Autores publicados: Julián Axat / Cristina Baroni / Laureana Cardelino / Horacio Castillo (h) / Julia Cisneros / Juan Delaygue / Mariano Dubin / Matías Esteban / Celeste Gauchat / Andrea Iriart / Ana Rocío Jouli / María Eugenia López / Anahí Mallol / Julieta Novelli / Dulce María Pallero / Anna Pinotti / Eduardo Rezzano / Carlos Ríos / Diego Roel / Juan Rux / Eric Schierloh / Javier Sisti Ripoll / Andrés Szychowski / Diego Vdovichenko
El gusto es el método. La historia de las antologías suele ser soterradamente escandalosa. Historia de gusto y de reflujo del gusto, de anécdotas de favores y prestaciones de todo tipo. Pero pongamos que se trata de una tensión entre subjetividad y método. En algunos casos, los compiladores se sienten obligados a explicitar la forma de selección. Esto le da a la antología un aire de esfuerzo e inteligencia que el lector debe tener en cuenta: una justificación que debe seguir. En otros, esa raíz, que incluso puede ser pretendidamente científica, queda dentro de un comportamiento que depende de la experiencia del compilador. La memoria, la razón del corte, la simpatía por textos o autores, las condiciones de publicación juegan en tal ocasión un importante papel. El compilador queda a un paso de verse a sí mismo como productor e intérprete. Se vuelve un compositor de materiales ajenos, y su pericia consiste en poner de relieve sus gustos, que en los buenos ejemplos suelen ser amplios y de control orientado. El lector puede percibir entonces la abundancia de criterios no dichos o ligeramente emergentes y sinuosos. Entonces, la cosa tiene ciertas posibilidades de alcanzar un muy buen resultado.
Es el camino de esta antología, que se quiere a sí misma engañosa (chúcara), por el silencio profuso de sus criterios, que la hace en apariencia de una extrema subjetividad. Ahora bien, buscando en el ejemplar en cuestión, descubrimos algunas pistas. Por empezar, la tapa: la fotografía, a partir de una obra plástica, de un montón de rocas recubiertas de musgo, una aglomeración similar a hojas carnosas de algunas especies de cactus, con un poste de iluminación pública que emerge como si fuera un fino tallo; al lado, muy pequeña, la figura de una mujer cargando cosas. En el interior, buscando información sobre esta imagen, se lee: «Marco Catullo sobre la obra de Emanuel Reyes: Una mujer de 68 años tiene en sus manos las bolsas del mercado de frutos, vive en su propio mundo, donde solo habita el verde musgo y un farol, el mercado no existe, pero ella llena sus bolsas con las miradas ajenas. Mundo ambiguo y lleno de extrañez». Así, este acápite, algo escondido en la notación preliminar, empieza a ser un punto de conexión por contigüidad con los textos que vamos a leer. Pero volvamos a la tapa, y vayamos al título: Poesía, y, más abajo, pequeño: «Selección y nota de Horacio Fiebelkorn» (poeta, periodista, docente, platense). De ningún modo refiere que se trata de una compilación contemporánea de poemas de autores de La Plata; y su afirmación es tan genérica y vaga como contundente, diría feroz, como si dijera: acá solo hay poesía.
Este título especificado en forma de cartel es el límite de ese mundo diferenciado por ambigüedad y extrañamiento. Llegado a este punto, al lector solo le cabe verificar la verdad de la audaz afirmación: poesía. Esto le abre la puerta a leer los poemas independientemente de cualquier otra relación que no sean las propias; o bien, también puede leer el sucinto prólogo donde el compilador expone que la antología reúne a 24 poetas que viven en el ámbito platense, menores de cincuenta años, en actual producción; también queda claro que está hecha con un fin virtuoso de lectura gratificante, y por eso la aparta de cualquier otra utilidad (en una entrevista acerca de la publicación, Fiebelkorn aclara en este sientido que excluyó a cualquier participante de su taller y a muchos amigos —tal vez por el límite de edad— porque no le agradan esas antologías en las que se materializan intereses y conveniencias). De modo que con estos pocos elementos: la búsqueda de «poesía» y cierto distanciamiento purificador —economía, franqueza, cosas que se agradecen— Fiebelkorn logra una muestra de poesía platense cuya lectura nos acerca a poetas poco difundidos y otros ya reconocidos, pero todos ellos exponiendo poemas que ofrecen un punto, al menos, brilloso, inquietante, diverso.
Podríamos decir que se trata de una selección de poesía situada, trazada desde el presente, en algunos casos exteriorista, en otros de rasgos memorialistas, objetivos, con espacios para la introspección, con máscaras de voces según la puesta en funcionamiento de discursos literarios y sociales, radicalmente híbrida. El efecto alcanzado es el de un transcurso del que van surgiendo imágenes, voces, sujetos, personajes, hechos, artefactos, alucinaciones. Se trata de la puesta en marcha de un poema colectivo ejecutado con una gran serie de disonancias. Pero oportunamente también se pueden ver uniformidades, o asociaciones: se hace intensa la insistencia del mundo en estado tóxico (en el campo, en la ciudad) y la cuestión del tiempo implicada en este asunto; y la experiencia del peligro del individuo con su lucidez muy relativa, principalmente con su mal que lo posterga: la soledad. También la incierta experiencia colectiva de la realidad (la familiar, la política, la no clasificada), y la convicción de que debe ser otra, dado que ella solo acarrea una inversión (material, religiosa, intelectual) que conduce a la estafa y la degradación (material, religiosa, intelectual). ¿Qué hay del poema de amor, desde la meditación, el recuerdo, la diatriba, la decepción? No está ausente, aunque esta antología, si así lo quisiéramos, nos lleva a pensar acerca de las formas de su aparición, como si habláramos de pronto de un subtexto, no de un tema. En muchos casos el tema es el poema; esto puede ser explícito o plantearse como resolución. En los primeros, el hecho de decir «esto es un poema» interpone una película indefinida entre su mundo y el lector (como si se tratara de salvar el texto); en el segundo, y tal vez más productivo, eso aparece cuando el poema se termina de construir en los ejes de la memoria. Por último, quisiera señalar la presencia afirmativa del «yo» que con frecuencia surge en estos poemas, la cual nos manda de paseo por una subjetividad hecha de una inquietud caprichosa, conflictiva, juguetona, siempre constructiva a partir de los pocos o muchos elementos con los que decide decir «yo».
El libro es grato de leer en su totalidad; recojo como muestra algunas de sus expresiones pensando, fundamentalmente, en autores o autoras no muy conocidos o que todavía no habían sido publicados en op.cit.
José Villa
Cristina Baroni
La Plata
I
No existe un lugar que me esté esperando,
cuando me di cuenta de esto, empecé a asumir el riesgo
elegí una porción de tierra
entre mi casa y la escuela
y bajo un acto fundacional de mi voz dije:
“acá voy a plantar mi semilla”.
Hoy que todo el mundo habla de soltar
yo quiero ensuciarme las manos
y decir: “con este barro voy a hacer mi casa”.
VIII
Llegaron un día y pusieron el cartel,
nombraron una porción de esta tierra
con los nombres que quisieron
y como quisieron la partieron
la valuaron
la ofrecieron
la vendieron.
A veces sueño que
de noche,
uno de mis vecinos
se levanta,
rompe el alambrado,
planta algo en el terreno,
algo que crecerá lento
de a poco
constante
y envolverá en maldiciones
cualquier cosa que se alce
sobre esta tierra
y no sea nombrada
con nuestras propias palabras.
IX
La casa se ha convertido en algo cerca nuestro.
La casa y el árbol.
De las personas no sabemos nada.
Vemos la casa desde nuestra ventana.
La visión del campito enfrente
nos vuelve dueños de una amplitud,
vemos el cielo, un horizonte de nubes y siluetas
de pájaros y yuyos,
los perros del barrio se cruzan a dormir la siesta
o a correrse entre sí,
el timbre de la escuela,
los chicos en el recreo,
un caballo que come pasto.
El árbol hace que las estaciones pasen para nosotros,
desde la pieza, en alguna siesta,
nos avisó del otoño.
Hoy saqué una foto a la casa con su árbol.
Alguien se adueñó de ese terreno
y lo está parcelando para vender.
Nos preguntamos qué será de la casa.
Qué será de esta casa y este árbol.
Laureana Cardelino
Plano secuencia
A veces cuando no me puedo dormir
me levanto y descubro a la casa
en otra posición,
no sé si un poco inclinada
o mirando para el sur.
La encuentro muy silenciosa,
lo que me permite ir zumbando
sobre el piso por el pasillo hasta la cocina.
Todo tiene otra luz.
La hornalla deja salir el fuego en picos simétricos
azules y amarillos que van hacia el naranja
y hacia el centro para arriba
formando una estrella,
en el momento en que me inclino
para prender el cigarrillo,
y pienso que el fuego tenue debe verse
reflejado en mis ojos,
pero no hay nadie
del otro lado de la ventana
o de este lado. El piso está
un poco sucio, hay barro
al lado del mueble
pero no voy a barrer el barro ahora,
mi abuela me dijo que barrer de noche trae mala suerte.
No sé si será cierto, pero es una buena excusa
para postergar la tarea.
Además estoy fumando.
Me siento en una banqueta,
miro por el ventanal, todo
parece muy quieto afuera,
la noche sobre el pino
y el pasto y los fierros
y las maderas apiladas.
Las cosas en las cajas descansan
apretadas. Esperan a que pase algo,
como yo acá que las imagino ahí adentro.
Pero no pasa nada.
Ahora camino por el living,
hay un cambio en el agitarse
de los álamos. Eso debe pasar
ahora que es de noche
y yo debería estar dormida
pero estoy parada observándolos
por las ventanas altas que dan a la terraza
y me doy cuenta
de que algo de ese viento
que los mueve se mete por debajo
de las puertas y de los muebles
que están en el piso
y los llena de un polvillo o una tela invisible
que les saca toda su familiaridad,
se ven distintos,
como si fueran más pesados
o más viejos. El motor de la heladera
se despierta y empieza a hacer ruido,
un ruido continuado. La repisa está torcida
y la madera bastante opaca y gastada,
los libros mal ordenados igual quedan bien
se ven los lomos apilados de todos colores,
editoriales y encuadernaciones.
Apago lo que queda del pucho
que es nada, vuelvo a la cocina
y tal vez es porque hay tanto
silencio que parece que tiene que pasar
algo, como en las películas cuando
se busca acentuar la intensidad
en la falta de sonido.
Gran recurso.
Genial.
Me encanta todo así como está.
Me vuelvo a acostar sabiendo
que tampoco pasa nada si no me duermo,
que no voy a poder hacer nada
para evitar lo que me viene a la mente,
quizá permanezca acurrucada
bajo dos acolchados livianos
mirando la pared o el techo
en la oscuridad del cuarto
pensando, dando vueltas,
acostumbrándome a los ruidos
que de pronto me interrumpen,
repitiendo el día en imágenes y palabras
bastante fieles a la realidad.
Me entrego
a eso que pasa ahora en la casa,
que me atraviese esta noche extraña
y me recorra
en la distancia brillante y con relieve
que me separa de todo.
Juan Delaygue
1
no es tan grande
al otro lado del bosque
sobre el fondo del horizonte
la chimenea de la destilería
2
hoy no está
entre la niebla
3
fumar es bueno
para asomarse a la ventana
por la mañana
dando bocanadas
4
entre los árboles
un fragmento de camión
se acerca
por cuestiones del mercado
5
la lluvia está
derritiendo la planta
desde el otro lado del bosque
hay un mensaje químico
6
la luz hace temblar
la fronda del bosque
como el lomo erizado
de un animal inmenso
que duerme entre los nervios
la chimenea de la destilería
asoma a respirar
7
cuando la tarde se vuelve violeta
los pájaros huyen
desde el fondo del bosque
y arman en el aire signos
para comunicar
el horror de su boca
8
con la reverberación
de las primeras luces
parece casi hermosa
inofensiva
9
lo que escupe es
la traducción de lo sólido
a un idioma hueco
10
en el ventanal:
las terrazas de los edificios ordenadas,
la chimenea de la destilería
como punto de fuga
11
el brazo gaseoso
explora todas las superficies
que la pesada boca
no puede recorrer
12
es casi del color del aire
invisible
casi
y aún así
ahí está
13
las emanaciones forman
caracteres que dicen
con una sabiduría ascética:
–cuidado, nada está completamente inmóvil
14
tan blanca
la chimenea de la destilería
tan liviana
15
una boca que es
una estructura de ladrillos que quieren ser
livianos como una nube
16
el límite entre dos estados
a través de una válvula
artificial
17
la chimenea de la destilería
es
la chimenea de la destilería
18
no fue construida:
apareció un día
desde la tierra
el promontorio
19
hay un color científico
por la tarde
al fondo del horizonte
dicen que
la chimenea de la destilería
dobla la luz
como una expresión
20
algo quiere comunicarme
por la noche
ese rastro blanco
sobre la sábana de oscuridad
21
se deshilacha hacia arriba:
sube
la chimenea de la destilería
Mariano Dubin
/lo que cuesta una vaca/
/ mi abuela me dice / me deje
de escuchar al abuelo / que
ellos están todos locos / que
su padre / el de la abuela / no
/ porque era vasco / y sería
duro / cabeza dura / pero sabía
cuánto valía una vaca / estos no
/ porque se criaron al monte /
fueron puesteros / músicos / de
guitarra y verdulera / arrieros
/ piones / cosa que nunca se
acostumbraron / a las casas /
que no aprendieron / dormir en
cama / que saben mucho / de
trabajar / de esquilar / de huellas
/ de monturas / y aperos / pero
no qué cuesta una vaca / porque
nunca anduvieron / con gente
civilizada / siempre piones /
siempre indios / algún croto
/ no gente mala / nunca eso la
abuela diría / pero sí / gente
sin hogar / que no saben lo que
cuesta una vaca / por eso / repite
/ que no lo escuche / tanto al
abuelo / porque es cosa de loco
/ lo que él dice / lo que dicen
sus hermanos / más el Antonio
/ que nunca ha tenido familia /
y sólo piensa / en andar por los
campos / que no / que no sabe
lo que cuesta una vaca / anda
siempre perdido por ahí / y
vuelve / de lugares donde dice /
que hay tigres que de noche / no
dejan dormir a los paisanos / o
de desiertos que no viven ni las
piedras / del calor / y la soledad
/ que es toda gente buena / pero
que no saben lo que cuesta una
vaca / lo importante de una casa
/ de quedarse quieto / eso / que
me enquiete de una vez / que
aprienda de lo importante de
los palenques / porque sino / ahí
andaré / como el Antonio / como
el abuelo / sin saber lo que es un
hogar /
sin saber qué cuesta una vaca /
Matías Esteban
campo grande
cielo gris
campo grande
soja naciente de verde
surcos caminos senderos
chamicos sorgo de alepo gramilla
hace calor
pedaleo por la calle
la aurorita roja se la banca
arena de mediodía
caliente
el cielo está gris
los campos grandes
una laguna llega
hasta el espacio
espantá los chajáces
son remalos
se comen la soja recién nacida
los brotecitos indefensos
como tu hermano
se lo comen
tenés que espantarlos
gritales y se van
ellos gritan vas a ver
chajá chajá chajá
y se van
y vuelven
se van y vuelven
es muy aburrido
en la sombra de dos eucaliptos
al lado de un tanque abandonado
me arrojo duermo
de un salto voy a ver
y ahí están
desayunando la soja de mi padre
corro y grito
el pájaro que mide un metro
hasta la cresta
gris como el cielo gris
tiene un collar negro
las patas rojas
los ojos y el pico rojos
sobre el cielo gris
baja el cuello
apunta al cielo
abre las alas
remonta
gritando chajá
se posa en el otro campo
vecino
seguilo hasta donde vayan
son muy malísimos para la cosecha
esos bichos
hay que espantarlo
mirá que te doy una parte
si lo hacés bien
cruzo el alambrado
paso al otro campo
el chajá remonta
sin gritar
hasta la laguna
en el otro cuadro vecino
avanzo
el calor me pega la ropa al cuerpo
el cielo gris calienta mi piel
el chajá se posa en una isla de barro seco
en el medio de la laguna
avanzo descalzo
el barro cremoso
cosquillea los intersticios de mis dedos
el olor a muerte quieta
naturaleza que se hunde
en tiempos antiguos
imagino monstruos de fango
seres milenarios
y terribles
sonrío
el chajá vuela corto y se posa
en el tronco seco de un árbol
blanco
me mira
avanzo
y no se mueve
soy clint ísgud
en cueros y con el agua
podrida de la laguna
refrescándome
nos miramos
Celeste Gauchat
Cuartel
la cobardía es
como la timidez tierna
pero incómoda
soldado que huye sirve para otra guerra
……..soldado que huye no sirve
para la guerra
para nada
que se quede en casa
con el atlas
sobre las piernas
ubicando las coordenadas precisas
del bombardeo
y a dónde huir
en caso de necesidad
que lo proteja su erudición
del fin del mundo
de la destrucción del amor
de la manipulación de su endeble
……..voluntad
……………….la oscuridad de la noche
que lo proteja de la luz del día
……..de los monstruos
de la humedad rotunda
de todos sus sueños
Ana Rocío Jouli
Enfermera
Las especies más brillantes
comparten sus crías.
Las dan a la comunidad
como si aportaran
ramas, nueces, pescados.
Pero yo comparto la falta
y los demás animales callan
o se retiran al abrazo
de su mínima pertenencia.
Una madre que no regresa
de buscar alimento
hace llorar a las crías,
pero si alguien acude
a copiar sus cuidados
la pérdida se vuelve
algo breve y sustituible.
Esto es lo más importante:
que no haya a quién
llamar mío.
Eduardo Rezzano
Mamut
La imagen del descongelamiento
del mamut
era un pensamiento que
se me había hecho recurrente
pero no obsesivo
Unas veces se me presentaba
como un volver a la vida
—lo veía sacudiéndose la
escarcha del pelaje escrutándolo
todo con sus ojos negros
o pardos—
y otras asistía
al desmoronamiento de sus carnes
a la gelatinización de sus jugos
como si toda su muerte
hubiera permanecido enquistada
o atrapada en una botella
Así y sin darme cuenta
fui adquiriendo maneras
de elefante
mi andar se hizo más pesado
mis razones más huidizas
Opté por el silencio en
la mirada y
un balanceo lento y
armonioso de mi trompa
Permití que se me hablara
al oído
y me transformé en el
gran escucha
porque sabía que las palabras
habían perdido su significado
que la tierra volvía a
no ser de nadie
Carlos Ríos
Vive tu sueño de ser escritor
[1] El microcentro estalla
en la ciudad rochera, mul-
tiplica como desgracias el
trazado de sus diagonales,
voy camino a pagar el alqui-
ler. Una señora sentada en la
mesita del café dice: “lo baleó
el policía, por suerte, no te digo
que fue el policía, lo baleó, por
suerte, qué suerte que el policía
lo baleó, no te digo, nena, mozo
la cuenta, son dos cafés, era poli-
cía y lo baleó, no le dejes propina
porque vengo siempre”. [2] Al lado
suyo alguien hace la cuenta de los
que vienen a comer para esta Navi-
dad: la renga, el Pitu, el cuñado de
Adán, Pochi y el nono, a Diómedes
no le avises, mejor que pase con la fa-
milia porque la Navidad pasada, te acor-
dás, mejor ya no decirle, que caiga tarde
mejor, cuando estemos comidos. [3] En la
inmobiliaria la empleada se enoja porque
llego tarde, aunque el cartelito dice abier-
to hasta las 15 y son apenas la una y 10;
llego, según ella, tarde; su compañero se
fue al banco con toda la tarasca y ella di-
ce “qué voy a hacer con esta plata, por
qué vienen tarde”, yo miro para atrás y
estoy solo (pienso en la escena del que
escucha un chistido y no hay nadie: es
sólo él en la noche el que camina so-
bre el puente, un puente a lo Munch
siempre a punto de derrumbarse); di-
go “bueno, si te parece me la llevo» y
ella arma una media sonrisa (ajá) que
califica en 2017 como un insulto blan-
do (peras al olmo) pero de clase al fin:
el desprecio a qué (¿a mí, que pago
el alquiler como el capital manda?),
a punto de fraguar. [4] Y Margaret
Atwood dice, entrevistada por Ra-
quel Garzón, que “los escritores,
a diferencia de los políticos, sabe-
mos la diferencia entre la ficción y
la realidad”, pero a las horas el edi-
tor le hace decir «El amor es fantás-
tico pero más igualdad económica
ayudaría», no vaya a ser que sue-
ne un teléfono. La autocensura va
en camión, se lleva puesta todas
las estanterías (las pocas que
nos quedan), ya dejamos de
hacer la cuenta, las pérdi-
das a la vista. [5] Recibo
un mensaje de una em-
presa editorial, dice: “Vi-
ve tu sueño de ser escritor,
no permitas que tus sueños
sean transformados en dese-
chos”. Pienso que es al revés:
la literatura tiene que hacer pu-
ré lo que entre en sus relieves,
la literatura (charán, charánnn)
es el electro-
doméstico
más
eficaz
que su-
pimos con-
seguir (gloria):
metamos todos
los sueños en el
vaso y apretemos
el botón (rojo peli-
gro, rojo amor, ro-
jo sanguíneo, rojo
al fin, lo rojo en lo
rojo), escuchemos
la tierna melodía de
la destrucción cuando
la entonan, en lenguas
de caverna, sus aspas
sintácticas; a ver qué
sale (en una de esas
guarda que no sale
nada: puede pasar
que nada salga y
haya que hacer
todo de vuelta
y si se corta
la luz hay
que sen-
tarse y
espe-
rar).
Juan Rux
[todos mis amigos…]
todos mis amigos van a ser padres
y eso que antes me parecía un error
ahora me emociona
pero cada uno tiene su felicidad
y a veces pienso que tal vez la mía
me deje un poco solo
entonces llamo a casa de mi hermano
para hablar con mis sobrinos
y los invito de paseo por el bosque
vamos al museo
y nos compramos un montón de golosinas
pelotas y globos de helio
morfamos lindo un combito feliz
y charlamos de esas cosas
de chicos casi nenes
y de nenes casi hombres
sentados en la mesa que eligieron
para el atardecer ya estamos en mi aposento
y cuando los vienen a buscar
decimos que sí
hicieron los deberes
aunque sea sólo
para jugar unos partiditos más de fútbol en la play
proyectada gigante a la pared
y con alto sonido hi-fi amplificado de cine
pero más más más que nada
para que sepan también malcriarme
cuando sean grandes y todo envejezca
Eric Schierloh
[Troncos y ramas de árboles…]
Troncos y ramas de árboles
que los nuevos vecinos del pueblo
tiran abajo para poder construir
y después sacan a la calle,
unas veces en trozos enormes,
otras veces en enormes rodajas anillares.
Troncos y ramas de árboles también
que tiran abajo las tormentas
del terrible nuevo siglo
y yo mismo corto entonces
en trozos más pequeños
para partirlos después
mucho después más secos
en la tranquilidad silenciosa
del fondo de casa.
Nunca un árbol vivo
—nunca.
En la época moderna
la motosierra corta leña
y el hacha parte.
Por cada corte hay a veces
hasta tres o cuatro golpes
—y eso no siempre depende
del tamaño del tronco,
del filo del hacha
o del tipo de golpe.
corte
—
golpe
|
golpe
|
golpe
|
Hay por cierto
una gran diferencia
entre cortar y partir leña
—y no me refiero solamente
a la clase de combustible
que se quema.
Partir leña me recuerda siempre
mi promesa
diferida
de sentarme con binoculares
detrás de la pila de leña
para detallar la extraordinaria
vida de los pájaros
en los robles,
los pinos
y los arbustos
que comienzan algunos metros
más adelante de una cabaña
que todavía
no existe.
Andrés Szychowsky
Día de campo
La cáscara del insecto
ostenta una división
que produce tiempo
porque clasifica el espacio
La libélula que se nutre
y defeca en estas flores
también es responsable
del deterioro generalizado.
El batracio, que tapiza en vivo
al ser volador en cuestión,
sugiere que puede aplastarme
un eucalipto o una avioneta.