Fresias de octubre / Graciela Perosio

Fresias de octubre
Graciela Perosio
Buenos Aires, El Jardín de las Delicias, 2022


Respirar es una íntima celebración

Por Luciana Reif

A principios del 2021 cuando todavía la pandemia presentaba un panorama incierto, y apenas se pronosticaba el comienzo del plan de vacunación, Graciela me envía Fresias de octubre, su nuevo libro. Hacia menos de un año que la constatación de que tenemos un cuerpo con el que vamos por la vida, se había vuelto algo deliberadamente evidente por el riesgo de enfermarnos de forma grave e incluso morir. Fresias de octubre pone en el centro de la escena ese interrogante ¿Qué puede un cuerpo? ¿La existencia de un cuerpo que nos permite movernos y actuar es evidente en sí misma? A esta segunda pregunta el poemario responde contundentemente que no. Muchas veces aquellos que tienen el privilegio de tener cuerpos fuertes y sanos, dan por sentada su existencia y a lo sumo se preocupan cuándo algo ocasional en este falla y les impide por unas horas o unos días seguir siendo productivos; los que llevamos varios años con distintas molestias y achaques, aquellos que tenemos otro privilegio, el de que nuestro cuerpo nos reclame una inusitada muestra de afecto y atención, nos detenemos a subrayar las proezas cotidianas cuando ese cuerpo sí puede, y nos detenemos a observar un poco nuestro alrededor, cuando nos obliga a estar en reposo. La voz poética en Fresias de octubre se hace cargo de ambos movimientos. Los poemas dan cuenta de esas pequeñas batallas cotidianas, cito:

pasar el brazo por la manga del saco
parecía una hazaña
de intrépida juventud

En estos versos aparece esta pequeña y gran lucha que es la de sostener el cuerpo erguido. En este cuerpo que atraviesa una enfermedad, la capacidad y la fortaleza se vuelven una incógnita; y a través de un lenguaje simbólico la voz poética se mete en ese pequeño hueco, en el hiato entre una inhalación y una exhalación, entre el cuerpo en reposo y el cuerpo parado ¿Qué sucede en ese entre? ¿En esos segundos, minutos, horas en que nuestros músculos, nuestros huesos, nuestra columna vertebral tienen que juntar la fortaleza necesaria para ir hacia el mundo y actuar? Ya no se trata de la épica romántica, del dolor en el pecho por la pérdida de un gran amor, ahora la épica pasa por el cotidiano de sacar la basura a la calle, de bajar dos o tres escalones, y es ahí donde el corazón se acelera y el pecho se comprime. Toda esa actividad cotidiana que las personas sanas dan por hecha, se desmenuza en Fresias de octubre en pequeños actos infinitesimales, pequeñas acciones que lo que logran es reconstruir nuestra relación con el mundo, volviendo a foja cero, al origen de lo que hacemos para ser lo que somos. A veces olvidamos que son también esos pequeños actos los que nos constituyen como seres humanos, y es el estado de enfermedad el que paradójicamente nos devuelve esa consciencia de lo vital. Esta situación de reposo por la que atraviesa el yo poético también le permite habitar y experienciar la realidad de otro modo:

“observo ahora tantos detalles de la casa”

“paso horas inactivas observando, observando”

Estos versos y esta idea recorren los distintos poemas del libro y ponen el acento en la posibilidad que otorga la enfermedad de tener otra mirada sobre lo que nos rodea, permitiendo ese estado de contemplación que es tan fructífero y necesario para la escritura poética. En esta situación la casa adquiere otro protagonismo, el hogar como refugio sensible y acogedor:

la casa en la que vivo hace veinte años
me cuida
dice mi historia    la nuestra
susurra    cobija

Aparece el hogar como el primer espacio donde aprendemos a guardarnos y cuidar nuestra salud. El yo poético lo contrapone al neoliberalismo, y a la voracidad con la que vivimos nuestros días. Lejos de un estado de improductividad, la enfermedad y el reposo plantean otra posibilidad de habitar el mundo. La posibilidad de no hacer nada, y de que las horas pasen en la mera contemplación, la reflexión introspectiva, y el pensamiento rumiante sin finalidad alguna. Se me viene a la cabeza aquello sobre el aburrimiento que decía Walter Benjamin. Este autor decía que el aburrimiento profundo es «el pájaro de sueño que incuba el huevo de la experiencia», y que también el cansancio es preciso para crear algo nuevo, porque por sus alrededores ronda el mundo espiritual, mientras que «la pura agitación no genera nada nuevo». Necesitamos acudir a la atención profunda y contemplativa, a la escucha atenta, aunque resulte del hastío, o de la melancolía. Es preferible el aburrimiento al «sinvivir» de la agitación. Creo que Graciela Perosio y Walter Benjamin podrían en este punto hacer buenas migas, porque de algún modo la enfermedad es la prima hermana del aburrimiento y viceversa. Qué inútil a veces ese esfuerzo desmesurado que hacemos cuando caemos enfermos por unos días para aprovechar el tiempo leyendo o viendo películas de culto. Por suerte Graciela escribió Fresias de octubre que nos amiga mucho más con una idea del goce improductivo, y nos hace mirar con otros ojos nuestros malestares.

Lejos de presentar una visión apesadumbrada de la enfermedad el poemario abre el camino a la pequeña celebración del cuerpo que puede, me refiero a los últimos cuatro versos del poema con el que comienza el libro:

me propongo una íntima celebración:
porque aún
aún
respiro

Versos hermanados con aquellos otros de la poeta norteamericana Audre Lorde, que también ha sabido hablar de la enfermedad y su lucha a través de la poesía:

Así que es mejor hablar
recordando
No se suponía que íbamos a sobrevivir.

Tal como dicen Lorde y Perosio, aún respiramos cuando no se suponía que íbamos a sobrevivir. Y en ese poder pequeño y diminuto como un talismán que ilumina más allá de lo evidente está la potencia de la poesía, que transforma a la enfermedad en otra cosa. Lejos ya de los partes médicos -pesados y protocolares como el plomo-, lejos ya de la enfermedad como identidad totalizante, “si una tuvo dos veces cáncer / ya no puede morir de otra cosa” dice la voz poética en uno de los poemas que cierra el libro. El poemario aloja otros sentidos y permite que la enfermedad alumbre otros espacios. ¿Qué tipo de conexión íntima y esencial existe entre la enfermedad y la escritura? ¿Cómo puede un cuerpo enfermo, débil, iluminar lo que la razón y la ciencia no le permiten? Fresias de octubre se abre como flor primaveral para habitar esas preguntas, y el genuino corazón Perosio del que habla el poemario, nos deja entrever algunas respuestas.



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Otros comentarios sobre el libro. En Página/12, por D. Gigena
Textos de la autora en op.cit. «Graciela Perosio. El ansia» / En «Antología de sábado…», poema