Valeria Mussio

Esta mujer/ciudad*

Inéditos

huecuvu mapu

la ballena encalló muerta en la playa de monte hermoso
y nos trepamos al auto rapidísimo esperando
vivir una aventura única, vos y yo las primeras
nenas del mundo en montar una bestia
marina. pero cuando pensamos en la muerte
nos olvidamos que huele terrible, claro
y que ya desde la entrada que está en la ruta sentíamos
ese olor dulzón y agrio que nunca habíamos olido pero
no podía confundirse con ninguna otra cosa.
en la nueva provincia hay una nota de 1859
en la que los vecinos de la fortaleza protectora argentina piden
por favor
que se haga algo con el pelotón de cadáveres de indios
amontonados en el medio de la plaza rivadavia, que el olor
no estaba dejando dormir, que por favor estomba
o quien sea mande a construir la pira funeraria para
el cacique cafulcurá, guayaquil y antenef
junto a sus tres mil lanzas. la nueva roma nacería
de las cenizas de los cuerpos quemados justo
en el centro de la plaza, y nosotras apoyaríamos
nuestras orejas en el cemento para sentir
la posible vibración de los caballos fantasmas,
creceríamos sabiendo que crecíamos
en una tierra completamente maldita, el olor
a muerto nos perseguiría hasta la playa.

la ballena no va a incendiarse hoy
ni mañana: alguien que no es nosotras se trepa
al monumento desde arriba y corta
su cuerpo a pedazos, porciones
que van a enterrarse en la arena, mientras
los médanos van cambiando de lugar
la tierra seca va a comerse la carne
muerta de un animal gigante, y no sé si sabías
pero de cerca el olor es peor, las ballenas eyaculan
cuando mueren.
¿sabías vos lo que es eyacular?
yo tampoco en ese momento y
miré directo
al ojo muerto de la ballena, debe ser curioso
pensé, morir en el agua:
debe ser curioso ser ballena y que sea el océano
el que se encargue de llevarte a donde tengas que llegar,
abandonar el cuerpo en el medio del atlántico
y que tu destino último sea una playa
perdida en el sur argentino
donde curiosamente el sol amanece
y atardece siempre sobre el mar


íbamos por la ruta con mi perro en las rodillas

y le pregunto al padre, pa esos campos
son de trigo? y se ríe
de mí como es costumbre
nena, eso es maíz, vos
que naciste en el medio del campo
deberías saberlo. es mala idea plantar
esto acá deberían ir
al litoral, allá hay tierra buena,
pienso sin decirlo, “de allá
es la rocha. ni ella
ni yo hemos sido grano que se agarre
bien a su suelo. no sé nada
del lugar de donde vengo pero
me preocupa más no haberme estrechado
con el lugar en el que crecí.

de tanto caminarnos me hice
la costumbre de mirar hacia arriba:
se nota que intentaste
construir algo hermoso pero no
llegó a buen puerto, a pesar
de que vos misma sos el puerto.
acá el grano sale,
se procesa y se pierde de la pampa
hacia el océano, crecimos juntas
entre esos barcos
enormes mirá no sé si sabías esa es
la bandera de libia y esa
la de portugal. un marinero me saluda
desde el barco. yo sigo mirando para arriba,
lamentándote te volvés
más gris sobre tus puntas, yo te digo
que te entiendo también sé
lo que es cambiar antes de llegar a ser
la que con tanta fuerza deseaste que fueras 


ellos se sorprenden cuando hablo

de tu hermosura. dicen nunca
nadie nos contó tanto así
de su belleza. qué hay dentro tuyo
poca sombra y soldados
que se suicidan en las canaletas,
formas de inventar una casa
dentro de un vagón muerto de tren
plantas que no acarician
más bien te muerden
los pies. retruco
yo crecí en este cementerio
y en ningún lado vi
cosas más vivas, les cuento
del olor a cereal de tus brazos
donde desembocan
los costados, sobre todo
hablo mucho de tus pájaros.
de las golondrinas.
te acordás de las golondrinas
de tu casa en la playa? casi lloraste
el día que destrozó el nido
tu abuela, te veo
conmovida y me conmuevo
ellos me dicen
te enamoraste de un problema
yo les digo
crecí en este cementerio
aprendí el amor como se aprenden
los edificios que se agrietan.


* Nota de la autora.
Estos poemas pertenecen a un libro inédito que escribí cuando me mudé de mi ciudad, Bahía Blanca. Siempre tuve una relación conflictiva con ella: amaba muchas cosas de ese lugar pero siempre se las arregló para hacerme daño. Cuando intenté escribir sobre ella, se me vino a la cabeza el verso de William Carlos Williams en Patterson: “Pero solo un hombre/ como una ciudad”. La propuesta de estos textos es pensar a Bahía Blanca como esta mujer/ciudad que, sencillamente, me rompió el corazón. Hay una confusión deliberada entre las personas y la ciudad, lo que amo, me atravesó y tuve que dejar.


Valeria Mussio (Tres Arroyos, Buenos Aires, 1996)

Valeria Mussio es Licenciada en Letras por la UNS. Dirige la Editorial Matrerita, proyecto digital en el que se publica poesía joven de todo latinoamérica. Forma parte del proyecto “Isla Invisible” en el marco del Museo-Taller Ferrowhite. Participó de festivales internacionales como el FILBA, el FIPR, el Festival Caracol de Tijuana, entre otros. Fue seleccionada en la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires, categoría poesía, en el año 2021-2022.

Poesía
Un perro no sabe que puede destruir, Argentina/Chile, Alquimia, 2022
Nuestros refugios a medio armar, Cáceres, España, Ediciones Liliputienses, 2021 Hasta pronto querida, Bahía Blanca, Peces de Ciudad, 2020
Manual de supervivencia para un ataque de ira, Bahía Blanca, HD, 2019

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