El bosque/libro / Bosque chico, de Marcelo D. Díaz

t_bosquechico_md_diazBosque chico
Marcelo D. Díaz
La Plata
Club Hem
2015

 

Por Ana Claudia Díaz

el vacío de la ansiedad / en el núcleo de uno mismo

En Bosque chico, Marcelo Díaz desglosa el tiempo, lo mide en minuciosas variantes, lo expone, lo transita, lo saca a relucir como quien descubre un secreto o como quien asimila, fría y a la vez nostálgicamente, que no hay retorno en lo transcurrido. Este poemario está construido como si fuera un árbol. Hay una raíz/tronco desde donde se desprenden distintas ramas y bifurcaciones que se expanden para todos los ángulos del bosque/libro, como si en la punta de cada una de esas ramas, hubiera una cámara fotográfica que capta distintas texturas, voces; y lo convierte en una caja de resonancias. Las imágenes como fotografías, nos muestran la precisión de la palabra, como si fuera un lente que logra captar el instante justo: “al caer el sol sobre el mármol de la cocina destartalada/ sobresale una bolsa plástica/ del tamaño de un corazón de manzana”; “Sin embargo el reflejo de un cartel/ en tercera dimensión/ ilumina mi rostro”; “Imposible negar la helada cuando/ el improvisado campamento sentimental/ continúa congelado como la fotografía/ de una pieza de caza en su entorno natural”.
En uno de los primeros textos, el autor dice: “Lo cierto/ es que son modos del decir/ no hay aprendizaje en el abandono”. Enuncia eso y, en consecuencia, empieza dentro de los poemas un viaje entre sensaciones ligadas al pasado, a la forma de pensarse, de contemplar la velocidad del mundo, lo que está lejos o cerca, lo fragmentario en eso, como un fractal que va iluminando por sectores los distintos matices de un mismo paisaje. Es entonces, dentro de la velocidad, del sonido, de lo tangible o de lo que se puede medir en relación a eso, que el “yo” poético elije como territorio, como guarida, para decir, de una forma bella y sólida: “La autobiografía de los afectos desencontrados/ es parecida a un territorio/ donde las oportunidades se minimizan o multiplican/ dependiendo de la dimensión de tu voz”.
Constantemente se desarrolla un paralelismo entre imagen/sentimiento como si la construcción poética tuviera dos planos, claramente marcados, o dos lados de una palabra/imagen: “El espejo de agua es una cortina/ en la que cientos de mantarrayas/ aparecen reunidas formándose/ en la escuela de los afectos humanos”. Díaz describe con exactitud, hasta lograr que el lector sienta en los huesos: la pérdida, el frío, la nieve, los círculos; y convierte a la escritura en un mantra: “Confío en la diferencia aumentada/ de nuestras voces en el ritmo de la escritura”, un lugar fijo en donde traer los retazos del tiempo y reconstruirlos en poemas, pero con la sabiduría añeja del tiempo que paso, de la maceración. Lo desértico, lo árido, el desamparo  y el amparo, el “yo” pasando de montaje/escena de un lugar a otro: “¿Tendré la propiedad de seguir/ en cámara lenta las huellas/ de los animales del invierno?”, son los protagonistas de los textos. Bosque chico es un poemario de registros solares, de luz, de huellas labradas al sol, que como si fuera en braille escriben estos textos; donde lo cálido, finalmente, se hace presente, como quien logra encender una hoguera en medio de la nieve: “Indaga sobre las formas/ las similitudes entre el cuerpo viviente/ de sus pares y el gundam/ en su mochila de animé./ Si lo presionas en los brazos/ gira sin conciliar las partes con el todo/ lo mismo que sucede/ con los amores no correspondidos”.

 

Bildungsroman

En veinticuatro horas puede un accidente
alejarnos de manera irreversible.
Círculo concéntrico tras círculo concéntrico
parecido a esas figuras de esquimales
que parten en una barcaza mortuoria
mis padres desaparecieron
en una casa rodante una tarde.
Las autovías están llenas de cuerpos en movimiento
como en una cámara de escombros
acondicionada para los cambios climáticos.
Quién puede salvar una familia
si mantiene su complejo de huérfano intacto
imposible de restituir. Lo cierto
es que son modos del decir
no hay aprendizaje en el abandono.

 

Linces

Habitamos el interior de un bosque
fuera de la autopista de árboles.
Una colonia de linces nos advirtió
de la temporada del frío como si fuéramos
la contraseña para ingresar
al club de animales en extinción.
La felicidad es una prueba de la inteligencia.
Imposible negar la helada cuando
el improvisado campamento sentimental
continúa congelado como la fotografía
de una pieza de caza en su entorno natural.
De los planes que tuvimos restan
dos acordes incompletos refractando
nuestra carga a la velocidad del sonido.

 

Fly  Emirates

El monitor con personajes animados
nos dice qué hacer
en caso de un desastre
la fuerza aislada de los motores
regresa decidida como papelitos
ardiendo en el cielo
el auricular derecho primero
después el izquierdo
hay patrones que pueden adivinarse
la vegetación de la tierra
la posición de las constelaciones
el vacío de la ansiedad
en el núcleo de uno mismo.

 


Links