Mariela Laudecina (1974-2021): «Que nos miren con la lupa del deseo» / Dossier

Dossier Mariela Laudecina / Entrevistas

Fragmentos de entrevistas 2008-2020

Foto, por María José Arrigoni

 

Selección: Valeria Cervero

  «Creo que si realmente tuviéramos conciencia de que nos vamos a morir, viviríamos de otra forma. Actuaríamos de otra forma. La gente habla mucho de la muerte pero en realidad no la tiene asimilada. Uno se cree inmortal. Es así.»

Quizás el punto sea tomar conciencia de que la muerte puede ser un acontecimiento más o menos inmediato, como la lluvia que está rondando y que en cualquier momento se desata…

–Claro, la muerte puede llegar hoy, esta misma tarde. Debe ser por eso que siempre está en mis textos. A veces no me doy cuenta en el momento que estoy escribiendo sobre eso, pero sí cuando releo después. El tema siempre sale.

¿Qué es lo que más le aterra de la muerte si la viene a buscar esta noche?

–Que no hay más nada. Que dejo de existir. La disolución absoluta de mi ser y de mi consciencia de ser. A eso le temo. Yo creo que todos los seres humanos tenemos la oportunidad de ver eso en algún momento, solamente que algunos son capaces de seguir entreteniéndose y otros, ya no.

(Fragmento de “Le temo a la disolución absoluta de mi ser y de mi consciencia de ser”, entrevista de Iván Wielikosielek en El Puntal de Villa María, 1º de diciembre de 2008).

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¿Los poemas de Perfume de jarilla son recuerdos que te acompañaban desde la infancia o vinieron de repente?

–Son recuerdos que tengo muy vívidos. Quedaron varios pendientes, pero escribí sobre los que dejaron un vestigio importante, y de algún modo un poema inspiraba el siguiente… y así.

¿Alguna vez mataste una gallina, tu abuela te enseñó?

Nunca maté una gallina, ni ningún animal. Mi abuela paterna era quien las mataba, como digo en el poema, pero nunca quiso que la viera.

¿Qué te enseñó tu abuela materna?

–A no ser hipócrita, a ser discreta y solidaria. Mi abuela paterna, la entereza, y ambas a vivir con dos mangos y a cocinar.

No se ven los “errores de los adultos”, ¿este libro es una forma de perdón hacia ellos?

–Los poemas están construidos desde la mirada de una niña. Elegí esa voz para que se percibiera la frescura y la alegría. Preferí un libro que dejara afuera todo ese tipo de cuitas que uno puede tener con los adultos cuando pasa el tiempo. Puede que viéndolo así sea una manera de perdonar.

¿Decidiste no recordar lo feo ni lo triste?   

–En mi infancia fui feliz, muy feliz.

(Fragmento de “Pequeña flor silvestre”, entrevista de Cuqui a partir la publicación de Perfume de jarilla, en La Voz, 6 de junio de 2013).

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–En cuanto a tu modo de escribir, ¿sentís la belleza de un verso antes, incluso, de empezar a pensar en el significado?

–No puedo saber eso en este caso. Iban cayendo los versos como cascadas y luego los leía y me parecían muy atinados y musicales. Sólo sabía lo que quería decir, el cómo, sucedía. Por lo general me pasa así, después en la corrección le voy dando más forma y puedo sentir esa belleza o no.

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Algunos poetas suelen contestar a la pregunta de por qué escriben con un: ‘por necesidad’. ¿Podrías explicarnos cómo se vive la liberación que produce la escritura de un poema?

–No sé si es una necesidad. Quizá lo sea. Yo lo vivo como una especie de inquietud. De pronto me encuentro escribiendo como si se tratara de regar las plantas para que no mueran. Y así no he dejado de escribir por años. Y que así sea me tranquiliza.

(Fragmento de “Vivo la poesía como una especie de inquietud”, entrevista de Augusto Munaro a partir de la publicación de El bosque de las mujeres amadas, en Los Andes, 7 de abril de 2018 [puede consultarse aquí])


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Lo mejor es no tener padres es un libro identificable a un espacio y tiempo que corresponden a la Mendoza en los años ochenta. También hay una lectura histórica sutil, por ejemplo tus observaciones en torno al peronismo que hacen las niñas. ¿Qué lugar ocupa la política en tu escritura?

–Escribir es un acto político. No hace falta que se hable de la situación del país o denunciar esto o aquello para que haya política. Y se puede expresar de muchas formas. Elegir contar una historia en un contexto de pobreza y violencia es incluso más político que hacerlas hablar del peronismo.

(Sobre las protagonistas de Lo mejor es no tener padres, entrevista de Sofía Osman en Revista Colofón, 5 de noviembre de 2018 [puede consultarse aquí])


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–La poesía es otra cosa incluso física, es corporal. Yo me siento inquieta y digo ‘quiero escribir, necesito escribir algo’. Y de pronto aparece así como ‘¡ah!, esto me hizo ruido, esto me llamó la atención’. Y sale. No lo pienso mucho. Siempre comparo el estado de escritura de poesía como si fuera realmente un estado de gracia. Porque sale el poema y después te sentás a corregirlo, pero ya de una sale lo que es el corazón del poema. El núcleo está ahí.

(Transcripción de una parte de la entrevista realizada por Juliana Rodríguez Salvado en abril de 2019 para el ciclo Escribir, producido por la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UNC, con la colaboración de la Facultad de Lenguas, la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Córdoba y la Agencia Córdoba Cultura: https://youtu.be/WqidXxaaeps).


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¿De qué se nutre tu poesía?

–Mi poesía se alimenta de mi visión del mundo y de cómo pasan a través de mí ciertas situaciones, lo que vivo día a día, ya sea en el amor, la tristeza, las pasiones tristes y las pasiones alegres, esos pequeños gestos, como estar mirando esta cosa pequeñita. Como regar las plantas, como jugar con mi perra y de ahí se desprenden temas un poco más abarcativos, por así decir. Sí, esas pequeñas iluminaciones que uno va teniendo en lo cotidiano.

Mariela, ¿cuándo te das cuenta de que un poema está terminado?

–Ah, no, a eso no lo sé. Yo me mando nomás. Y digo ‘bueno, creo que esto ya está, creo que esto puede ser’. Yo creo que es difícil saber eso, creo que nunca un poema está terminado pero el límite lo pone uno y dice ‘creo que me gusta así, lo dejo así’.

¿Sos de leerlo en voz alta para ver si ahí hay una relación con la voz?

–Sí, para mí es muy importante. Sí, sí, porque la musicalidad es algo primordial, que tiene que estar. Al menos para mí. Y soy de podar, soy podadora, más que nada. Por ahí cambiarle el orden a algunos versos, pero soy más bien de sacar.

¿El poema debe tener algo de monte?

–Sí, yo creo que sí. Que se tiene que ver un poco lo salvaje, esos yuyitos, por así decirlo, si nos vamos a la metáfora del jardín. Que no se tienen por qué cortar porque creo que se tienen que ver algunos hilos, ese es el atractivo que tiene que tener un poema, porque puede tener mucha técnica pero quizás no me diga nada o no me atraviese.

En una entrevista vos decís que el cuerpo es todo.

–Ah, guau. ¿Por qué habré dicho eso? Y sí.

–Pero vos dijiste hace un rato de algo que te atraviesa, te pasa.

–Sí, creo porque por ejemplo cuando a mí me empieza ese ‘runrun’ para escribir un poema, lo siento en el cuerpo, hay una inquietud que me genera y hasta que yo no me siento y empiezo a escribir estoy ansiosa, movilizada, se me nota en el cuerpo, empiezo a caminar, empiezo a hacer cosas y digo ‘no, no, no, no, este es el momento de sentarme y escribir, por lo menos, un boceto de lo que quiero decir’. Es literal, en mí. Cuando decimos cuerpo decimos todo. El todo en el sentido de no esta separación entre el cuerpo y el alma, entre comillas, o el espíritu, sino el ser, lo que estamos siendo, a eso me refería”.

(Fragmento de la entrevista radial realizada por Eduardo Alberto Planas y Jorge Luis Carranza, martes 18 de junio de 2019, “Esas pequeñas iluminaciones que uno va teniendo en lo cotidiano”, incluida en el libro Un río subterráneo. Conversaciones con poetas de Córdoba. El Basta ya en la radio, vol. I, Córdoba, Amperios Ideas, 2020, pp. 181-188).


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Los mundos surrealistas siempre te han atraído. Tus novelas, relatos y poemas están horadados por cierta pulsión surrealista. ¿Qué te atrae de dicha estética?

–Me atrae la rareza, lo dislocado, lo fantástico, el mundo de los sueños, lo monstruoso, hasta lo siniestro. También lo extraordinario. Supongo que va por ahí la cosa.

(…)

Las ramificaciones de un concepto y el modo de llevarlo a un poema a través del uso fortuito de la metáfora, a veces son tan acertadas que adquieren el acento de máxima: ‘Venimos a que nos digas la verdad / Madre no sabe de sexo, ni de nada / Eres nuestra divina hermana / El aliado del sueño nos acompaña, por eso baila / ¿Es muda la sacerdotisa?’. ¿La poesía puede ofrecer verdades?

–Quizá no haya verdades, o las hay infinitas y la poesía puede ser tomada como una verdad o como una gran mentira. No tengo muy claro si acaso ofrece algo, quizá suceda, no más.

(Fragmento de “Una extraña forma de realidad. Entrevista a Mariela Laudecina”, entrevista de Augusto Munaro en Vallejo & Co., 11 de agosto de 2020 [puede consultarse aquí])


Links a otras entrevistas

Entrevista sobre El cielo es para los ángeles
La Voz del Interior, por José Playo, octubre de 2014

Entrevista sobre Lo mejor es no tener padres
En Indie Hoy, por Alejo Scardanelli, octubre de 2018

entrevista sobre La culpa es del sueño
Centro de Documentación Juan Carlos Garat, por Myriam Mohaded

Entrevista en Ripio asintomático
El noticiero de poesía, 22 de agosto de 2020


Valeria Cervero es poeta, correctora de estilo y editora. Publicó, entre otros libros, Sin órbitas (El ojo del mármol, 2016); Madrecitas (Barnacle, 2017); Seres pequeños (HD, 2018); Sibilejo, con ilustraciones de Juan Lima (Editorial Maravilla, 2018); Ctalamochita (Barnacle, 2020) y Agujeros en la superficie (Kintsugi, 2021). Difunde poesía para todas las edades a través de distintos proyectos personales y colectivos. Integra el staff de Op. cit.