Cristian Aliaga

Los animales dispersos en la tormenta*

Los deseos irreprimibles

Cuando la mano ya inició
el movimiento
uno tiene la conciencia fugaz
del mal que está por cometer.
La ropa caerá,
el vino será derramado,
el corazón sangrará para siempre.

Pero uno no puede detener el movimiento.

 

El sentimiento ácido

La angustia desesperada de la inteligencia,
ésa que invocamos, salmo que se repite
a espasmos irregulares dentro de un largo poema inacabable.
Turbio el sentimiento, tiene poder para emular
la angustia de la inteligencia que acecha sin aparecer.
El sentimiento es ácido, quema la víscera grande,
es adictivo aunque se pierde en la repetición
de un tren que pasa en otra vida.
Es ácido, casi no puede beberse sin arcadas,
inmaculado junto al matorral de flores muertas.

 *

Falso, el que piensa

No puedo hincarme más.
Al pedir perdón, al atizar el fuego,
sube mi cólera hasta
amenazarme.
No puedo hincarme más ante
La Iluminación, aquella
cuestión que intuía mientras
el fuego
se negaba.
Pensé con exactitud en tanto la madera
mojada resistía.
Quiero incinerar ahí
lo que padezco
permanecer ante la llama
hasta que regrese algo
de esa combinación
que pasó por la sombra
ocupada en encender este fuego.
No puedo hincarme más.
Falso es el que
piensa.

 

Perro soñador,

genocida perdonado por su familia
encarcelado por breves lapsos, suelto para rezar,
demorado en morir a la espera de otra
extremaunción.
Papa, consumidor de hostias, presas fáciles,
retardado, genocida, amante de sus torturados, novio
de la muerte sin orgasmos, alucinado que pasea
por terrazas desde las que enferma sin morir.
Perro de sarna sueña con carne.

 

Inserto la moneda y sale sangre

Inserto la moneda y sale sangre.
Aprieto las teclas y sale sangre.
Abro los grifos y sale sangre.
Cierro los ojos y sale sangre.
Leo los clásicos y sale sangre.
No es la enfermedad: es algo universal
para exhibir bajo el sol del mundo.
Su color es indistinto entre los naturales de todos los continentes,
y su aparición a borbotones o de a gotas
da cuenta de la simetría
de los finales que vienen, inhumanos.

 

¿Qué hace un hombre?

¿Qué hace un hombre en un día,
si sabe que al siguiente será torturado?
Si le anuncian un día de calma, de libertad para hoy,
con la previsión inalterable del dolor para mañana,
¿la mente lo alcanza?
¿O el cuerpo, como miembro separado o ave
descogotada, corre violentamente sin rumbo
hasta su nada, con fuerza sangrienta y centrífuga?
El plan de este día es infinito, y escaso.
El plan de un día es el de los desesperados.
Un día es la medida, la eternidad fingida.
La tortura, mañana, sin falta, universal.

 

Occidente es un lugar frío e indiferente para morir

Yo la veo, esta luz fuera de la cual no hay nada.
Maurice Blanchot

esta noche en la que podrías matarte
–el viento ayuda a querer morir cuando estás solo
en una cama del Hospital de Clínicas,
y en esta ciudad jamás deja de soplar el mal–
–y estás solo, y sin un auto que te lleve lejos
hasta donde pierdas el deseo por cansancio o aurora–
–y Víctor Redondo huyó por las escaleras al verme
entre pacientes moribundos–
Occidente es un lugar frío e indiferente para morir, asegura reporte
de Reuters
“Los pacientes moribundos y sus familias sufren hoy más de lo que
/ deberían”,
aseguró Judith Peres, vice directora de la coalición sin fines de lucro
/ Last Acts
A pesar de que más del 70 por ciento dice que le gustaría morir en
su hogar, solo el 25 por ciento de ellos concreta ese deseo. El resto
muere usualmente conectado a máquinas en unidades de cuidados
intensivos, sostiene el reporte
Cerca de la mitad de todas las muertes ocurren en hospitales, pero
/ poco
menos del 60 por ciento de estos centros de salud ofrecen cuidados
especiales que aseguren que una persona moribunda pueda
/ encontrarse cómoda
podrían ser más gentiles, ya que estamos destinados a eso junto a
/ ustedes
a la incomodidad y la muerte
Solo el 23 por ciento de los hospitales ofrece servicios para pacientes
desahuciados
al menos uno de cada cuatro residentes de clínicas experimenta
/ sufrimientos
sin recibir un tratamiento adecuado para el dolor, sostiene el reporte
un estudio de pacientes concluyó que entre el 55 y 75 por ciento
de ellos había sufrido dolores entre moderados y severos, incomodidad,
ansiedad, alteraciones en el sueño y hambre o sed insatisfecha
si aún no alcanzo a distinguir
por qué me interesa aquello que sé,
cuestiones absurdas,
la mirada en el techo de Viel Temperley,
remisiones, oscuras voces a algún mundo que despegan
de las palabras visibles
audibles las palabras, menos que el viento
–y prometí jamás escribir sobre estas ráfagas de morir que atraviesan
la ciudad aquella–
si Pieter Brueghel se había tragado a los Alpes
y qué Guillén y su Vito Manué que de inglé nada sabía como eu
yo perdí todo por la ambición;
ganaba centavos
tanto libro en la biblioteca de los salesianos –y encontré a Arlt
y a Jacob
tenía una idea del mundo,
no he perdido la idea sino el mundo
escribía en oficinas
con fervor –el fervor, aunque absurdo, era mío
quisiera convencerlos de la belleza
de aquella que me abandonó a los gritos
por indigno
mi mente está ocupada por un auto
–era peugeot o fiat 600 amarillo y nada me obliga a incorporar otra
/ cosa–
A la superficie blanca, pura y pulida del mármol
algunos artistas
disidentes oponen
desde las sombras
furia, locura,
melancolía, decrepitud, enfermedad
Satanás no es un rebelde maléfico sino el revoltoso del
texto bíblico (el del discurso otro) un acróbata en desequilibrio,
caído en ridículo inspira más pena que temor
el Dios de Blake ya no es una figura sublime sino la encarnación del
poder absoluto y principio del mal
Satanás es
el imbécil que camina rumbo al amanecer
con la bata puesta y el suero colgando del brazo
sostiene hojas caídas en la soledad absoluta.

A Víctor Redondo.

 

El lucero del alba, el refucilo

El lucero del Alba, el refucilo, los fuegos fatuos
detrás de los álamos, mi padre busca
los animales dispersos en la tormenta.
Los rayos iluminan en su rotación grupos de vacas,
caballos, ovejas, gallinas y otros animales
que no hallan hueco entre los tamariscos.
Los perros gimen por galpones y corredores oscuros.
Mi padre corre para salvar lo posible, se engancha
en un alambrado y la mordida de un cerdo atascado
lo marca para siempre. Su mano mala.
El amanecer, siempre, salda la destrucción. Cada objeto
destruido, cada animal muerto, deja congoja y trabajo
a repetir, tareas de esclavo.
Con ropa seca y la gorra hasta las orejas, mi padre no habla,
empieza la reconstrucción de lo ajeno.
Abomina de la queja y de los patrones. Silba en su tumba,
/ y me despierta
para jugar el juego del falso dormido.
Me ha legado la rabia, y una manera propia de mirar
el horizonte y los alambrados.

*

El dolor es dios

El dolor es dios, pero no sabe bailar.
La pequeña que juega con su globo
y lo hace rebotar entre los tubos y monitores
es dios, aunque no sepa sobrevivir.
La moribunda de ojos almendra
tiene la mirada atravesada por la luz
que ya no puede mirar. Es dios en su ceguera iluminada.
El dolor es un dios equivocado.

*

La lengua, ésa

Chillen, putas.
Octavio Paz

Dónde queda tu lengua, la impura aquella,
nunca críptica ni presuntuosa, la amada
en ropas mayores, desvestida, la usada
cuando no queda otra.
La lengua ésa, nada de espíritu, Spinoza nada,
mudas son las de afirmar, la picazón,
dónde tu lengua abyecta nunca Pura, la tuya rasposa,
sólo pronuncia en caída, hacia arriba, en barrancos
de cadáver, de impotencia, ciega.
La Puta grande enmudecida de horror vacui.
Nunca perentoria, no, Pura nunca, sin pretexto
para ser hablada, amada del silencio amado,
obtenido tras escupir tanto, lengua mudísima
embarazada de un ángel impuro.

 

* Nota del autor.
-Busco experimentaciones con el lenguaje, en particular con sus formas patológicas, cuando los humanos recurren a la última expresión en medio del caos, o a lo que llamo “el silencio glacial de Celan”. El disparador va en una dirección paradójica; cada texto tiene que ver con el despojamiento y el paso del tiempo, que nunca es un mérito.
-He sido siempre un lector admirado de la obra de Viel Témperley, sobre todo de la desarticulación eléctrica del lenguaje que provoca en Hospital Británico. Ojalá exista alguna contigüidad o continuidad en mi libro La caída hacia arriba. Desde ese lugar, me he sentido cerca también de la escritura de Donne y de Artaud. Ambos tuvieron en el dolor –que ahora tiene mala prensa, como dice Milán irónicamente– un foco creativo, desgarrador en Artaud, metafísico en el poeta inglés. La enfermedad dispara procesos complejos y modificaciones significativas en nuestra percepción, en nuestra manera de ver aquello que llamamos realidad. Si logramos sobrevivir, simplemente jamás volveremos a ser como antes, en un sentido imprevisible. En ese límite del dolor, cuando todas nuestras configuraciones sociales se diluyen, surge otra forma de escribir, sobre el cuerpo mismo.
-Me vi impactado por el desierto patagónico cuando llegué a trabajar a la Patagonia. Sentí que era posible la mixtura de la vanguardia con el poder simbólico de ese paisaje crudo. Ese cruce de tradiciones, de las vanguardias, del surrealismo, del dadaísmo, del romanticismo, cruzado con un paisaje devastador, me hizo releer a Vallejo, a Celan, a Bukowski, pero también a Basho, todo con un tono trágico, que me alimenta tanto como la ironía.

«Los deseos irrepimibles» pertenece a El pasto azul (1996); «El sentimiento ácido», «Falso, el que piensa» y «Perro soñador,», a La sombra de todo (2007); «Inserto la moneda…», «¿Qué hace un hombre?», «Occidente es un lugar frío…», «El lucero…» y «El dolor es dios» a La caída hacia arriba (2011); y «La lengua, ésa», a El rincón de pedir (2015).


Cristian Aliaga (Tres Cuervos, Pcia. Buenos Aires, 1962)

Poeta, escritor y docente universitario residente en la Patagonia. Dirige la editorial Espacio Hudson y el periódico El Extremo Sur, y coordina la revista Confines. Arte & Cultura. Obtuvo el premio “Raúl González Tuñón” del Centro Cultural de la Cooperación-FNA (2005) y el primer premio del Fondo Nacional de las Artes (2007), y recibió becas de la Fundación Antorchas y The Leverhulme Trust. Fue profesor visitante en Leeds University, y presentó en Oxford University su exposición Tus virtudes son tus defectos, con obras del artista visual Alejandro Mezzano.

Poesía
The foreign passion (traducciones de Ben Bollig), Infllux Press, 2016
El rincón de pedir, Bahía Blanca,
Vox, 2015
La suciedad del color blanco (antología), Buenos Aires, Eloísa Cartonera, 2013
La caída hacia arriba, Buenos Aires, Hilos, 2013
La causa clínica / The clinical cause, Manchester University Press, 2011
Música desconocida para viajes, Buenos Aires, Desde la Gente – IMFC, 2009
Estrellas en el vidrio (antología, comp.: Jorge Boccanera), Buenos Aires, Colihue, 2002
La sombra de todo, Buenos Aires, Bajo la Luna, 2007
Estancia La Adivinación, Buenos Aires, Último Reino, 1998

Compilador
Mamihlapinatapai. Poesía de mujeres mapuche, selknam y yámana, Buenos Aires, Desde la Gente, 2010
Escribir en la muralla. Poesía política mapuche, Buenos Aires, Desde la Gente, 2010
Desorbitados. Poetas novísimos del sur de Argentina, Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, 2009
Herejía bermeja. Obra poética de J. C. Bustriazo Ortiz, Buenos Aires, Ediciones en Danza, 2008

Links
Página del autor. Cristian Aliaga
Poemas. En La Otra / Analecta Literaria / Otra Iglesia es Imposible
Sitios relacionados. Confines El Extremo Sur de la Patagonia / Espacio Hudson