratorio,
Qué Más Querés, Accediste, Ya Está: Lo Tenés Que Ir a Buscar. Punto”
Y llega Él con su sonrisa endorfínica
Esa,
Sí,
La misma
que esgrime para generar endorfinas
y optimizar el desempeño de sus circuitos
Llega tarareando rítmicamente
porque esa mañana ostenta
una dosis de felicidad extra
(ayer compré Nutela)
Me pasa por al lado
y manotea mi culo
con firmeza
entonces seguramente percibe
el temblor sutil
que me recorre la epidermis
y claro: es un androide
Yo por dentro muto de nervios
rojo, azul, verde, fucsia, amarillo, rojo, azul, verde
verde, verde, verde, verde, verde, verde, verde, Verde
y arqueo Ya Tan hacia abajo la boca
y las cejas
que comienzan
a dolerme
y siento
que si fuera un gato
tendría
de tristeza
los bigotes
por el suelo
El me mira y se sonríe
mostrándome sus dientes de roedor simpático
“Ya lo fui a buscar Mona cagona, está en el garaje,
adentro de la caja de la impresora, tapado con una mantita.
Y quedate tranquila, me fijé en la máquina y está todo bien:
infancia, pre-adolescencia, adolescencia…eso sí, llegué hasta ahí, no quise ser invasivo.
Me planté cuando vi que trataba de formar una comunidad anarquista.
Que conste las cosas que hago por vos Mona loca,
ya sabés que yo no soy ansioso.”
Se largó puntual la lluvia radioactiva
así que abrí el paraguas robot
que nos regaló para navidad
el Tatita
y salimos abrazados
hacia el garaje
tratando de sortear
los primeros charquitos
que se iban
formando

 

VI.

“Fue mientras escribía
recién empezaba
tenía unos 6 años
me miré la mano
sosteniendo el lápiz
insegura
y me di cuenta
de que nunca
nadie iba
a poder estar adentro
mío
y que yo nunca iba a poder
estar adentro
de nadie más
que estaba eso
irreductible
incomunicable
me invadió
esa angustia existencial
corrí a tratar de explicárselo
a mi mamá
nunca
te pasó?”

“¿Sentirme solo?
No.”

(Veo pasar a la gata-reptil apenas iluminada por la luz que entra por la ventana
mientras siento todavía el eco
de esa ecuación
lacerante)

A veces pienso ratón
cuando me hablás
después de que yo
digo
todas mis usuales
parrafadas
que los siglos de filosofía
y de literatura
humana
se reducen a eso
“familias disfuncionales”
toda la reflexión ontológica
es pura maquinaria neurótica ratón
Vés
vos no la tenés,
yo sí
y a veces pienso
que nosotros somos
como un gran varieté
para ustedes
que se entretienen
gratis
con nosotros
De otra forma
no entiendo
por qué nos eligen.

“Es un poco así, jej (gratis no, pero)”

Él está relajado
lo siento
abrazarme
cálido
como un
pulpo
y lo envidio
como cada vez
que se me abre
esa tangente
en la que percibo
cómo
la oscuridad
fracasa
en hacer
su aleación
y nos deja
abrazados
en un acople
de universos
en esa monstruosidad
dodecafónica
en la que yo siempre
desentono

Él huele la adrenalina
que destilo
y hace de todo
un algoritmo
de simpleza.
se limita a lo
que entiende
es esencial
y me abraza
(eventualmente esboza algún cariño. Permanece en silencio)

«En marzo vuelvo a terapia ratón…
espero que me alcance el presupuesto…»
(le digo)

Después
trato de
echar
sobre todo
un manto
de sueño

 

VII.

Menos mal que a los cobardes
nos queda la literatura

 

VIII.

Poema diurno,
en principio,
al menos sospechoso…
Anoche hablé con Rafa
en el cumpleaños de Blanca
después de un año de tensa indiferencia
debe ser eso
distancia de por medio
fue bueno
y raro
Ahora se me vino a la cabeza
parte de la charla,
la más trivial

“No, no hay forma,
No me gustan las travesías.
Me gusta remar Rafa, acá en Rosario imaginate además Rafa
con cruzar el cauce ya es un toco
cruzar y quedar tirada en uno de los paradores
con baño
nada de hippismo
esa me va.
No, no me copa, ya sé a vos sí…
yo no sé…
hay veces, cuando está muy picado
que remo y remo
te juro que pienso “no vengo más, vendo el kayak y se va todo a la mierda”
“- Sí, tal cual. Me pasa cuando salgo de travesía y estoy muy cansado. La última vez éramos 200, además mucha gente… pero cuando llegás después de remar 7, 8 horas te das cuenta de que vale la pena” (y me mostró viril el puño, e imitó el puño con los labios y los ojos)
“- Ves yo creo que es eso, me la vuela, te cansás y no tenés cómo mierda irte, tenés que remarla y remarla y remarla… por eso no me gusta, es como una repetición ominosa de la vida…y encima por opción. Estoy tratando de no ser ya más sparring de esa puerca, cuando lo puedo evitar. No Rafa, lo mío no son las travesías…”

Intuyo de más
sobreinterpreto
como siempre
Creo que en esta pequeña charla
se resolvió nuestra eterna disputa
fálica…
vamos a estar bien.

 

 

* Nota de la autora.
Estos poemas forman parte de un libro inédito que en su momento titulé Campo de Santana, en un apremio por darle un nombre al trabajo de compilación de los textos dispersos que había escrito en los últimos diez años. En ese proceso sin duda hubo muchas tristes bajas, algunas reivindicaciones y la apertura a una constante modificación que es hija del carácter de este poemario que a veces pienso nació para permanecer inédito.
Leyéndolos a la distancia, diría que los poemas seleccionados para esta edición corresponden a un ciclo específico, siempre inacabado, que se moviliza por un anhelo de finalización de un duelo imposible de los afectos familiares, de la pareja, de las relaciones más primarias que me constituyen, y por la imaginación de un afuera extraño e igualmente imposible.
Siempre me dije que mi problema es que no sé cicatrizar. La escritura de estos poemas trata un poco sobre eso. 

 


Luciana Martínez
(Rosario, 1980) estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Colaboró en el suplemento Señales, del diario La Capital, y entre 2013 y 2014 fue columnista de Radio Universidad.