Ana Lafferranderie

Caminar muy despacio bajo un cielo que oscurece*

 

Pura realidad

1

La memoria de hoy se ocupa de cosas tan disímiles
como aquel frasco con dátiles,
el túnel que cortaba en el borde la montaña y la foto
del incendio en Krestena:
una mujer parada bajo un marco sin puerta
frente al cuero encendido de sus cabras.

La memoria de ayer se centraba en los pájaros.
Su presencia huidiza, esa inquietud grupal.
Y había pasado antes por un tronco partido,
las hormigas creyéndose primeras
el aire con sus gotas sobre un lago
la casa de otra vida, despertándose.

 

2

Esa constelación que ahora se conforma
con  tus recuerdos lleva lo que viviste,
atravesado por otra (y otra) versión posible.
Lo imaginado hace alquimia
con lo vivido;  no encontrarás
la pura realidad.
Lo que sucede cambia en tus pensamientos.
Ese  cerco marcado en la memoria
se une al verde limpio de aquel pasto
que ahora mirás de nuevo,
cuando atardece bajo un cielo opaco
y recordás la ruta  tomada por un viento
que no frenan los tilos.

 

3

La trama que mañana transcurre en tu memoria
no muestra aún su camino.
Pero llevás  el foco hacia ese núcleo que guardarás.
Tu  recuerdo  futuro  se  tiñe  con  tus deseos
y  el efecto de  esa luz  vertical.

Esta  conversación deja su marca ahora
con lo dicho y  pensado.
La frase que soltaste  en un impulso,
la idea que frenabas,
lo que hubieras deseado decir con más confianza
son  parte de  la  misma materia que te ocupa.

 

4

Son infinitos los transcursos invisibles, se entrelazan.
Así llevás adentro  este aleteo,  volvés
al barco hundiéndose.
Mirás  de cerca a  tu  hijo  crecido,  reconocés
la  materia  del tiempo.

 

5

El  día se acaba
definido  por  estos pocos  hechos:
caminar muy despacio bajo un cielo que oscurece,
llegar  al intervalo tibio  de la  casa  y  la  visión
violenta  de lo  frágil
(esa tulipa que el gato vuelve a romper).

 

Inestable

El universo entero se divide, yo misma
estacionada y nueva.
Y lo que veo en todas direcciones
derrama su forma múltiple.
Nadie va a capturar algo del mundo,
solo mirar por un rato lo nítido.
Ser la materia que se ramifica
por el puro contacto entre sus cifras.
Dejarse estar, ser parte
del ánimo cambiante de las cosas.

 

Sin llegada

1

Era invierno, escapamos al mar
¿por qué  vuelven ahora las  mismas jaulas?

Había crecido la  Santa  Rita, ese era el logro

¿por qué  otra vez  la  flor baja
pétalos  en el  mosaico
sequedad?

 

2

Ya  pasamos por esto,  pagamos
las  noches  con su fuego.
Debíamos llegar a otra estación,
luego la permanencia.

¿ Y cuándo
se gana la palmera, la luz
quieta en  la orilla?

¿Cuándo el camino que repita su verde,
nos lleve
ida  y vuelta  a  una  playa  donde  niños
afinan su escultura?

El palo para tirarle al perro,
un  simple desagüe al mar.

Faro cuando el sol abandona,  pisadas
junto a  las olas bajas.

Tu voz  nombrando lo sereno
las cosas inofensivas, nuestras.

 

Doble movimiento

1

¿De dónde viene esta mujer escrita a bañarse en el mundo real?  Tan límpidamente llega. Tal como yo a cada mundo imaginado, transmutada para reconocerme.
Alguien nos ha puesto a vivir.  Ahí va el paso lento bordeando la muralla de una ciudad que a esta hora se enciende. Y no podré saber cuál de ambas lo guía.

 

2

En el lugar exacto donde se abre una caja o una rama te toca.  El cuerpo se dispara, corre, se tropieza. Hasta llegar a un borde casi fuera del tiempo, donde una niebla baja se hace densa. Y asoman  las luces de un carnaval de fin de siglo. Pero seguís inmóvil en la silla de tu abuela,  con el apoyo de un mantel manchado. ¿Cuál es la escena? El camino impecable de las dos estructuras. Los tambores que suben de la rambla a la casa, cuando escribís callada, con la voz superpuesta. Entrás en el silencio. Te ausentás para hablar.

 

Inevitable

Otra vez lo hemos hecho, ver de cerca
el temporal mayor.
¿Alguien podrá negar que reconoce esa magnitud?
No vas a preguntar por el comienzo,
no existen las primeras cosas.
Se desvía el camino, también yo
sostengo por un rato esta dialéctica, después cedo
al espíritu simple del hogar.
Toda la noche cayó la mala lluvia
como un aviso de lo que nunca acaba.
Solo debajo, en el centro poesía
un pensamiento con redes que se expande
para mutar en arco, ser carnada.

Algo vital que regresa inevitable
atraviesa  la historia  que confunde
y cuando el viento crece y decae la confianza
ilumina pequeños desplazamientos
comprende los  silencios, las  visiones calladas.

 

Pocos pasos

Qué poco faltaba para ver
más allá de esta calle
encontrar la perfecta distracción de los pasos
dejar atrás la errática confianza
en las flores silvestres.
Qué distancia pequeña hasta soltar
detrás de esa pared  la voz privada
dejar caer la sábana
elevar lo contrario a una plegaria, los linajes
del alcohol con sus vehículos
qué fácil
apagar las ideas, desarmarse
si algo despabila, si una palabra empuja
si  se desplaza, simplemente se lanza
como mancha de vino en el mantel
desprolijo y festivo
el deseo.

 

El regreso

Algo aprenderemos de estos días
de grillos encendidos al regreso de un viaje,
la plaza abandonada a la suerte de sus canciones
que insisten con el alto reino de lo imposible.
Algo nos quedará de esta derrota
las horas en avión destinando ese tiempo
a doblegar la urgencia de quedarse, algo
de lo propio se recrea ahora
cuando en el parque se juntan las pancartas
se ruega lucidez.
Y frente a eso quieta, los libros apilados
los recuerdos como películas que ya no se consiguen,
esperar la sorpresa de los próximos meses, confiar
en los ciclos del sur, en los ritmos del clima
saber que cede el agua, que cae este polvillo
se hace más tibio el aire y así, naturalmente
el cuerpo se prepara
para asumir las nuevas travesías.

 

* Nota de la autora.
Estos poemas que comparto son parte de un libro inédito que se llama Casi real.  Es un libro que tiene varias secciones, y la idea de casi realidad da una clave para acercarse a los poemas, además de una visión sobre la poesía:  lo que allí sucede es real pero no tanto, es verdadero pero no llega a ser real. La poesía es, también, ficción. Pero una ficción absolutamente cierta, conectada con el lugar más verdadero de quien la escribe.
En este libro, por otra parte, lo real es la experiencia vital y, como tal, se configura de manera superpuesta entre lo objetivo (aquello que existe con independencia a ser pensado) y lo imaginario. Lo real es  múltiple, rizomático y entonces se escapa. Está tan atravesado por la percepción y por la trama del pensamiento, que apenas llega a existir.  Sucede en su verdad  y en su fuga, como un rayo de luz, un aroma.  La poesía ilumina ese espacio, ese lugar imbricado entre la experiencia subjetiva y  los hechos concretos, materiales: lo reconoce, lo desmenuza y lo devela.

 


Ana Lafferranderie (Montevideo, 1969)

Llegada a Buenos Aires en 1990, según lo ha señalado, vive una identidad uruguaya-argentina. Estudió Ciencias de la Comunicación. Ha dirigido ciclos de poesía, coordina talleres literarios.  Obtuvo el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 2011, por Volcar la cuna. Es integrante de nuestro sitio, op.cit.

Poesía
Algo no pasó, Ciudad de México, Cartopirata, , 2016
Día primero, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2015
Volcar la cuna, Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2012
El cielo tácito, Buenos Aires, Sigamos Enamoradas, 2007

Links
Poemas. En Vallejo & Co. / Los Niños de Japón / Otra Iglesia es Imposible / La Ficción del Olvido
Entrevistas. «Escribir poesía requiere valentía», por A. Quevedo Rojas, en Vallejo & Co. / 1 Poeta 10 Preguntas
Reseñas. «La pluma de la lentitud», sobre Día primero, en op.cit. / «La exuberancia como un tatuaje oculto», sobre Volcar la cuna, por F. Castignani, en De Arquitecturas Imposibles
Texto de la autora. En La Historia de un Poema