Lo fugaz y lo eterno: Dossier sobre la obra de Horacio Castillo

Dossier Horacio Castillo: Sobre la traducción

Horacio Castillo, traductor + Selección de poesía griega moderna

Por Carolina Massola

“…la prueba fundamental de toda poesía: comprobar si  funciona en otra lengua, en otra cultura, en otra sensibilidad”.[1]

Pensar en un dossier dedicado a Horacio Castillo reclama a su vez detenerse y pensar en el traductor. Buscarlo, de algún modo, más allá de las informaciones que nos ofrecen las diversas ediciones, a saber hay distintos elementos por destacar, por ejemplo que todas sus traducciones son directas del griego, que se estudian en diferentes Universidades argentinas como del resto de América Latina. Pero también detenerse o más bien desviar la mirada para intentar  retomar la pregunta que se plantea el destacado teórico de la traducción, Antoine Berman,[2] en Pour une critique des traductions: John Donne:[3] ¿quién es el traductor? Intentar responderla significaría un trabajo y una investigación que exceden el marco de esta pequeña intervención. Sin embargo, estoy convencida de que limitarnos solamente a compartir un corpus de versiones en este dossier, para hacer alusión al traductor, podría ser una pérdida. Principalmente porque cuando tomamos como punto de partida la pregunta que se hace Berman, observamos que, incluso sin intentar responderla, la pregunta nos abre un horizonte, nos permite visualizar zonas de su trabajo, matices que, de otro modo, pasarían desapercibidos.

Para bosquejar entonces algunas líneas sin necesidad de conclusiones, porque no se trata aquí más que de centrar la mirada en algunos indicios que nos permitan develar al traductor Horacio Castillo, intentaré rastrear algunas enunciaciones del traductor. Para ello me limitaré a compartir y comentar la selección de algunos fragmentos de diferentes instancias de enunciación que logré reunir entre prólogos de traducciones, entrevistas, notas del traductor y una disertación.

Prólogos y notas de traducciones

Poesía Griega Moderna[4]
En este prólogo, el traductor hace alusión a su trabajo al mencionar el criterio de selección del corpus. Criterio que da cuenta de la intención de la traducción: “La poesía griega moderna o, si se prefiere, del siglo XX,  es poco conocida en nuestro idioma. (…) Este trabajo intenta cubrir, en parte, ese déficit”. A continuación se ocupa de la cuestión lingüística, profundiza el contexto histórico y el desarrollo de la poesía griega en una línea de tiempo, de manera precisa sin descuidar el aspecto poético que corresponde con todo lo mencionado. En síntesis, observamos algo que es sabido por todos, que se trata de un traductor que conoce perfectamente la materia que trabaja y en un prólogo bastante breve en relación a su riqueza, ofrece al lector las herramientas necesarias para entender qué poesía encontrará más adelante, pero también e insisto sobre esto, dos veces señala lo poético, nos interpela, ¿qué es lo poético? en “Aquí, más que en otros lugares, cobra plena vigencia la afirmación de que cada poeta inventa su propia lengua” y luego hacia el final del prólogo “La palabra poética, despojada de gravedad, átona, está en los límites de la prosa, fenómeno que acaso incuba el volver a nombrar que es misión de la poesía”.

Notas
Respecto a las notas en este libro, no se encuentran marcas ni llamadas en el cuerpo de los poemas que nos lleven a ninguna nota del traductor, sin embargo al principio del libro se nos advierte que figuran en el libro. Sólo al final del libro encontraremos una serie de ellas. En general, una mayoría se remite a referencias históricas, mitológicas, culturales que el lector actual podría desconocer. Sin embargo, encontramos algunas que por fin hacen referencia a decisiones de traducción o a los esquemas de rimas.

Epigramas, Calímaco[5]
En este caso, el prólogo del traductor es un profundo y detallado estudio de la obra de Calímaco, muy necesario para dicha obra. Transmite su amor hacia lo griego y hacia la obra que traduce. La traducción como una ofrenda: “Porque Calímaco fue un gran poeta y, como tal, le ofrecemos el homenaje de nuestra fervorosa traducción”.

Respecto a su traducción, ya nos advirtió que es un homenaje al gran poeta, luego, y es aquí donde nos centramos más, encontramos en este prólogo al traductor enunciándose respecto de su propio trabajo:

En 1979 la Universidad de Carabobo, Venezuela, publicó en su colección Separata mi versión de cincuenta y siete de los sesenta y tres epigramas de Calímaco. Yo había llegado al alejandrino buscando las fuentes de Kavafis, cuya objetividad arraiga en la epigramática. Había, también afinidad en el refinamiento y en la intención de rescatar las gentes sencillas, anónimas, relegadas por la poesía oficial. Algo más: el aprovechamiento poético de los mitos en Kavafis no era muy distinto…

Nos permite de este modo re-conocer la génesis de las versiones y una noción que menciona Berman, tomada de una carta de Novalis a Schlegel, y que retiene toda mi atención: la pulsión de traducir. Sin profundizar en el origen de la expresión, esta pulsión es lo que hace del traductor un traductor: lo que lo “empuja” al traducir. Así, se observa que una de las razones por las que llega a estas versiones es buscar las fuentes de otro poeta griego al que también traducirá. Apenas más adelante Castillo se enuncia de modo más preciso acerca de sus versiones:

Por entonces se habían vertido al español unos pocos epigramas de Calímaco y, con más audacia que recursos, emprendí la modesta traducción que fue bien recibida y hasta se incorporó a la bibliografía de una cátedra universitaria. Ahora, un cuarto de siglo después, vuelvo a estos textos dispuesto a enmendar errores y equilibrar, hasta donde es posible, poesía y literalidad.

Esta última afirmación nos señala y anticipa algo acerca de algunas determinaciones. Más adelante encontramos más precisiones en cuanto a qué versión original ha tomado, si recibió ayuda o no (información que algunos traductores pueden pasar por alto) y sobre todo más detalles sobre sus decisiones de traducción que resultan fundamentales para el lector y para nosotros:

En esta oportunidad he seguido para el texto griego y la traducción la edición de Pfeiffer (Oxford, Clarendon Press, 1953), con aclaración en nota de los casos en que preferí la de Wilamowitz-Moellendorff (Berlin, Weidmannsche Verlagsbuchhandlung, 1958-19251-) o la de Cahen (Paris, Les Belles Lettres, 1972-19251). Como siempre, y con el inestimable auxilio de Nicolás Gelormini en cuestiones filológicas, procuré una versión ajustada a la estructura original y —hasta donde la sintaxis del español lo permite— del orden de los versos y el lugar de las palabras.

Pero todavía nos dice más sobre su trabajo:

En particular me esmeré en salvar “lo poético” que en Calímaco, más que en otros epigramáticos, responde a un recorte de la realidad en todo lo que tiene de radiación subjetiva. He aquí el mérito de estos poemitas que, (…), instituyeron una poesía cuyas estribaciones llegarían hasta Kavafis…

Es de destacar, entonces, que este traductor no sólo reconoce “lo poético” en Calímaco para salvarlo, también nos lo entrega como una ofrenda. Su profundo estudio sobre esta poesía, el contexto histórico, todo cuanto nos transmitió a través del prólogo, no hace más que acercarnos al texto, obrando del mismo modo que las verdaderas traducciones, como un puente con el fin de unir, acercar. Delicado trabajo de un traductor que como el orfebre que es el poeta, elige cuidadosamente cada pieza. Cada palabra.

En cuanto al resto de los prólogos de traducciones con los que cuento en este pequeño corpus, pertenecen a las traducciones de Spyros Vergos[6] y Takis Varvitsiotis[7] donde encontramos nuevamente y como siempre un estudio detallado sobre sus obras. Sin embargo, no hay alusiones al trabajo del traductor. Aquí el traductor Horacio Castillo no parece enunciarse más que presentando la poesía del poeta traducido.

Más allá de este rastreo pequeño de prólogos del traductor, existen otras instancias de enunciación donde la traducción es central y una de ellas es “Cómo leer a los clásicos”, disertación realizada nada menos que en las Jornadas de Traducción Literaria, organizadas por la Academia Argentina de Letras el 1 de diciembre de 1999. Allí encontramos, después de una breve introducción acerca de qué es un clásico, estos fragmentos seleccionados:

¿Quién puede leer en la lengua original tanto a Homero, Virgilio, Dante o Shakespeare, como a Cervantes, Rabelais, Goethe, Basho, Dostoievski? Giacomo Devoto, gran lingüista, sabía —además de las principales lenguas clásicas y modernas— lituano, irlandés, sánscrito, iranio, osco-umbrio, céltico, etc. Pero, sin duda, le habría sido difícil comulgar con algunos versos de nuestro Martín Fierro…

Estas palabras nos sumergen de lleno en el corazón de la traducción, ya que nos ofrece las versiones de diferentes traductores en distintas lenguas sin perder de vista las decisiones léxicas tan difíciles para cada caso tomado. Y de allí profundiza y sugiero, para quienes se interesen en la traducción, la lectura completa de este texto publicado en Colectánea:[8]

Estamos en la médula del problema: un clásico, para muchos mortales, es la traducción de un clásico. Hasta podríamos postular: clásico es aquel libro que soporta la peor traducción.

Respecto a las versiones:

Unos, como Borges, han leído a Homero en el inglés de Chapmann o de Pope; otros en la prosa francesa de Bitaubé (1819); en castellano lo hemos leído en la prosa elegante de Segalá y Estalella, (…) ¿Cuál de esas versiones es la más correcta? Todas y ninguna.

Entrevistas

Entre el año 2008 y 2010, Augusto Munaro entrevistó a Horacio Castillo a través de diferentes de correos electrónicos y llamadas telefónicas. Esa entrevista hoy está incluida en la Obra reunida recién publicada por La Comuna Ediciones. Allí, las preguntas puntuales de Munaro nos permiten encontrar las palabras del traductor y a su vez hilarlas con algunas de las apreciaciones que intentamos desplegar sin pretender respuesta alguna. En dos oportunidades de la extensa entrevista se menciona al traductor. En principio se podría interpretar que Horacio Castillo está dándonos su propia definición sobre qué es traducir, pero también está hablando de la experiencia de traducir. El placer, la satisfacción que se experimenta al traducir es la de haber “escrito un poema”.

Como traductor del griego moderno, ¿qué placer le depara antologar poetas tan disímiles como Elytis, Calímaco, Kavafis, Safo, Yani Ritsos, Nikiforos Vretakos?

—La traducción, sobre todo cuando se trata de lenguas muy diferentes, presenta gran afinidad con la creación. La diferencia consiste en que uno ya dispone del texto en general y no tiene que sufrir mientras viene la inspiración. Pero, sobre todo en el caso de poetas más complejos por el tema y por el rigor de la lengua, hay un trabajo idéntico al de la creación, pues es necesario interpretar, encontrar sentido, determinar el tono de voz empleado, elegir una palabra entre distintas opciones, en fin, lograr –con distintos recursos- que el poema produzca los mismos efectos que el original. De tal manera, el placer –yo diría la satisfacción- que se experimenta al traducir es la de haber “escrito” un poema.

La segunda intervención acerca de la traducción y en una pregunta también muy pertinente y necesaria responde a la influencia de la traducción en su propia obra poética:

¿De qué modo cree que su propia poesía está teñida de referencias al mundo helénico?

—Sin duda, como también me dediqué a la traducción de poetas griegos modernos, hay en mi poesía elementos  relacionados con el mundo griego, pero tal vez no en una medida muy distinta —salvando la distancia— a la de otros poetas antiguos y modernos, desde Keats, José María de Heredia, Rubén Darío, Gottfried Benn o Borges.

Para finalizar y antes de compartir al fin algunas de sus bellísimas versiones, cito una entrevista que le realizó Sandra Cornejo y que  fue publicada en mayo del 2010 en Aquí La Plata. Allí, Horacio Castillo desarrolla una idea muy interesante acerca de la traducción que alguna vez me había mencionado y se expresa a propósito de la lengua propia y la traducción del poema como la prueba fundamental de toda poesía: comprobar si  funciona en otra lengua, en otra cultura, en otra sensibilidad:

Si bien Usted ha sido calificado como “poeta secreto” su poesía ha sido traducida desde hace tiempo a otras lenguas. Así, Henri de Lescöet tradujo al francés, allá por los años setenta, poemas de “Materia acre”; Jason Wilson y Samuel Gray lo han traducido parcialmente el inglés; Enzo Bonventre, Antonio Aliberti y Elvira Maison al italiano y Elías Antunes al portugués. Ahora Yves Roulliêre va a publicarlo en francés y Jaralambos Dimou en griego. ¿Cómo recibe ese interés de otras lenguas, de otras culturas, por su poesía?

—La lengua propia no es, en cierto sentido, una lengua, porque se nace con ella y es como la vista, como el olfato, como el brazo, como una mano, como el pulmón, como el pie: un órgano, una “función”. Por eso, cuando uno ve –por lo menos es mi experiencia- sus poemas en otra lengua, adquieren otra entidad: son entonces “lenguaje”. Lo importante de estas experiencias no es convertirlas en juicios de valor sino en la prueba fundamental de toda poesía: comprobar si  funciona en otra lengua, en otra cultura, en otra sensibilidad. Sobre todo, como dice Usted, tratándose de un “poeta secreto”, que por lo tanto tiene que empezar por crear sus lectores. Decía Walter Benjamin que un libro puede esperar mil años sin ser leído, hasta que aparece el lector correcto. Parece que mis libros no tendrán que esperar tanto…


[1] Castillo, H. (2010, mayo) Entrevistado por Sandra Cornejo. «Horacio Castillo. ‘Toda obra literaria es una obra en construcción’ ». La Plata, Aquí La Plata.
[2] Filósofo, teórico francés de la traducción y traductor del español y del alemán al francés.
[3] Berman, Antoine, Pour une critique des traductions: John Donne, París, Gallimard, 1995.
[4] Castillo, H. (trad.) (1997), Poesía Griega Moderna, introducción, traducción y notas de, Buenos Aires, Editorial Vinciguerra.
[5] Castillo, H. (trad.) (2005), CALÍMACO. Epigramas, introducción, traducción y notas de, Buenos Aires, Losada.
[6] Castillo, H. (trad.) (2001), Spyros Vergos. Raíces en el tiempo, introducción, traducción y notas de, Buenos Aires, Ediciones Proa.
[7] Castillo, H. (trad.) (2000), Takis Varvitsiotis. Poesía, introducción, traducción y notas de, Córdoba, Ediciones del copista.
[8] Castillo, H. (2010), Colectánea, La Plata, Ediciones Al Margen.



Horacio Castillo: Traducciones

Constantino Kavafis

La ciudad

Dijiste: “Iré a otra tierra, iré a otro mar.
Debe existir una ciudad mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es aquí una condena,
y mi corazón —como un muerto— está sepultado.
¿Hasta cuándo mi espíritu permanecerá en este marasmo?
Donde vuelvo mis ojos, donde miro
veo las negras ruinas de mi vida, aquí
donde tantos años pasé y arruiné y perdí”.

No hallarás sitios nuevos, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. Darás vueltas por las mismas
calles. Envejecerás en los mismos barrios,
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otra parte —no lo esperes—
no hay barco para ti, no hay camino.
Al arruinar tu vida aquí, en este pequeño rincón,
en toda la tierra la arruinaste.


Itaca

Cuando emprendas el regreso a Itaca,
ruega que el camino sea largo,
lleno de aventuras, de conocimiento.
A los Lestrigones y los Cíclopes,
al irritado Poseidón, no les temas;
no hallarás tales cosas en tu camino
si tu pensamiento es elevado, si una sublime
emoción embarga tu espíritu y tu cuerpo.
A los Lestrigones y los Cíclopes,
Al feroz Poseidón, no los encontrarás
si no los llevas en tu alma,
si tu alma no los pone ante ti.

Ruega que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que lleno de placer y alegría
entres a puertos vistos por primera vez;
detente en los mercados fenicios
y adquiere hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano,
y toda clase de perfumes voluptuosos,
todos los perfumes voluptuosos que puedas;
visita muchas ciudades egipcias
para aprender más y más de los sabios.

Ten siempre en tu mente a Itaca.
Tu meta es llegar allí.
Pero no apresures de ninguna manera el viaje.
Mejor que dure muchos años,
y viejo ya ancles en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que Itaca te dé riquezas.

Itaca te dio el hermoso viaje.
Sin ella no hubieras salido del camino.
Pero ya no tiene nada para darte.
Y si la encuentras pobre, Itaca no te ha engañado.
Tan sabio como has llegado a ser, con tanta experiencia,
ya habrás comprendido qué significan las Itacas.


Los caballos de Aquiles

Cuando vieron muerto a Patroclo,
que era tan viril, y fuerte, y joven,
los caballos de Aquiles comenzaron a llorar:
su naturaleza inmortal se indignó
al contemplar esa obra de la muerte.
Sacudían sus cabezas y agitaban sus largas crines,
golpeaban la tierra con los cascos, y lloraban
viendo a Patroclo exánime —aniquilado—
ahora una carne abyecta —su espíritu desvanecido—
indefenso —sin aliento—
devuelto desde la vida a la gran Nada.

Vio Zeus las lágrimas de los caballos
Inmortales y se entristeció. “En las bodas de Peleo
—dijo— no debí cometer tal desatino;
¡mejor hubiera sido no haberos entregado, desdichados
caballos míos! Qué podíais hacer allá abajo,
entre la mísera humanidad juguete del destino.
A vosotros, exentos de muerte y de vejez,
os atormentan efímeras desgracias. En sus aflicciones
os han enredado los hombres”. —Pero
los nobles animales seguían llorando
por la calamidad eterna de la muerte.


Kostas Karyotakis

Préveza

Muerte son los pájaros que chocan
contra los negros muros y los techos,
muerte las mujeres que hacen el amor
como si pelaran cebollas.

Muerte las sucias, insignificantes calles
con sus ilustres y pomposos nombres,
los olivos, el mar en torno, y aún
el sol, muerte entre los muertos.

Muerte el inspector que verifica,
en la balanza, una porción incompleta,
muerte los nardos en el balcón
y el maestro con el diario.

Base, Guarnición, Regimiento de Préveza.
El domingo escucharemos la banda.
Abrí una cuenta en el Banco,
primer depósito: treinta dracmas.

Caminando lentamente hasta el muelle,
“¿existo?”, digo, y luego: “¡no existo!”.
Llega el barco, Izaron la bandera.
Quizás viene el señor Prefecto.

Si al menos, entre estos hombres,
uno muriera de aburrimiento…
Silenciosos, apesadumbrados, con modos graves,
todos nos divertiríamos en su entierro.


Yorgos Seferis

Eurípides, ateniense

Envejeció entre el fuego de Troya
y las canteras de Sicilia.

Le gustaban las cuevas en la playa y las pinturas
marinas.
Vio las venas de los hombres
como una red donde los dioses nos prendían como fieras:
trató de romperla.
Era hosco, tenía pocos amigos;
vino el tiempo y los perros lo despedazaron.


Tres poemas secretos
I, 5

¿Qué río fangoso nos arrebató?
Permanecemos en el fondo.
La corriente pasa sobre nuestra cabeza
dobla las rígidas cañas.

Debajo del castaño
las voces se convirtieron en guijarros
y los niños los arrojaron.


Odysseas Elytis

El monograma

IV
Es temprano todavía en este mundo, me oyes
No se han domesticado los monstruos, me oyes
Mi sangre derramada y el afilado, me oyes
Cuchillo
Como un cordero que corre por el cielo
Y quiebra las ramas de los astros, me oyes
Soy yo, me oyes
Te amo, me oyes
Te tengo y te llevo y te visto
Con el blanco vestido nupcial de Ofelia, me oyes
Dónde me dejas, dónde vas y quién, me oyes

Te toma la mano sobre los cataclismos

Las enormes lianas y la lava de los volcanes
Llegará un día, me oyes
En que habrán de sepultarnos y miles de años después, me oyes
Nos convertirán en resplandeciente roca petrificada, me oyes
Para que brille sobre ella la crueldad, me oyes
De los hombres

Y nos arroje en mil pedazos, me oyes
A las aguas uno por uno, me oyes
Cuento mis amargos guijarros, me oyes
Y el tiempo es una gran Iglesia, me oyes
Donde a veces las imágenes, me oyes
De los Santos
Lloran lágrimas verdaderas, me oyes
Las campanas abren en el cielo, me oyes
Un hondo vado para que pase
Aguardan los ángeles con cirios y salmos fúnebres
No voy a ninguna parte, me oyes
Los dos juntos o ninguno, me oyes
Esa flor de la tormenta y, me oyes
Del amor
La cortamos de una vez para siempre, me oyes
Y no volverá a nacer de otra forma, me oyes
En ninguna tierra, en ninguna otra estrella, me oyes
No existe la tierra, no existe el aire
que tocamos, el mismo, me oyes

Y ningún jardinero fue tan feliz en otros tiempos

Por tanto invierno y tantos vientos, me oyes
Azotando flores, sólo nosotros, me oyes
En medio del mar
Por la sola voluntad del amor, me oyes
Elevamos una isla entera, me oyes
Con cuevas y cabos y floridos acantilados
Oye, oye
¿Quién habla en el agua y quién llora —oyes?
¿Quién busca al otro, quién llama —oyes?
Soy yo que llamo y soy yo que lloro, me oyes
Te amo, te amo, me oyes.


Pasada la medianoche

Pasada la medianoche en toda mi vida

Pesa mi cabeza como en una galaxia rasante
Los hombres duermen con el rostro plateado, santos
Vacíos de pasión a los que el viento arrastra sin cesar
…..Lejos
Hacia el cabo del Gran Cisne. ¿Quién fue feliz, quién no
Y después?
………………..Todos terminamos igual dejando finalmente
Una amarga saliva y grabados en el rostro sin afeitar
Caracteres griegos que tratan de ajustarse uno con otro
…………para que
La palabra de tu vida la única si…

Pasada la medianoche en toda mi vida

Pasan los carros de bomberos, hacia qué incendios
Nadie lo sabe. En una habitación de cuatro por cinco el
…….Humo se condensó. Sólo se distinguen
La hoja de papel y mi máquina de escribir. Dios
Golpea las teclas y las penas incontables llegan hasta el
……..Cielorraso
Cerca del amanecer
………………………….aparecen por un instante las costas y sobre
Ellas verticales las montañas oscuras y violáceas
Verdaderamente parece que
Vivo para cuando ya no exista

Pasada la medianoche en toda mi vida


Takis Varvitsiotis

El cielo está muy azul

Il semble que ce soit le ciel qui ait
le dernier mot. Mais il le prononce
à voix si basse que nul ne l’entend
jamais.

René Char

Decías: el cielo está muy azul
Un círculo inmenso donde se hunden los años
Un círculo inmenso donde se hunden las estrellas
Nos separa de la tierra nos une a la tierra
Parece un camino que llevara a un extraño
Cementerio de pájaros parece un río transparente
El cielo está muy azul como una voz que brilla
Anunciando el más prodigioso nacimiento
Las más prodigiosas metamorfosis


Invierno tú

Invierno tú
Escafandra impenetrable
Del olvido

Saqueo de la cabellera
Que se marchitó

Osario inmutable
Duro
De esmalte

Reloj de sangre
Detenido

Ojo de vidrio
Multiplicado

Rosa de papel
Ajada
Hecha con los tizones
De los días

Chispa azul
En el yunque del año

En las pupilas
De una hermosa muchacha
Que se abre las venas


Takis Sinópulos

La fiesta

Ahora respiras en la penumbra, distingo tu nuca,
tu rostro.

Después todo se apaga. Quedan el corredor, la puerta
de tablas.

Más allá tu voz se defiende de la noche. Y no existen
pájaros.

Barres las arañas de la sombría fiesta.


Miltos Sajturis

Armonía

Dice el árbol:
—Romperé mis ramas
esta noche
arderé
¡ascenderé!

Enloquecieron las luces
en la casa
se prenden y apagan
sin razón

Dice el niño:
—Es invierno
y el mar está lejos con su barco
y hombres cavan
profundamente
cavan
y todo sepultan

Dice el sol:
—Dormí y soñé
que era
una paloma
con el pecho desgarrado
lleno de sangre

Y dice el barco:
—Estoy cansado
quiero dormir
pero la noche es honda
pero lo noche es oscura
y sin peces


Nikos Karuzos

Diversión en alto

Fui feliz solo.
Sin santidad sin
….salud.
Repartiendo miedos
Grandes pedazos inútiles
….hoy muero
….mañana muero.
Siempre pertenezco al santo
….número de los desocupados.
Internacional e impetuoso
….me soporto
en la religión del gusano.
Apellido: Pleno


Athos Dimulá

Todo

Todo está aquí, dijo:
las máscaras del miedo,
los espejos de la ilusión
para el narcisismo de la esperanza,
y más adentro del alma,
botín de la nada.


Christos Láskaris

Aflígete por los vivos

Al menos
algo nuevo enfrentan

cuando,
con el óbolo entre los dientes,
los muertos parten
hacia su largo viaje;

mientras los vivos
retomamos el mismo camino.



Carolina Massola es poeta y traductora de francés por el IES en Lenguas Vivas. Nació en Buenos Aires, ciudad donde reside. Perfeccionó sus estudios de francés en Francia –Sorbona (París IV). A su regreso cursó estudios de Letras en la Universidad Nacional de Buenos Aires. En 2009 publicó Estado de gracia, libro de poesía incluido en la colección Fénix de Ediciones del Copista (Córdoba). En 2013 publicó el libro de poesía La mansedumbre del pez en Zindo & Gafuri (Buenos Aires). Ambos libros traducidos al francés por Yves Roullière. En 2016, algunos de sus poemas fueron incluidos en el libro Arpegio de la colección “Rapsodia, ensamble de voces”, publicado por Ediciones El Mono Armado. En el mismo año publicó Planetaria por el sello Modesto Rimba. Actualmente trabaja en dos proyectos de traducción y acaba de publicar un nuevo libro de poesía Los ángeles del frío (Montevideo) en el sello Dios Dorado. Dirige los siguientes blogs: Ciudad de los Espejos y Esquirlas sobre el Puente.